Los analistas políticos suelen enfocar sus interpretaciones basándose en elementos políticos (como es lógico) y también jurídicos, económicos, sociales, etc. Rara vez abordan cuestiones caracteriológicas. Los cotilleos en que suelen caer con frecuencia tienen poco que ver con consideraciones de tipo psicológico. Y, sin embargo, estas suelen ser decisivas. Por ejemplo, España lleva más de cuatro años gobernada por un personaje indigno porque indigno es quien falta a su palabra y más si lo reconoce, como hizo en su día Rajoy, y hasta se jacta de ello. Ese fue su comienzo: mentir para ganar las elecciones de 2011 y, acto seguido, incumplir todos sus compromisos. Faltar a su palabra y sentar así un ejemplo de bajeza moral que ha acabado por impregnarlo todo
La política tiene mala fama. A ella le gustaría ser comparada con las justas medievales de caballeros, pero la opinión común la asocia más bien a la picaresca. Aun así, la picaresca también tiene sus puntos de honor, como saben los lectores de El Lazarillo de Tormes. La situación de la España oficial desde 2011 está muy por debajo de la picaresca. El hombre sin palabra que ocupó la presidencia se rodeó de un equipo y se apoyó en un partido (a su imagen y semejanza) que no le iban en zaga en punto a inmoralidad y falta de escrúpulos.
Con una arrolladora mayoría absoluta, la X legislatura es la historia de una involución democrática brutal. Los gobernantes, todos ellos neofranquistas de raíces biológicas y/o ideológicas, carentes de cualquier convicción democrática, tomaron el Estado al asalto por considerarlo cosa suya. Todo quedó sometido a su arbitrariedad: los medios públicos y bastantes privados, férreamente controlados; el Parlamento, ignorado; la Judicatura constantemente agredida en su independencia, la administación pública al servicio de sus inquinas políticas. Y el saqueo del erario ha sido generalizado, alcanzando la corrupción cotas nunca vistas y la Iglesia, como siempre, un Estado dentro del Estado. Retroceso de todas las libertades y derechos, legislación autoritaria en todos los órdenes, impopular y clasista a extremos rabiosos.
El ataque a la democracia y al Estado de derecho fue y es tan arrollador que dejó desconcertada a la oposición de entonces. Y desconcertada sigue. En la X legislatura coadyuvó con su ineficacia e inacción a mantener la superchería de que una presunta asociación de malhechores fuera un partido político y que un gobierno tiránico, que no respetaba la división de poderes, tuviera algo que ver con un Estado de derecho. El desconcierto, la inactividad, acabaron por convertirla en cómplice de la deriva dictatorial. Una dejación de funciones del PSOE sobre todo que explica el surgimiento de Podemos.
Pues bien, la complicidad con la deriva dictatorial puede convertirse ahora en complicidad con esta especie de golpe de Estado en diferido por el que un gobierno en funciones se declara en rebeldía frente al Parlamento, interfiere en el Tribunal Constitucional y adopta decisiones sin tener competencias para ello en el asunto más grave hoy en España que es el de Cataluña. Todos los intentos de empujar a Pedro Sánchez y al PSOE a permitir un gobierno de los mismos indignos personajes implica una aceptación del oprobio y una complicidad con sus causas.
NO es NO. El oprobio no puede seguir. Las izquierdas tienen que ser capaces de acordar un gobierno, haciendo a un lado cualesquiera consideraciones tácticas. Sobre todo Podemos tiene que ganarse la confianza perdida deponiendo de una vez su proyecto de fagocitar al PSOE y aceptando su posición de segundo orden en la alianza.
Lo contrario es ir a tercerass elecciones. La minibomba del CIS de ayer apunta en la dirección del sentido común. En unas nuevas elecciones, Podemos cae y también lo hace el PP; el PSOE sube. Exactamente ¿en cuánto? Esas son ya cosas de cifras, en las que la cocina del CIS tiene manga ancha. La cuestión es clara y pertenece a un horizonte de esperanza. Si el PSOE mantiene su NO, será un faro de un voto regeneracionista que movilizará a mucha gente. Querer frustrar esa esperanza, como tratan de hacer los barones y jarrones del PSOE, significa devolver a este a la complicidad con el oprobio.
NO es NO. No haya miedo. Que los partidos deben entenderse es obvio. Que deban hacerlo a calquier precio, por ejemplo, al de prolongar el oprobio por el chantaje del presidente de los sobresueldos no lo es en absoluto. Antes está preguntar de nuevo a la gente y que la gente diga si quiere seguir en el oprobio o librarse de él.