El lunes salimos todas las izquierdas a celebrar la valentía, la dignidad del pueblo griego que, con un 61% de "no" y un 38% de "sí", había dado una lección de coraje, soberanía y patriotismo a toda Europa, diciendo "no" a la Troika, al chantaje de los bancos, a mayores sacrificios del pueblo griego. Y el primero de todos, Palinuro, que concluía que la jornada había sido un éxito para Grecia y, curiosamente, redundaría en beneficio interno del PP, que pedía el "sí" y Podemos, que pedía el "no", mientras que el PSOE había metido la pata porque no se había declarado abiertamente a favor del "no" del pueblo griego y había jugado a la indefinición más timorata.
Dos días después, ya no estoy tan seguro. Verdad es, el "no" de los griegos es un "no" valiente. Pero también suicida, si no puede sostenerse después frente a la presión de los acreedores y ese mismo pueblo se ve luego obligado a aceptar las duras condiciones que querían imponerle e incluso agravadas. Tsipras aceptaba ayer las tres principales medidas que los griegos habían rechazado indignados el domingo anterior: subida del IVA, recorte de las pensiones y no reestructuración de la deuda. Y todo eso, ya.
Una volte face completa. Para ese viaje del "no" inicial al "sí" del miércoles, no hacían falta las alforjas. La situación ha dado un giro de 180º y ahora ya no está tan claro que los beneficiarios políticos del desastre griego sean el PP y Podemos y el PSOE, en cambio, haya metido la pata y se quede fuera. El 61% del apoyo popular era un mandato fuerte para que Tsipras negociara ¿qué? Obvio: un nuevo acuerdo con la Troika o la salida de la eurozona. Esta segunda posibilidad ya se desechaba antes de saber los resultados y, con estos en la mano, el nuevo acuerdo ha resultado ser el viejo y agravado.
El discurso de Tsipras en el Europarlamento para presentar las nuevas reformas se ha moderado mucho. Ahora ya no se presenta la calamidad griega como el resultado de una conjura de bancos y capitales que quieren arruinar a Grecia, sino, en gran medida, por las negociaciones de los gobiernos griegos en las cinco años anteriores a la llegada de Syriza al poder y las condiciones de los dos rescates anteriores. Y hay más: los griegos reconocen asimismo ahora en sede parlamentaria que la culpa de su situación es básicamente suya, a causa del clientelismo, la corrupción y la evasión fiscal que practicaron los gobiernos anteriores. Justamente los rasgos más acusados de la derecha en España y del PP en esta legislatura en concreto: clientelismo, corrupción y evasión fiscal, es decir, las causas de la crisis en este país, agudizada por los latrocinios de un partido que hasta los jueces consideran una especie de banda de ladrones. La crisis griega es, sobre todo, resultado del desastre griego y la española, resultado del desastre español. Es absurdo confiar en que van a sacar al país de ella los mismos que la ocasionaron.
Así que no es cierto que el PP vaya a beneficiarse del resultado del referéndum griego. Al contrario: aparecerá como la viva imagen de los partidos corruptos griegos y habrá de pagar su parte de responsabilidad en merma de apoyo electoral.
Y lo mismo le sucede a Podemos. Si el bravo "no" griego no puede mantenerse frente a la dureza de la troika y Syriza tiene que ceder y tragar lo que antes rechazó, afectará negativamente a la campaña de imagen de Podemos. Por supuesto, es muy fácil animar a otro a saltar en el vacío y aplaudirlo. Pero ¿qué puede o quiere hacerse después de que el otro se haya estrellado contra el suelo? Si no pude hacerse nada, si no cabe evitar que se estrelle, si no se puede impedir que, para mantenerla en el euro, la Troika imponga a Grecia condiciones más dacronianas, ¿cual será el discurso de Podemos?
Vendría así a resultar que, en definitiva, la posición ambigua, moderada, indecisa del PSOE era la más acertada. Lo siento por los amigos que firman el artículo de Público Grecia: el triste papel de la socialdemocracia porque da la impresión de que el triste papel es el de los articulistas.
Nadie en Europa quiere que Grecia salga de la zona euro. Pero nadie tampoco parece fiarse de los griegos excepto los de Podemos y otros izquierdistas que quizá estén sentando plaza de ingenuos. Tsipras reconoció en el Europarlamento que la desgracia griega no era de importación sino producida en la corrupción general del país, como en España.
Pero hay algo más, algo que, de ser cierto, dejaría a toda la izquierda no socialdemócrata en una posición ridícula mientras que dignificaría la actitud del PSOE. Se trata de la hipótesis, formulada por Ambrose Evans-Pritchard (el hijo de E. E. Evans-Pritchard, por cierto, gran teórico de la antropología británica) en el Telegraph de que, en realidad, Tsipras convocó el referéndum del domingo con el deseo de perderlo, lo cual mejoraría su posición de negociación, pues no se vería obligado a mostrar que el referéndum era un bluff. Bien pudiera ser cierto. Es hasta probable y no muy infrecuente en política. Cuando estas izquierdas ingenuas recuperen la serenidad quizá recuerden un chiste que circulaba mucho en los tiempos del referéndum en España y que describe muy bien estas complejidades de posiciones que se amagan y no pueden extenderse. Se decía que el referéndum se ganaría con seguridad si la pregunta fuera: ¿Quiere usted que España se quede en la OTAN con su voto en contra?