Ayer fuimos a visitar la casa-museo de Karl Marx en Treveris, que está casi a tiro de piedra de Luxemburgo, en donde nos encontramos. Se llama casa-museo por llamarse de alguna forma porque de museo tiene poco; nada. Se trata de la casa natal del autor de El Capital sin nada dentro, sin muebles ni pertenencias, solo la paredes desnudas cubiertas por una densa infografía de la vida y obra de Marx, desde su nacimiento hasta el fallecimiento de Engels y algún tiempo después con explicaciones sobre Eduard Bernstein, la polémica del revisionismo y los debates de la Segunda Internacional, con August Bebel, Karl Kautsky, etc. Más que un museo es una detallada información sobre la vida y obra del genio de Tréveris y la obra que dejó detrás.
La casa es propiedad del SPD y está administrada por este a través de la Fundación Friedrich Ebert. Es decir, se trata de una exposición concebida con espíritu socialdemócrata. Lo cual es lógico. Si hubiera sido propiedad del Partido Comunista de Alemania que, como todos los partidos comunistas, siempre ha sostenido tener una relación más sincera con Karl Marx, el tratamiento hubiera sido muy distinto. Al serlo de la socialdemocracia, su visión de la historia tiene sus peculiaridades. La primera de todas, que hace hincapié en la aportación engelsiana, muy en el espíritu socialdemócrata. Marx se nos aparece a lo largo de la exposición casi como un elemento más de una muestra que se refiere en realidad a la configuración de una doctrina marxista claramente del lado Engelsiano, esto es, centrada en la llamada "concepción materialista de la historia". Mucha menos referencia a otros aspectos teóricos de la doctrina, como pudieran ser la dialéctica, la crítica de la economía política, la plusvalía. el fetichismo de la mercancía, la alienación, etc. La concepción materialista de la historia, el materialismo histórico, que se llama, acuñado por Engels y sistematizado por Karl Kautsky, es el elemento decisivo.
El contenido del materialismo histórico reside en sostener que no son las ideas las que cambian el mundo sino que son las condiciones materiales de vida las que infuyen definitivamente sobre las ideas. Esa es la conclusión profundamente errónea del idealismo, singularmente el de Hegel. Por eso era necesario de acuerdo con la pareja de amigos al escribir La ideología alemana, "poner a Hegel al derecho", con los pies hacia abajo y la cabeza hacia arriba pues él solo había invertido la posición.
Esta visión tan conservadora, en cierto modo casi Biedermeier del marxismo de pronto me suscitó una posible respuesta a la pregunta que siempre me he planteado, en concreto: ¿Cómo es posible que una doctrina que ha fracasado en todas sus predicciones, como el marxismo, conserve tanta fuerza y actualidad? Parece bastante claro que hoy día no se puede ser marxista pero, al mismo tiempo, tampoco antimarxista. ¿De qué modo cabe salir de esta paradoja? La respuesta he ido a encontrarla en la casa de Karl Marx y la teoría del materialismo histórico, según la cual, reiterémoslo, no son las ideas las que mueven el mundo y lo trasforman, sino que son las condiciones materiales de existencia las que determinan las ideas. Las ideas no crean la realidad sino que explican o interpretan las condiciones materiales de existencia. Ahora bien, ¿que es la concepción materialista de la historia y el materialismo hitórico sino una idea? Es la pescadilla que se muerde la cola. El marxismo se mantiene contra toda evidencia en contrario porque es irrefutable, ya que forma un bucle: la idea que más poderosamente ha cambiado el mundo en los últimos ciento cincuenta años, el marxismo, consiste en sostener que las ideas no cambian el mundo. En el fondo, se trata de una paradoja similar a la de Epiménides el cretense.