divendres, 3 d’abril del 2015

Mas habla de Podemos.

Mas tiene preparación y espíritu de empresario. Se parece en esto a su maestro Pujol, aunque va más por lo legal. Por lo legal del derecho privado; del público, ya es otra cosa. Profesa una idea empresarial de la política como buen neoliberal. Tiene un producto que vender: la independencia de Cataluña, y unos posibles clientes: el electorado catalán. Lo que está haciendo, y bastante bien por cierto, es vender su producto. Para ello, nada mejor que aterrizar en los EEUU, país tan simbólico de lo empresarial que su más famoso portaaviones se llamó Enterprise. Hacer negocios con los gringos, firmar acuerdos con el gobernador de California, un Estado de 38 millones de habitantes, viste y da caché en el viejo continente. En preparación del viaje, ha colocado una entrevista en primera en el Wall Street Journal que a saber lo que nos habrá costado y encima no la podemos leer porque el periódico es de pago. La Generalitat podía darla en abierto para ver qué dijo el Presidente con exactitud.
 
Porque de negocios habló poco. Lo hizo sobre la independencia de Cataluña y sobre Podemos. Es decir, fue a los EEUU a hacer ideología para consumo interno. Desde el principio estuvo claro que, en relación con Cataluña, Podemos llevaría su ambigüedad al extremo pero, precisamente por ello, su posición final sería contraria a la independencia. Así que Mas diputa la organización de voto unionista o españolista. Eso parece razonable. Podemos apunta a un voto catalán de izquierda españolista, al que también apuntan el PSC y EUiA, como en el resto del Estado. Cosa natural.

Mientras el ex-fiscal Jiménez Villarejo, de Podemos, dice a quien quiere oírle que los catalanes tendrán que pasar sobre su cadáver para llegar a la independencia, Pablo Echenique, cabeza de lista de Podemos en Aragón, asegura que Mas falta a la verdad porque Podemos no es españolista ni catalanista (igual que no es de otras cosas ni de sus contrarias) y que llegado el momento, en el proceso constituyente, se podrá discutir de todo y subraya el todo, pareciéndole que eso es suficiente para evitar el estigma de españolista o unionista. No es seguro si no cae en la cuenta de que la propuesta supone un vínculo con España en momentos en que los soberanistas ya no lo consideran o no quiere caer. Pero el efecto es el mismo. Esa respuesta no responde nada.

Solo dos observaciones, una de hecho, otra, hipotética. La de hecho: la hoja de ruta firmada hace dos días por CDC-Reagrupament y ERC excluye explícitamente todo reconocimiento de las consecuencias jurídicas de su proceso en el Estado español. La hipotética: los partidos soberanistas están sopesando la posibilidad de no concurrir a las elecciones de noviembre de este año por no reconocer ya el Parlamento español en Cataluña.

No, Echenique no da respuesta a la situación real, sino a un imaginaria. Pero eso es propio de los políticos.

Lo que también empeza a estar claro es que quizá Podemos sea menos adversario de lo que parece. No por razones ideológicas, en donde reina la más peregrina confusión, sino puramente electorales y cuantitativas. Podemos cerró ayer sus procesos de primarias en 13 comunidades, diez con triunfo de candidatos oficialistas y tres llamados críticos o así. En algunos casos, los candidatos obtuvieron el 100% de los votos. La cuestión, sin embargo, no es el carácter búlgaro de las votaciones, ya de por sí divertido en una organización "espontánea", "asamblearia",  sino su escasa participación. Los candidatos fueron elegidos por algo más del veinte por ciento de la militancia. Está por ver qué porcentaje del voto popular recogen luego. Hay una sensación emergente de declive acelerado de la formación. Como si la sobreexposición mediática la hubiera quemado. Algunos de los últimos episodios y, desde luego, la reyerta en IU, han sido demoledores. La prueba es la decepción de Andalucía, sobre la que se acumula ahora otra decepción respecto a la politica de alianzas. A estas alturas, o las elecciones de mayo detienen la tendencia y la invierten o el camino hacia las elecciones de noviembre, con el óbstáculo catalán en septiembre puede ser demasiado áspero y empinado. En castellano castizo: la formación podría no llegar a noviembre, como tampoco puedan quizá IU y UPyD.