La proposición que hacía ayer Palinuro en su post titulado Una propuesta de izquierdas, para la constitución de un gobierno de progreso en España partía de la ingenua suposición de que los líderes de izquierdas se interesaban de verdad por su país y sus conciudadanos y no por sus intereses personales o sus egos narcisistas; más por el bien general que por el propio. Un error. Los líderes de la izquierda -Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en este caso- no se interesan por los asuntos del común ni consideran en serio la posibilidad de aportar soluciones a sus problemas. Ellos, los suyos, sus partidos, sus posibilidades, sus escaños, sus alianzas, sus simpatías y antipatías, sus victorias electorales; eso es lo que les mueve. Tienen el vuelo de la gallina. Nada más. Y carecen de todo crédito. No es solo que sus dichos y sus hechos no tengan altura, ni interés ni, en el fondo, dignidad. Es que responden a cálculos tan miserables y a corto plazo que producen vergüenza.
Estamos ya en la precampaña de estas elecciones a las que nos ha llevado su lamentable incompetencia (disfrazada, como siempre en España de palabras altisonantes y grandes proclamas) y su incapacidad para forjar una unidad operativa de la izquierda y, por lo que se ve, así seguiremos. Los líderes soltando grandes frases en las que hay mucho "histórico", mucha "mano tendida", mucho "principio" y mucha verborrea, y sus seguidores, inasequibles al desaliento, como los de Franco, disculpándolos con las aburridas mentecateces de rigor: que el PSOE no es de izquierda, que Podemos quiere la independencia de Cataluña y que el Pisuerga pasa por Valladolid.
Vendrán las elecciones, volverá a ganar la derecha y tendremos cuatro años más de políticas sociales y económicas dictadas por la patronal más depredadora; cuatro años más de destrozar los servicios públicos, dejarnos sin educación, sin sanidad, sin pensiones, sin nada. Pero estos dirigentes, verdaderos mindundis encantados de haberse conocido, no reconocerán responsabilidad alguna en su fracaso. Como no han reconocido su responsabilidad en el fracaso de las negociaciones tras el 20 de diciembre porque, para estos pigmeos de la política, la derecha debe admitir su responsabilidad cuando la pifia (que es siempre) pero eso no reza con ellos. Ellos nunca son responsables de un fracaso electoral sino que, en todo caso, lo será la otra fuerza de la izquierda o los electores, que son unos vagos que se abstienen o unos estúpidos que votan al partido equivocado. ¿Ellos responsables por no saber gestionar una victoria electoral, por no ganar las elecciones, que es lo único que les importa? En absoluto.
Ayer hubo dos noticias sobre los jefes de las dos grandes fuerzas de la izquierda española que demuestran palmariamente lo que aquí afirmamos: no hay pacto de gobierno de izquierdas porque ninguna de las dos, Podemos/IU y PSOE, lo quieren, porque lo que quieren no es echar a la derecha del gobierno, sino destrozarse la una a la otra. Imponerse como la fuerza hegemónica de campo, aunque el país haya de soportar cuatro años más de un gobierno de ladrones y neofranquistas. Pablo Iglesias concedió una entrevista a Público en la que da rienda suelta a su fondo real más hipócrita, autoritario y narcisista y Pedro Sánchez toma medidas entre autocráticas y ridículas, mostrando una personalidad tan alejada de los intereses de la gente como preocupada por su destino, su puesto, su cargo. Realmente es imposible que estos dos se pongan de acuerdo en nada. Se conocen el uno al otro y ya ni lo intentan. Se limitan a actuar esquinadamente para poder echarle la culpa del fracaso al otro. Nada más.
Iglesias sostiene que su "feeling" con Madina podría haber facilitado la unidad de acción con el PSOE. Esto es, la unidad no depende de su conveniencia o necesidad objetivas ni en ella pintan nada los círculos, asambleas o bases, sino que dependen del "feeling" del líder con el otro.
