Lo soltó ayer Pablo Iglesias, no Palinuro, en los micrófonos de RNE: “IU no es rival en ningún caso. Su proyecto político está agotado. En ningún caso habrá siglas IU-Podemos en las elecciones generales”. Pim, pam, pum, que diría Carmona, esa especie de alguacil y cruz de los madrileños. Como están las cosas, según los resultados firmes de las elecciones pasadas y los sondeos de las venideras, esas tres negaciones son el toque de difuntos de Izquierda Unida.
Palinuro lleva meses diciéndolo y ha sufrido feroces tarascadas de los verdaderos creyentes en el glorioso futuro de IU y de los conversos que han abandonado el barco a la chita callando. Era evidente hace un año. Podemos iba a comerse a IU y al PSOE gracias a su nueva poderosa arma de los rayos catódicos. Y, en efecto, IU está reducida a cenizas con algún lánguido tizón arrimado a la astilla equivocada. Lo del PSOE ya es otra cosa. Casi, casi, la contraria. Pero eso merece consideración aparte. A lo que aquí estamos, Podemos ha fagocitado a IU. Insisto. No lo dice Palinuro sino Pablo Iglesias y con una expresión de cabeza de doble sentido:"IU no es rival en ningún caso".
Iglesias solo se imagina de director, concertino y solista. Admite ocasionales alianzas in partibus, como Galicia, Valencia y Cataluña y en el resto de España se impone la unidad popular que él imagina como un afluir de las masas bajo su dirección y compuestas únicamente de personas, de individuos, de ciudadanos, pero no de siglas, grupos, partidos, frentes o foros. Las masas afluyen gozosas; sus dirigentes han de pasar por las horcas caudinas de dejar fuera la parafernalia bélico-política.
¿La raíz de este criterio que los otros ven como una imposición ante la que se sienten impotentes? La doctrina leninista del partido como instrumento para el acceso al poder en una actitud pragmática, racional y escasamente romántica. Han salido a ganar, recuérdese, no a alimentar la cultura de la derrota.
¿Y las consecuencias para los demás? Depende. Dentro de la propia IU hay un territorio oscuro, un cuarto de máquinas en el que latía el corazón oculto de IU, el Partido Comunista de España. Si IU se desintegra, el PCE saldrá a la luz. Pero no parece que su porvenir vaya a ser mejor que el de su fracasada federación. Salvo, quizá, si se suma al sempiterno intento de Anguita de poner en pie una cruzada de verdadera izquierda para dar la batalla al bipartidismo que, en lo que a la estrategia se refiere, en realidad, quiere decir PSOE. Ello conduce al segundo impacto en IU, esto es, el que afecta a los proyectos más o menos coincidentes de Anguita, Lara y Garzón. Los dos primeros han sido fulminados por la negativa de Iglesias, y Garzón, con una carrera política recién estrenada, no tiene apoyo ni terreno en donde correr.
El joven político riojano reciclado en Andalucía señala el destrozo que la "imposición" de Podemos hace no solamente en IU, sino tambien en Equo, Anova, supongo que Izquierda Abierta. Pero no puede evitar la triste impresión de que es un lamento ante las ruinas de Palmira que, por cierto, habrá que replicar ahora con un nuevo lamento ante las ruinas de las ruinas de Palmira para dejar testimonio de la labor civilizadora del Estado Islámico. El lamento del vencido. En el mejor de los casos, pueden llegar a formar un coro de plañideras pero, como opción electoral, resulta poco atractivo.
En el caso de Podemos, la situación es sencilla: colaboración con el PSOE en los gobiernos en que sea posible y confrontación con la vista puesta en las elecciones de noviembre. Ahí, en esa competencia directa entre los dos partidos de la izquierda se determinará lo cierto o incierto de la pretensión del nuevo sorpasso: dejar al PSOE en segundo lugar frente a la oferta de una nueva izquierda que rompe todos los lazos con la vieja tradición comunista y propugna una verdadera socialdemocracia, muy distinta de la neoliberalizada del PSOE. El discurso tuvo un éxito fulgurante, suscitó un apoyo alborozado que luego ha recedido lo suyo. Bastante, incluso, y ha dejado al partido ante la ingrata tarea de conservar el músculo de salida durante medio año.
Lo principal para mantenerse altos en las preferencias populares es no ser incoherentes. El propio Iglesias riñe a Garzón y le pide coherencia. Justo la que él no tiene. Si descarta de modo tajante y sin apelación toda confluencia con IU ante la historia y los micrófonos de RNE sin haber consultado instancia alguna distinta de su conciencia, ¿por qué remite luego la formación de coaliciones en unas u otras comunidades a lo que decidan las asambleas? No digo que esto esté mal. Lo que digo es que es incoherente. Y es el moderado Palinuro. Ahí tienen ustedes al alguacil Carmona diciendo de Iglesias que “se levanta comunista, come socialdemócrata y se acuesta dando su apoyo a Álvarez-Cascos”.
Porque, al final, esa confrontación en el seno de la izquierda se dirimirá según usos de guerra medievales, a través de un combate singular entre sus dos paladines, Pedro y Pablo, ambos apóstoles del Señor que aprendieron con amargas experiencias el valor de la coherencia. Los dos justarán vistosamente en un terreno que les es muy favorable, el mediático. Y lo harán en un intercambio que nuestra época, empeñada en racionalizarlo todo, llama de juego de dos jugadores de suma no cero. Las pantallas se rinden ante ellos y ellos dominan las pantallas. Suma no cero a costa del tercer personaje, Rajoy, de quien los separa la misma distancia que separa a un maestro de esgrima de un troglodita.