La entereza y la decisión que están demostrando Pedro Sánchez, el Comité Federal del PSOE, el partido mismo y sus votantes son un aire de esperanza para la renovación de la enquistada y putrefacta situación española. Sánchez no es un radical, extremista, antisistema, como a veces lo presentan los medios del PP. Tampoco es un adocenado, vendido a la derecha y al neoliberalismo, como suelen presentarlo los propagandistas de Podemos. Es un líder de la izquierda democrática, moderada, reformista, de nivel europeo. El único que, hasta la fecha, aduce motivos de principios y no puros cálculos tácticos para justificar sus decisiones.
Eso los tiene a todos de los nervios.
El presidente de los sobresueldos, fiel a su espíritu franquista, quiere gobernar sin oposición, como dice el mismo Sánchez. En realidad, quiere gobernar como en la Xª legislatura de mayoría absoluta: sin tener en cuenta al Parlamento; sin Parlamento. (Por cierto, a eso contribuyó entonces el PSOE no osando presentar una moción de censura). Y quiere gobernar sin programa y sin un solo compromiso que lo obligue a limpiar el cenagal en que convertido España. Formula un chantaje trufado de amenazas: yo o terceras elecciones, porque debe de pensar que está en su mano impedir un gobierno alternativo. ¿Cómo, por cierto? Pónganse en lo peor. Esto es España.
El presidente de los sobresueldos, fiel a su espíritu franquista, quiere gobernar sin oposición, como dice el mismo Sánchez. En realidad, quiere gobernar como en la Xª legislatura de mayoría absoluta: sin tener en cuenta al Parlamento; sin Parlamento. (Por cierto, a eso contribuyó entonces el PSOE no osando presentar una moción de censura). Y quiere gobernar sin programa y sin un solo compromiso que lo obligue a limpiar el cenagal en que convertido España. Formula un chantaje trufado de amenazas: yo o terceras elecciones, porque debe de pensar que está en su mano impedir un gobierno alternativo. ¿Cómo, por cierto? Pónganse en lo peor. Esto es España.
La decisión de ayer del Comité Ejecutivo del PP y la retranca de Rajoy, riéndose de Rivera y sus famosas seis condiciones, han aniquilado a C's. Estos partidos emergentes son de una tosquedad política patética. Probablemente por ser partidos de aluvión. La única respuesta posible de Rivera a la afrenta de Rajoy de ayer es retornar al "No" y retirarse un poco a meditar si no le interesará mucho más pedir al PSOE la novación de su trato de diciembre.
Los de Podemos también piafan inquietos, mientras parchean las habituales broncas internas de la "verdadera" izquierda. Estaban seguros de que Sánchez (despreciable socialdemócrata al fin y al cabo) se abstendría en segunda vuelta. No estaban preparados para el NO es NO. Pedían con retintín al socialista que se decidiera por el PP o por ellos. Ahora, silencio. Admiten que el PP puede fracasar y recuerdan que están dispuestos a hablar con el PSOE. El recuerdo de la última vez que lo hicieron no anima a confiar en ellos. Aunque ahora quizá sean más de fiar, pues la alternativa es una tercera consulta electoral de la que pueden salir trasquilados. Eso, si no gana la partida en el interior el sector anguitista del sorpasso, dispuesto a que en España gobierne el Cid Campeador antes que el PSOE.
Con los nervios a flor de piel está la vieja guardia socialista, los caballeros de la transición, los jubilados solemnes, el consejo o sanedrín informales de los ancianos. Todos a una piden la abstención del PSOE sabedores de que eso es gobierno del PP. Y el asunto está enconado porque toma forma de un debate interno ideológico/generacional que nadie quiere reconocer como tal, unos por soberbia y otros por elegancia. Los sacerdotes encuentran mucho eco en los medios. El País es su portaaviones. Por contra, los del NO es NO apenas tienen acceso a los medios, pero dominan las redes. Un signo también de los tiempos. A favor del "Sí" (la abstención es un "Sí", dejémosnos de tonterías) guerrean los grandes jefes y los hoplitas. Detrás del Felipe González de que gobierne "el que no lo merece", publica ayer un artículo José María Maravall titulado El Desconcierto que no glosaré por encontrar la argumentación artificiosa y falsa. Basta considerar dos objeciones que responden a dos hechos objetivos e incontrovertibles: a) todo el comparativismo de Maravall descansa sobre el supuesto de que España es una democracia homologable a las europeas y eso no es una tesis que comparta todo el mundo ni mucho menos; b) en las más de 1.900 palabras del artículo sobre la situación política española ahora mismo no aparece ni una sola vez la palabra "corrupción". Eso es más que un error o inadvertencia; es complicidad y encubrimiento.
Sin embargo, este aspecto es decisivo. Porque se pide dejar gobernar a un partido literalmente comido por la corrupción, que tenía -y puede seguir teniendo- maquinarias para organizar mejor el saqueo de las arcas públicas, en todas partes, a todos los niveles, como esa trama organizada en el Ayuntamiento de Valencia para administrar y repartir los cuantiosos ingresos de las mordidas. Un partido que ha colonizado las instituciones con sus deudos y allegados y desmantelado todo lo público en interés de núcleos privados de poder financiero, económico, político, pero todos suyos. Lo más llamativo de esta corrupción es el grado en que está permeado también el tejido empresarial. Se quiere que gobierne un partido que es presunta delincuencia organizada. Cinco investigados por los tribunales tuvieron que ausentarse ayer del Comité Ejecutivo para que la granujería no cantara demasiado y nadie, ni ellos, podría una mano en el fuego por los asistentes.
Se pide igualmente dejar gobernar a un hombre cuya ejecutoria en su anterior gobierno es un desastre, el político peor valorado de la democracia desde hace años, sospechoso habitual de comportamientos ilícitos o inmorales o ambos; un hombre sin palabra (que es lo único que vale en una persona), sin prestigio alguno, sin crédito; un embustero descarado y sistemático. Un incompetente, marrullero al que su país importa una hija, su gente menos de una higa y solo se interesa por el futbol. Un devoto franquista al que le gustaría gobernar no como presidente democrático sino como dictador a la vista del desprecio que tiene por el Estado de derecho. Uno capaz de dejar en ridículo a otro líder político aprovechándose de su ingenuidad, su oportunismo y su inexperiencia. Un tipo sin principios y sin la capacidad mental para, al menos, intentar fingirlos.
NO es NO.
NO es NO.