Parece mentira, pero algo así puede suceder: Rajoy lo intenta de nuevo y, quién sabe, igual esta vez sale. Al menos es lo que él debe de estar calculando: el PNV puede vacilar (¿no ha dicho Pablo Iglesias que no es de fiar, como si él lo fuera?), o los indepes catalanes, o el PSOE o, ¿por qué no? Podemos. Cosas más raras se han visto.
Pero mientras alguna de estas inverosímiles circunstancias no se dé, por mucho que se presente el Sobresueldos, seguirá sin salir.
Sin embargo, eso no es, no puede ser, bastante. Mientras este hombre esté en funciones, el país seguirá desgobernado (incluso cada vez más desgobernado, a extremos ridículos, como con esa presidenta del Congreso que no es más que la subalterna de Rajoy), la corrupción continuará campando por sus respetos, el deterioro institucional seguirá imparable y la posibilidad de que vuelva a ser presidente del gobierno un sujeto de la catadura moral e intelectual de Rajoy, una probabilidad muy clara.
Es una vergüenza, un desastre sin paliativos que, siendo mayoría los diputados partidarios de un cambio de gobierno, este no se haya producido. Una vergüenza, un desastre, y da una imagen lamentable de la capacidad de los políticos responsables, especialmente de Iglesias, Rivera y Sánchez, por ese orden. Iglesias sigue vetando a Rivera y empujando al pacto al PSOE al tiempo que lo insulta y zahiere; Rivera es incapaz de librarse del PP y sigue a su incondicional servicio; Sánchez no consigue entenderse con los indepes catalanes por su obstinación en negarles sus derechos.
Entre tanto, el presidente de los sobresueldos cada vez más feliz en su tarea de seguir hundiendo el país en esta sima de ignominia y corrupción. El Parlamento, un cámara inservible para el PP desde el momento en que no tiene mayoría absoluta, no pinta nada bajo mandato de una presidenta que pide permiso al del gobierno hasta para suspirar. Esto permite que, con la ayuda de C's, Guindos escurra el bulto del pleno y haga una comparecencia de pacotilla para explicar el escandalazo mayúsculo de haber enchufado (según su inveterada costumbre) a un dimisionario por presumida corrupción para un puesto de sueldo estratosférico y actividad simbólica. Una prueba más de la corrupción general en que vive esta organización de presuntos delincuentes.
El gobierno en funciones, autodeclarado en rebeldía frente al Parlamento, con la valiosa ayuda de un Tribunal Constitucional obediente al mando como la presidenta del Congreso, continúa con sus nombramientos a dedo, no sometido a ningún tipo de control. Hace un par de días renovó a la ex-esposa del presunto corrupto Rato como presidenta de Paradores Nacionales con un sueldo de 14.000 euros al mes. Y no sucede nada.
¿Y qué me dicen del hecho de que la inenarrable Rita Barberá no solamente no haya sido desposeída de su inmerecida inmunidad y entregada a la justicia, sino que ha sido nombrada presidenta de dos comisiones del Senado? ¿Y el nombramiento de ese prodigio de educación y elegancia, Celia Villalobos, como presidenta del Pacto de Toledo?
Lo dicho: los responsables directos de esta indignidad y vergüenza generalizadas están claros: el sobresueldos y la organización de compadres que preside, dedicada al expolio patrio. Pero ¿y los indirectos? ¿Qué pasa con esos políticos que, pudiendo poner fin a este espectáculo denigrante, lo toleran?
¿Es que no ven que, además de robarnos, se ríen de nosotros?
¿O ellos también lo hacen?