La encuesta de Invymark que publica la Sexta, también conocida como telepodemos, parece inaugurar un tiempo nuevo de ascendencia consolidada de los dos partidos dinásticos, en especial el PSOE que se recupera a ojos vistas de las horas bajas zapateriles y postzapateriles. Y eso que seguramente el trabajo se hizo antes de que Sánchez sacara a pasear la banderaza rojigualda. Lo esperable es que la lluvia de oro y sangre haya insuflado anhelos patrióticos por doquier excepto en las tierras irredentas, como Cataluña.
La consolidación del PSOE como fuerza más votada contrasta con el bajísimo porcentaje de voto que se adjudica a Podemos, un insignificante 4,1%, casi para quedarse fuera del Parlamento. Los españoles no elegimos presidente del gobierno sino representaciones de partidos. Pero el significado viene a ser el mismo. Igualmente el gráfico representa lo que los españoles piensan que va a suceder, no lo que quieren que suceda. Si esa es la pregunta, las proporciones son sensiblemente distintas. Más de un 20% quiere ver a Iglesias de presidente, casi a la par con el actual, pero once puntos por debajo de quienes prefieren a Sánchez. Y también Rivera es menos deseado que Iglesias aunque, a la hora de decir quién ganará, esos mismos ciudadanos le den ventaja sobre Podemos.
Esta disonancia entre lo que la gente dice querer y lo que piensa que va a pasar es muy curiosa y seguramente se explica porque todo el mundo nos vemos como más abiertos, innovadores y partidarios del cambio pero no juzgamos por igual a los otros. La oscilación más pronunciada entre el deseo y la realidad (16 puntos) afecta a Podemos. Y es también Podemos quien aparece más entretenido perfilando su estrategia. El peligro de contaminación de los cenizos de IU se ha conjurado, aunque a costa de emplear un término que tiene escasa justificación desde un punto de vista ilustrado. Sobre todo porque quien llamaba cenizos a los de IU se quedaba luego colgado en un ascensor.
La estrategia apunta ahora al bipartidismo, término que cada vez se escucha menos. La pugna será con el PSOE por la hegemonía de la izquierda. Y es de esperar que en términos civilizados, sin ataques fuera de lugar ni juego sucio. Se trata de unas elecciones y lo lógico es que quienes a ellas concurren quieran ganar, superar a las otras. Así lo formula Podemos, que pretende superar al PSOE para llevar a cabo cambios históricos. Será más o menos realista, dada la facilidad con que los políticos se ven ya en la historia, pero es legítimo. Como legítimo es que el PSOE no se deje superar y se adjudique la tarea de realizar los cambios y, ¿por qué no? también históricos.
Lo curioso es a dónde ha ido Iglesias a situar la vía de superación del PSOE, a la cuestión nacional. Era imposible que Podemos no señalara el carácter grandilocuente, aparatoso, falso del patriotismo del abanderado. El patriotismo de tambor y estandarte. Pero este territorio es resbaladizo. ¿Cuál es, entonces el "verdadero patriotismo"? Aquí la respuesta puede ser doble: una, que no hay "verdadero patriotismo" y todo patriotismo es falso; dos, que sí, hay un "verdadero patriotismo". Este consiste en un proyecto plurinacional.
Y ¿qué es un proyecto plurinacional? Uno que emane del reconocimiento de España como nación de naciones. La determinación, incluso en esa forma de resonancias bíblicas, no goza de universales simpatías. Subsiste, además, el problema de cómo hacer realidad práctica, en el campo de la organización política y las normas jurídicas, esa alambicada fórmula de la nación de naciones. Los socialistas traen bajo el brazo una propuesta federalista que no saben ni como articular. Los de Podemos lo fían a un proceso constituyente para el que, como se ve, disponen de un apoyo entre el cuatro y el veinte por ciento del electorado y cuando llegue. Entre tanto, la legalidad vigente no permite autodeterminación alguna. La propuesta parece pensada para disgustar a los dos bandos en lid, el nacionalismo español (en cuyas filas está ya firmemente encuadrado el PSOE para terror del PSC) y el catalán en donde Podem es considerada como una fuerza netamente unionista.
Es posible que Podemos cumpla el viejo sueño de superar a los socialistas. Pero no será en el terreno nacional, en donde la más mínima ambigüedad se paga muy cara. La nación no admite reparos ni escrúpulos. Se está con ella o contra ella.