Esto es de manual.
La alcaldesa de Berga, de la CUP, desobedece una citación judicial y argumenta que lo hace porque su organización propugna la desobediencia a las decisiones de las autoridades españolas. Para el próximo 7 de mayo, la misma organización ha convocado una manifa en apoyo de los cargos imputados-investigados. Porque ya prevé que habrá más. Y, en efecto, sin duda los habrá. La desobediencia civil es un comportamiento contagioso y que tiene un valor de estímulo o incitación moral. Empieza uno en un pueblo; siguen tres en dos plazas; se suman 14 en varios campos y paseos; acuden doscientos en diversas localidades.
Imparable.
¿Para qué queremos gobernantes, a ser posible que se enteren? Muy sencillo porque, en nuestras sociedades muy complejas y fragmentadas, nadie es responsable del conjunto de la acción salvo, precisamente, el gobernante. La juez solo puede volver a citar a la alcaldesa de Berga; el policía solo podrá detenerla o acompañarla; el carcelero, chaparle la puerta; el periodista, únicamente dar la noticia; la gente, limitarse a mirar y, quizá, prepararse para seguir su ejemplo. Nadie tiene ni puede tener una visión de conjunto, que entienda todas las facetas; nadie es responsable de la totalidad; solo de la parte que le corresponde.
Únicamente el gobernante tiene una visión de gran angular, es responsable de lo que suceda, debe considerar todos los aspectos, sopesar todas las circunstancias y tomar la decisión más acertada para el conjunto.
El gobernante, la persona con visión, decisión y liderazgo.
No un botarate bulbuciente que no entiende nada ni se considera responsable de ninguno de los desastres que ha provocado con su incompetencia.