Que Anguita sea el faro, la luz que guía la singladura de esa nueva formación que los medios llaman emergente ya dice todo sobre su naturaleza y carácter. Un hombre que lleva cuarenta años en política erre que erre y jamás ha hecho otra cosa que fracasar, se postula como el visionario del triunfo. Y la tropa de anguitillas que tiene en Podemos lo sigue con los ojos cerrados. Muy, muy cerrados. Igual que sus molleras. 40 años destruyendo las posibilidades de la izquierda a la que llama transformadora como podía llamarla golondrina porque nunca ha transformado nada. Alguien que jamás ha tenido una sola idea, salvo destruir el PSOE, dividir la izquierda y conseguir, en su mejor momento, que Aznar y los jenízaros del neoliberalismo llegaran al poder.
Ese fichaje inenarrable, en realidad, dibuja la claudicación de Podemos. Los que iban a revolucionar el campo trillado de la política y sus trampas maniqueas de derecha/izquierda no tienen discurso o tienen una melopea pedante copiada de los sudamericanos. Los que traían en sus mochilas una izquierda nueva, a imagen de los soldados de Napoleón el bastón de mariscal, una izquierda distinta, no contaminada con los partidos viejunos, los comunistas y los socialdemócratas, se ponen en manos de los comunistas, esos camaradoskis que siguen hablando como los apolillados leninistas. Los que iban a asaltar los cielos ahora se contentan con un 20% del voto y, como las gallinas en el corral, se pelean por unas décimas arriba o abajo. Los que iban a echar a la casta y limpiar los establos del Rey Augías con el poderoso río de su retórica revolucionaria andan escudriñando los sondeos y se queman las cejas viendo si d'Hondt los pondrá por delante o por detras de Sánchez, Pérez o López y están en la política de cabildeos, comisiones y comités. En el compadreo de los cargos, los puestos o los enchufes.
Anguita es el referente intelectual de los revolucionarios de parterre, unos anguitillas que todavía no ha explicado exactamente en qué es referente este prodigio de la más huera incompetencia; qué libro, que teoría, que propuesta o idea incorpora esa referencia. Por más que se busque toda la aportación intelectual de este ampuloso ergotizador lo único que aparece es esa jaculatoria de "programa, programa, programa", versión secular del sanctus, sanctus, sanctus, dominus meus sabaoth de la eucaristía.
En realidad, ni Anguita ni los anguitillas sirven para nada. Ni para aprender algo tan elemental que avergüenza recordarlo: que en democracia, la política que solo se hace a la contra no prospera; la política del rencor y el odio no funciona. Eso solo funciona en las dictaduras. La política nazi contra los judíos funcionó, según sus sangrientos criterios. Una política consistente tan solo en ir contra el PSOE y buscar su sorpasso, pero sin tener ninguna propuesta positiva en sustitución de la socialista, salvo quítate tú para que me ponga yo, no funcionará. La gente no es tonta.
En democracia no se resta; se suma. Pero no mecánicamente, como creen los estrategas de Podemos, sino dialécticamente y de eso, es obvio, no tienen ni idea. Asustados de ver que el partido morado se desangraba en intención de voto y que la IU de Garzón mantenía un millón de electores, los de Podemos decidieron dar la vuelta a la situación, hacer realidad el sueño de su jefe intelectual, Anguita, arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda a base de sumar más votos que aquel. Y para ello calcularon que, si se juntan las siglas, se juntarán los electores por la misma razón por la que, si juntamos las cañadas, juntaremos los rebaños.
Es verdad que, en su marasmo, dirigido por una especie de Golem de Rubalcaba, el viejo PSOE puede acabar devorado por Podemos. Pero eso no es tan fácil, sobre todo si, para ponerlo en práctica se procede a una ocultación de las siglas políticas de partida, una ocultación del Partido Comunista de España y una ocultación de Iquierda Unida (IU). Porque toda la pelea por la fusión gira en torno a qué hacer con las siglas, esas de las que tan orgullosos están, pero en la intimidad de cada cual. La mala fe se denota en que tratan de presentarse al electorado con un nombre nuevo que oculte la presencia de otras opciones en su seno. Ignoro si los votantes de Podemos sabían que votaban al PCE igual que los del PCE si sabían que iba a votar a Podemos, pero les interesa saberlo. Lo contrario, en el fondo, es una estafa. Y más que una estafa: ¿qué es eso de presentar una opción "asamblearia", estilo 15M, cuyo corazón es otra jerárquica, como IU cuyo corazón, a su vez, es el PCE, un partido que, en el fondo de su alma es totalitario? Un evidente intento de engaño. Porque, si no quisieran engañar a la gente, habrían disuelto las organizaciones ocultas. Pero no pueden hacerlo porque se basan en ellas para engañar.
¿Que tiene de izquierda engañar a la gente?
¿Que tiene de izquierda engañar a la gente?