La vicepresidenta, a la que algunos llaman "Menina" y otros, más pérfidos, Maribárbola, anunció ayer, viernes, en rueda de prensa posterior al consejo de ministros, que el gobierno no pensaba comparecer en el Congreso a petición de este porque no está obligado a hacerlo pues fue investido por una Congreso anterior que ya no existe. De ahora en adelante, los conflictos que se den entre gobierno y Congreso habrán de dirimirse en la juisdicción contencioso-administrativa.
Es decir, la portavoz del gobierno se declaraba abiertamente en rebeldía y se ponía por encima del Congreso. Daba un golpe de Estado, al negarse a reconocer la competencia del Parlamento, constituido con arreglo a derecho, para controlar el gobierno.
El Sobresueldos, al amenazar a los catalanes (lo único que hace últimamente) los avisó de que, aunque el gobierno estuviera en funciones, la Constitución estaba plenamente vigente. Y la Constitución dice con toda claridad que el gobierno responde solidariamente ante el Congreso de los diputados. No este gobierno o aquel, no un gobierno en funciones o de pleno derecho. El gobierno. Punto. O sea, el órgano que preside el Sobresueldos y vicepreside Maribárbola.
Este gobierno no ha comparecido mucho ante el Parlamento al que, por su talante franquista, desprecia, ya que de 105 peticiones de comparecencia de la pasada legislatura solo respondió a cinco. Pero ahora, en efecto, se trata de otro Parlamento, uno que, es de esperar, muestre mayor dignidad y valor a la hora de defender sus prerrogativas frente a un gobierno que, según doctrina universalmente admitida, no puede ser otra cosa que un comité gestor de asuntos de la cámara. En su título V, la Constitución vigente obliga al gobierno en su conjunto y a cada uno de los ministros por separado a comparecer cuando la cámara lo reclame reglamentariamente.
Es fácil de entender que para esta asociación de presuntos malhechores y franquistas palmarios, que se hicieron con el poder ilegítimamente, mintiendo en las elecciones de 2011, respetar los usos parlamentarios de una democracia es sumamente incómodo. Para ellos es más sencillo un sistema en el que el gobierno hace lo que le da la gana, ignora el órgano legislativo, actúa mediante decretos-leyes y no da cuentas nunca a nadie porque no. Es su estilo. El de Franco. El que han mantenido estos cuatro años, aprovechándose de una mayoría absoluta de diputados serviles en el Congreso, dispuestos a aplaudir y no cuestionar.
Pero las cosas han cambiado tras el 20D. El Parlamento se ha constituido y está en funcionamiento en pleno derecho. El gobierno esta en funciones, precisamente porque el Parlamento anda en la tarea de sustituirlo por otro que refleje mejor su composición. Pero, por estar en funciones, no queda libre del control parlamentario y sigue siendo un órgano con derecho a actuar siempre que goce de la confianza de la cámara.
Al declararse en rebeldía y negarse a comparecer, el Sobresueldos y Maribárbola se sitúan fuera de la legalidad constitucional y dan un verdadero golpe de Estado.
Ahora veremos si toda la cháchara de los partidos sobre el cambio, el progreso y la regeneración sirve para algo o es pura pantomima. Ante el reto franquista lanzado por esta banda de presuntos malhechores, todas las demás cuestiones pasan a segundo plano. El Parlamento no puede tolerar este desacato y tiene que actuar en contundencia. A ver si, por fin, recupera algo de la dignidad que perdió durante cuatro años, convertida en una cámara de tiralevitas.
Como el ataque es contra la Cámara en su conjunto, lo primero sería un pleno extraordinario con una moción de reprobación del gobierno en pleno y un aviso de que, de no comparecer a rendir cuentas en el plazo que se le indique y sobre lo que se le indique, el Parlamento comenzará los trámites para destituir al gobierno en un procedimiento extraordinario justificado por la rebeldía del ejecutivo.
Señorías: el Parlamento es el órgano máximo de poder del Estado. Es depositario de la soberanía popular. Puede hacerlo. Y debe.