divendres, 10 d’abril del 2015

De nada demasiado.


Eso decían los antiguos griegos. De nada demasiado. Los griegos modernos no necesitan el consejo. No pueden tener demasiado de nada.

Pasmado tiene el PP a la audiencia y la concurrencia con su forma de perpetrar primero y justificar después su ataque al derecho a la información y la libertad de expresión. La primera medida del gobierno de Rajoy fue modificar la Ley de RTVE de Zapatero con el fin de nombrar director sin necesidad de consenso con otras fuerzas parlamentarias. Es decir, de valerse de sus solos votos para poner al mando del ente a un correveidile fiel a las doctrinas e intereses del partido. En cosa de días no quedaba nada de la imparcialidad y el muy decoroso nivel informativo de la televisión heredados de Zapatero. Y no solo en la televisión madrileña, sino en todas las teles controladas por el PP y pagadas con dineros públicos.

Según el código mediático del gobierno y su partido la información es formación, o sea, adoctrinamiento. La realidad debe ser "editada", es decir, interpretada según los intereses del gobierno. La televisión es un medio de comunicación y, por tanto, de propaganda y manipulación. Continuamente, sin parar, en todos los programas, singularmente en los llamados "informativos", extraños espacios de experiencias místicas en las que el ser y el no ser se confunden. Una noticia pasa a ser no noticia y una no noticia, noticia, según decisiones a golpe de argumentario político. Y, si no se confunden, se transmutan filosofalmente. Por ejemplo, unos abucheos con que es recibida Cospedal en sus frecuentes expediciones inauguratorias se transforman en fervorosos aplausos.

Para acometer esta ardua tarea de adaptar la realidad a los deseos de los gobernantes, los gobernantes no pueden confiar en los trabajadores de los propios entes que tienen la competencia técnica, pero no son de probada lealtad al ideario de los mandos. Por eso hacen outsourcing ideológico y contratan, al parecer, equipos enteros en los predios afines de la derecha mediática. Y constituyen redacciones paralelas. Lógico: para crear una realidad paralela se necesita una redacción paralela.

La realidad es televisada por el gobierno central y sus sucursales autonómicas. El dominio de los audiovisuales es absoluto. Como lo son la censura y la manipulación. Es lo que los políticos del PP, por ejemplo, Aguirre, llaman "imparcialidad y pluralismo" en la tele. Y no, no es un problema de disonancia cognitiva. Es un problema de mendacidad. Una persona que pone en la calle a un periodista de Tele Madrid acusándolo de haber comprado el discurso del enemigo obviamente llama pluralismo a cualquier cosa excepto al pluralismo.

El resultado de la conversión de los medios públicos en aparatos de agit-prop es un descenso pavoroso en las audiencias cuyos shares se aproximan al cero. Estas televisiones son una ruina desde el punto de vista económico, aunque ello no importa gran cosa al gobierno que las financia con dineros públicos mientras deplora el despilfarro y busca una excusa para privatizarlas. Pero también son una ruina desde el punto de vista político, aunque es difícil que los genios del PP entiendan esto. Su afán es saturar literalmente la sociedad con su propaganda, sin permitir resquicio alguno por el que puedan colarse voces distintas, ideas discrepantes, otras opiniones. Ni las suyas, que ya es el colmo. La Junta Directiva Nacional, con sus 400 miembros ha dado un ejemplo sublime del silencio de las esferas y el amigo Rajoy ha vuelto al plasma para aparecerse al mundo.

Desconocen la sabiduría de la máxima griega, de nada demasiado. Sin embargo es bien clara. El exceso produce hartazgo y acabará consiguiendo lo contrario de lo que pretende. Como esto puede resultar difícil de entender para algunas entendederas, lo ilustraremos con un ejemplo. La caída de las sociedades comunistas en los años ochenta y noventa del siglo XX comenzó en todos los casos con las primeras elecciones parcialmente democráticas. Se hicieron bajo el orden político y jurídico del comunismo, con todas las televisiones bajo férreo y absoluto control del partido comunista y este perdió las elecciones en todas partes, excepto en Bulgaria.

Si no se controlan los medios audiovisuales pueden perderse las elecciones y si se controlan, también.