diumenge, 19 d’abril del 2015

Sostenella, no enmendalla.


Podemos emergió de repente en un florido mes de mayo con la promesa de una primavera eterna. Recogía el espíritu del 15M y lo convertía en un rotundo triunfo electoral en las europeas que, de paso, conmocionó el entero sistema de partidos. En el contexto de la crisis, con desafección ciudadana, desprestigio de las instituciones y corrupción generalizada, los cinco diputados podémicos  aparecieron en Bruselas como los adelantados de una invasión vikinga. En España, una encuesta tras otra elevaba sus expectativas de voto a ser la primera fuerza en el Parlamento. Eran una ola. En poco tiempo llegarían a la cima.

De inmediato se produjo un efecto sifón. A Podemos transfirieron su intención de voto muchos electores del PSOE y muchísimos más de IU. Los recién llegados estaban fagocitando a los veteranos. Lo malo es que, con los electores y militantes, empezaron a pasarse o manifestaron deseos de hacerlo, los dirigentes que veían que se quedaban sin respaldo electoral. Y, con los dirigentes de IU llega inevitablemente la trifulca. Esta ha empezado a afectar también a la organización de acogida, que no ha podido mantener incólume su imagen de otro tipo de movimiento. Aunque los dirigentes hagan logomaquias con la izquierda y la derecha, el abrazo de una IU en descomposición y hundimiento, los lleva al sempiterno campo de batalla de la izquierda mal avenida; su virginal fulgor aparece ya tiznado con el barro y la sangre de la mêlée cainita de los comunistas, los excomunistas, los criptocomunistas y los neocomunistas. Todos ellos la verdadera izquierda, por descontado.

A estas alturas muchos electores ignoran cómo son las relaciones entre Podemos (con o sin otros coaligados) e IU, en dónde hay convergencia y en dónde no y, por supuesto, cuáles sean las razones para lo uno o lo otro. Habrá ocasiones en que, a falta de mayor información, decidan el voto a cara o cruz.

El momento es decisivo. Desde las ocultas cavernas de los viejos dioses ctónicos surge apocalíptica la figura de Anguita: es "ahora o nunca"; hay que acabar con el bipartidismo . En definitiva, para ser más claros, hay que alejarse del PSOE. No pasan los años. El PSOE sigue siendo la bestia negra. Tanto que está de nuevo dispuesto a destruir lo que tiene si con ello destruye también a su taimada enemiga, la socialdemocracia. Y ¿con qué fuerzas cuenta Anguita para este asalto final? Con Podemos, Equo, las PAH y otras formaciones, entre ellas la suya, Foro cívico somos mayoría.

El abrazo de Anguita a Podemos con anhelos de fusión en nombre de IU es mortal para la formación de los círculos. Basta con ver cómo el Califa lo coloca en pie de igualdad con otras organizaciones, como en una traílla.  ellos, que venían a ocupar "la centralidad del tablero" porque sí y con su habitual modestia. Calíbrese por lo demás en qué medida contribuye Anguita a trasmitir la imagen de la nueva política. El Califa no puede hablar por la organización IU puesto que esta tiene sus candidatos y cuenta con un coordinador general, Alberto Garzón, que aspira a la presidencia del gobierno, y no parece muy avisado ir a decirle que se ponga a la sombra de Pablo Iglesias.
 
Pero habla revestido de la autoridad patriarcal del fundador de IU y cuando, preguntado por el destino de Garzón en una hipotética confluencia, embarulla los términos, recuerda un poco la figura de Abraham, dispuesto a sacrificar a su muy amado hijo Isaac-Garzón para apaciguar a Dios. Acabar con el PSOE es requisito imprescindible de cualquier acción de la izquierda. Es un poco maniático, en verdad, con ribetes de neurosis compulsiva, impermeable a los datos de la experiencia y ese monótono discurso antipsoe hace tiempo que da rendimientos marginales decrecientes. Y algo está claro: sacar de paseo la imagen de Anguita  admonitorio, ceñudo, declamatorio debe de habérselo sugerido a Podemos el asesor de comunicación... del enemigo. Presentarse como alternativa de futuro innovador agitando el espantajo de un pasado de perdedor revenido solo tiene sentido si se entiende como una bienintencionada provocación dadaísta pero, a este paso, el asalto a los cielos quedará ya para el próximo plan quinquenal.

Si alguien piensa que lo anterior es una imagen escorada por algún tipo de subjetivismo, animadversión hacia IU, o Anguita o Podemos, aguarde un instante y considere si no es cierto que a la izquierda del PSOE hay un debate a varias bandas entre Podemos, la IU que ha convergido, la que quiere converger de todas todas y la que quiere converger, pero dice no poder hacerlo. Y considere asimismo cómo encaja en el conjunto de este debate la afirmación de Alberto Garzón de que a Podemos le gustaría ser el PSOE, o sea, parte del denostado bipartidismo contra el que lucha a muerte Anguita. Y más aún, que Podemos quisiera ser el PSOE. Menudo anatema. Es posible que Anguita, montando en santa ira, dicte una fatwa contra este enemigo de Alá.

A su vez, a Podemos va sentándole bien el traje PSOE que Garzón quiere cortarle a mala uva para hacerle sentir miserable socialdemócrata. En lo tocante a las enrevesadas cuestiones nacionales, el derecho a decidir, la autodeterminación, la secesión y otros quebraderos de cabeza, Podemos ha decidido que el mensaje del partido sea igual en toda España, en Navarra y en Andalucía. Es el "café para todos" cuarenta años más tarde con elementos de uniformismo típicamente Borbón. Añádanse las ambigüedades en lo tocante a la Iglesia y el Estado, la República y otros gestos y actitudes y se comprenderá por qué la IU garzonita, la que querría converger pero asegura que es imposible por la arrogancia de Podemos, aspira a recuperar los votos que ha perdido cuando los votantes comprendan que la verdadera izquierda transformadora sigue y seguirá siendo IU. Y que, para cambiar a IU por IU, mejor hubieran hecho quedándose en casa, en donde muchos tenían ya grado de chusquero.
 
Las próximas elecciones van a ser decisivas sobre todo porque vienen con un factor de incertidumbre explosivo en Ciudadanos. No crean que esté del todo claro a quién quitará votos Ciudadanos.