divendres, 5 de desembre del 2014

España: modo reinicio.

La última bomba de Bankia revive el Celtiberia Show, del llorado Carandell, la Corte de los milagros valleinclanesca, el patio de Monipodio cervantino. Esto no tiene arreglo. Un país gobernado por una oligarquía política, empresarial, financiera, compuesta por una variada mezcla de incompetentes y ladrones tiene que acabar en el desastre. Lo que hay ahora mismo. Es descorazonador comprobar que una de las entidades financieras mayores del Reino estuvo más de década y media gobernada por presuntos estafadores y lo es también revivir en el recuerdo a Rodríguez Zapatero hace menos años asegurando que las cajas eran un sistema financiero recientemente saneado y sólido. El péndulo oscila entre la granujería de unos gestores delincuentes  y la inepcia de unos políticos estúpidos. Ni los gobernantes de derecho ni los de hecho tienen una mínima idea del desbarajuste que han sembrado. No se dan cuenta de que se han cargado el país y que la única solución es de estilo informático: apagar y volver a encender. Modo reinicio.

Los dos principales responsables de lo que parece ser la mayor estafa corporativa de la historia de España andan en libertad, van y vienen a sus cosas mientras que el juez que investigó sus presuntos delitos ha sido apartado de la carrera judicial. Igual que lo ha sido el que investigó las estafas de la Gürtel y como puede serlo, si se descuida, el que investiga ahora los papeles de Bárcenas. El poder judicial está siendo sistemáticamente presionado y manipulado para orientar sus decisiones en sentido favorable al poder político y, si resiste, es gracias al espíritu heroico de algunos jueces independientes. Pero no es únicamente el poder judicial. Todo está hecho unos zorros. Los medios públicos de comunicación son una vergüenza. La actividad parlamentaria, una burla. El diálogo político inexistente o enconado. La economía no levanta cabeza. El tejido social está deteriorado y hay una amenaza real de secesión territorial.

Es absurdo, pura propaganda huera, asegurar que aquí y ahora España es una gran nación, como repiten todos los dirigentes del PP bajo la batuta del presidente del gobierno más incompetente de toda Europa, así como todos los miembros de la casa real, ilustrados por el lumbreras. También lo es la pretensión más moderada de considerarla un país normal, equiparable a otros países europeos.

De ningún modo. España sigue siendo excepcional por muy diversos conceptos. Para no perdernos en disquisiciones de valoraciones muy distintas, procedamos con los criterios de medición que los neoliberales aplican a base de entender la gestión pública con criterios de empresa privada. Pues bien, con esas pautas, los tres años de la legislatura de Rajoy han sido un  fracaso. El país no ha remontado; el paro no se ha mitigado; la población se ha empobrecido; los servicios no funcionan; los niños pasan hambre; la gente se suicida;  la emigración ha aumentado; y las desigualdades de todo tipo, también. Los valores nacionalcatólicos hasta en la sopa, los curas por doquier y la Iglesia parasitando al Estado. La corrupción campa por sus respetos y ha inficionado el conjunto del sistema político. El partido de la derecha está metido en ella de hoz y coz, como lo está su presidente y presidente del gobierno. La deuda pública es superior al PIB. No hay nada que hacer. En términos empresariales, el gobierno del PP es un fracaso y debiera cerrar la tienda. Si no lo hace es porque la asociación de malhechores en la que se sustenta sigue robando.
 
Hace mucho que Rajoy debió dimitir. Al no hacerlo se ha configurado como el único responsable de este desastre sin paliativos, que viene acompañado de una probabilidad real de separación de Cataluña. Resulta así que los herederos ideológicos de quienes hicieron una guerra civil para impedir una hipotética separación catalana son los que han provocado la escisión actual. Los nacionales se han cargado la nación.