El "sorpasso" no es ganar al PSOE, sino al PP. Iglesias repite esta mentira siempre que puede por si cala. Pero la adoba en todo momento con críticas más o menos jesuíticas a los socialistas (ya no habla de "cal viva" porque no le interesa) y la desmiente con sus alabanzas continuas a Anguita de quien en definitiva, confiesa que es la obra de la unión Podemos-IU como, por lo demás, va trompeteando por ahí el mismo Anguita. Y si hay alguien en el mundo que ignore que Anguita solo se ha movido y sigue moviéndose por odio al PSOE es que probablemente más que el mundo, está en el limbo. Esta unidad de acción de la izquierda no es para derrotar al PP sino al PSOE; es un pacto en contra del PSOE.
No le preocupa al entrevistado que lo acusen de haberse puesto a la vera de los comunistas más anquilosados. Al contrario, lo interpreta como señal de victoria, pero reconoce que, cuando el PP y C's formulan esta acusación de comunismo están utilizando un lenguaje siniestro. Él mismo lo dice.
Según él, la petición de unidad es un clamor, un tsunami de unas bases convertidas aquí en multitudes aclamatorias al paso del amado líder. O sea, la unidad no viene porque los sondeos estuvieran señalando un desfondamiento de Podemos, coincidente con la muy baja valoración de su líder (de la que nunca habla) y le venía bien el millón de votos de IU, ni con la ruina económica de IU que apenas tiene para pagar las nóminas, sino que son los enfervorizados creyentes en la dotrina del gran jefe las que la imponen. Y a ella espera que se una el PSOE sin dejar por un momento de hacer nada por impedirlo ni propiciarla leal y sinceramente jamás.
Insisto: creo que es el texto más hipócrita y taimado que he leído nunca.
A su vez, Pedro Sánchez ya ni se molesta en disimular que no quiere ni oír hablar de unidad de acción con Podemos. Su actitud es de franca hostilidad a la idea y sus reacciones claramente autoritarias por ver si consigue afianzar su tambaleante figura. Obliga a Ximo Puig a comerse con patatas su pacto con Compromís y Podemos para el Senado y responde con un grosero "no, gracias" a la oferta del partido morado de listas conjuntas al Senado. Si fuera de buena voluntad, no solamente aceptaría esas listas sino que, como en el poker, las "vería" y pondría una acción común PSOE-Podemos-IU para el Congreso. No solamente no lo hace sino que ni siquiera se molesta en explicar por qué niega a Ximo la posibilidad de su lista, a pesar de que es el único que lo ha intentado, virtud de la que él mismo presumía no hace mucho en relación con su pacto con C's: que eran los únicos que lo habían intentado.
A estos modos autocráticos añade Sánchez otra medida de autoridad de risa. Siempre para fortalecer su imagen frente a su propio partido, ha nombrado un gobierno en la sombra compuesto por un puñado de fantasmas del pasado, como Borrell, y una recua de "siseñores" obsequiosos, tipo Patxi López que parecen sacados de un manual del Buen Juanito del siglo XIX. No es un gobierno en serio lo que ha nombrado sino un consejo asesor de pelotas.
Ninguno de los dos, carentes ambos de grandeza y empuje, quiere la unidad de la izquierda. Iglesias jalea a los suyos hablando de un "sorpasso" imaginario al PP del que está convencido que es imposible y el PSOE rechaza ir del brazo con quienes pretenden "fragmentar España" y ahondar una "crisis de convivencia en Cataluña" que se ha inventado Sánchez. Cree que con esto rebañará votos nacionalcatólicos que le permitirá luego pactar con C's como la opción de centro. Si consigue convencer al electorado de que los de C's no son el partido de derecha extrema que parecen sino una derecha civilizada, este cálculo puede ser acertado y hacerles ganar las elecciones a los dos.
Lo que sucede es que, para ello, tendrá que impedir la realización del referéndum a toda costa. Y una victoria basada en una injusticia, nunca será una verdadera victoria.