dilluns, 3 d’agost del 2015

Cuenta atrás en Cataluña.


Los de El País tiran con bala. Titulan fracaso de hoja de ruta de Artur Mas, antes con el deseo que con el teclado. ¿Fracaso? Es difícil tildar de tal lo que no ha comenzado. ¿Hoja de ruta? La única que yo conozco es la que arrancará, si arranca, de las elecciones del 27 septiembre. Pongamos los pies sobre la tierra, no tan rápida como las nubes, pero más segura.

Con la firma del decreto de convocatoria de Elecciones, Mas activa una maquinaria compleja que terminará el 27 de septiembre próximo cuando se conozca la relativa fuerza parlamentaria de cada opción política. Entre tanto, el debate muy enconado es sobre al carácter plebiscitario o no plebiscitario de estas elecciones.
 
Hay un retén de guardia de juristas mientras Rajoy veranea na sua terra listo para impugnar el decreto de convocatoria si en él aparece el término "plebiscito" o similar. Admirable capacidad para las discusiones bizantinas. El decreto no contendrá la palabra porque no hay elecciones plebiscitarias en España y el efecto de convocarlas es el mismo que el de convocar "elecciones pachangueras", por ejemplo, nulo, cero, inexistente. Si las elecciones en cuestión son o no "plebiscitarias" dependerá de lo que en cada caso se entienda por plebiscito. Si se acepta la concepción tradicional, un plebiscito es una consulta excepcional con una pregunta específica que solo admite dos respuestas, "sí" o "no". Las elecciones en cuestión no pueden ser plebiscitarias desde el momento en que no hay una solución dicotómica sino una pluralidad de ellas en función de distintos matices. En consecuencia, es perder el tiempo impugnar decisiones que, de producirse, no son válidas en sí mismas.

Si las elecciones del 27 de septiembre son o no plebiscitarias dependerá de cómo las juzguen los participantes. Si a estos les da por decir que son plebiscitarias, lo serán en cuanto a sus resultados, según el teorema de Thomas. Por supuesto, no es difícil buscar una justificación racional para ello. Según el criterio de los soberanistas, las elecciones son un verdadero plebiscito, una opción dicotómica entre el "sí" y el "no" a la independencia. El "sí" son ellos, la lista por el sí y la CUP nacional. El "no", todos los demás. Cierto, estos querrán diferenciarse. No es lo mismo Podemos que el Procés constituent y así con los otros, muy celosos habitualmente de sus singularidades. Pero todos tienen un punto en común: de independencia aquí y ahora, de DUI, nada.

"Sí" y "no". Plebiscito al canto. Pero no importa. Rajoy ha dictaminado que las elecciones del 27 de septiembre no serán plebiscitarias, como se ve, con los mismo visos de acertar que cuando dijo que la consulta del 9N que se celebró el 9N, no se celebraría. Claro que, según él, no se ha celebrado y si el alguacil mayor del reino anda buscando a Mas para encarcelarlo será por algún otro misterioso motivo.

Vayamos ahora a los cálculos. Dice Iceta que si la Lista por el sí no obtiene más de 70 escaños (que fueron los de las autonómicas de 2012 para CiU y ERC, exactamente, 71) será un fracaso. Debiera contabilizar también los tres diputados de las CUP, lo que pondría el umbral del triunfo/fracaso de la lista, según Iceta, en 74. Hay sondeos que dan a ambos 75 diputados. En todo caso, la mayoría absoluta son 68 y no es disparatado pensar que los conseguirán, planteando de inmediato una DUI en España. Confían en una intermediación, intervención, advertencia de los demás países de la UE antes de que el gobierno español pase ya a ataques frontales a los derechos y libertades de los ciudadanos en algún (o algunos) lugar(es) de la misma capital catalana.

Efectivamente, como ya recitaban a coro los regeneracionistas, los de la generación del 98, los de la del 14, la solución a los males de la Patria se encuentra en Europa. En ese sentido, Cataluña es la más Patria de las tierras hispanas pues vive más pendiente de Francia que el resto del país, es más afrancesada. Y esa es la verdadera finalidad de las elecciones plebiscitarias/no plebiscitarias: contar los independentistas y los que no lo son para justificar la demanda de apoyo a los europeos, para que intervengan en el contecioso catalán y fuercen al nacionalismo español a negociar. Cosa bastante fácil, pardiez, ya que esta gran nación agibraltarada pinta menos en Europa que las tierras del Preste Juan.

Esa es la herencia que Rajoy va a dejar a su sucesor.