dilluns, 13 d’octubre del 2014

Querer no es poder.


Jaime Pastor (2014) Cataluña quiere decidir. ¿Se rompe España? Diez preguntas sobre el derecho a decidir. Barcelona: Icaria. 95 págs.
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Reseñar un libro de un colega y amigo, aunque sea uno breve como este, no es tarea fácil. Todo cuanto se diga será sospechoso de parcialidad, incluso aunque uno recuerde y pretenda seguir al pie de la letra la famosa frase atribuida a Aristóteles de Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad. Dado que el autor no es Platón y el crítico mucho menos Aristóteles, la cita alimentará otra sospecha de que se invoca precisamente para contravenirla y convertirla en su contraria: Soy amigo de la verdad, pero soy más amigo de Jaime. Sospechas fuera. Expresaré mi juicio imparcial sobre la obra. Habiendo confesado la relación entre comentarista y comentado, el lector se hará su juicio. Esta situación de mutuo conocimiento y amistad entre autores y recensionistas es más frecuente de lo que se supone porque suele ocultarse, lo cual vicia muchas reseñas en muchos y muy respetados medios. Y no sigo.

La cuestión España/Cataluña está que arde. Se aceleran los tiempos, se acumulan las propuestas, se calientan los ánimos. Todo el mundo quiere opinar. Y hace bien. Y también lo hacen los estudiosos que facilitan materiales para mantener el debate y ayudar a formarse opiniones. Consciente de esta necesidad, Pastor presenta una contribución sucinta, pero argumentada, exponiendo su punto de vista en un trabajo, poco más que un folleto, con un decálogo de preguntas y sus correspondientes respuestas. Pasaré por alto lo del decálogo, de tan evidente influencia bíblica, y acompañaré al autor en sus respuestas, no sin animarlo a que la próxima vez ponga más de diez preguntas o menos. Hay que secularizarse.

1ª. Los antecedentes históricos. Coincido con Pastor en que el contencioso viene de antiguo y en que la nota predominante de las relaciones España-Cataluña ha sido la hostilidad. Buen comienzo.

2ª. ¿Fue la Transición Política una oportunidad perdida? Para Pastor, el Estado autonómico ha fracasado y la respuesta es que, en efecto, fue una oportunidad perdida. En nuestros días se trata ya casi de un debate historiográfico, pero apunto mi discrepancia. En historia no hay "oportunidades perdidas" que, como cuestiones contrafácticas que son, solo sirven para echar a unos unas imaginarias culpas y quedar otros como príncipes. La transición fue lo que fue y la situación actual se explica, ante todo, por los comportamientos de quienes la administraron subsiguientemente, hasta llegar al día de hoy en que cada cual debe cargar con sus responsabilidades de lo que se hace aquí y ahora. Aquí y ahora.

3ª. ¿Fue la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto un punto de inflexión? Nueva coincidencia. Claro. Fue la gota que colmó el agitado vaso al privar a Cataluña del derecho a considerarse nación con argumentos jurídicos que, o estaban fuera de lugar, o pretendían adelantarse a los acontecimientos mediante una especie de jurisprudencia preventiva dotada de una intuición profética que de jurídica no tiene nada.

4ª. De si la crisis tiene influencia en la "agravación del conflicto". Me parece una pregunta de relleno. Es palmario que esta crisis influye sobre todo lo conflictivo y lo no conflictivo. Y siempre para mal. Pastor aprovecha el hueco para dar por tardía la posible solución federal y hablar del proyecto "destituyente-constituyente democratizador" que pueda llevar a una "libre unión de los pueblos", según dice Gerardo Pisarello (p. 43),  asunto que confieso no tener muy claro de momento.
5ª. De si el soberanismo/independentismo catalán es un instrumento de la derecha nacionalista catalana. Otra pregunta ociosa. A estas alturas, la cuestión me parece redundante. Suficientemente claro ha quedado ya el apoyo, la raíz popular, del soberanismo. Que la derecha también lo apoye, al menos en parte, ya no quiere decir casi nada.
6ª. ¿De qué van los nacionalismos? Esta pregunta y la siguiente me parecen el obligado tributo que el profesor, el estudioso, el académico que lleva años rumiando tan difícil cuestión ha de rendir para no dar la impresión de hablar a tontas y a locas y mostrar que se ha quemado las cejas consultando tratados y viejos legajos para llegar a alguna conclusión respecto a esa endiablada quisicosa de qué sea una nación. Pastor se remite a la celebrada definición de Benedict Anderson, para quien la nación es una comunidad imaginada y aclara, aunque me parece innecesario, que imaginada no es "inventada". Coincido con él, por supuesto, en la medida en que esta visión desecha todo intento de definición objetiva y se remite al ámbito de lo subjetivo. Pero creo ir un poco más allá al afirmar que esa subjetividad se fundamenta en una voluntad colectiva. La nación es el producto de la voluntad colectiva mayoritaria (no necesariamente unánime) de ser una nación. Por supuesto, los problemas empiezan a partir de este momento. 
7ª. ¿Y el derecho de autodeterminación (DA)? Aquí se explaya el autor, con un recorrido por las vicisitudes del concepto, desde el lejano origen kantiano, pasando por la Iª Guerra Mundial, la descolonización y los casos más actuales en la antigua Yugoslavia y otros lugares. El autor hace tres precisiones en torno a ese derecho con las que coincido pero no creo que se deriven como conclusión de un proceso histórico anterior. En contra de lo que suele pensarse las cuestiones históricas tienen escaso peso substantivo en la viabilidad de las opciones políticas. Estas precisiones son: 1ª  el DA es un derecho colectivo; 2ª está desvinculado ya de su marchamo descolonizador; 3ª puede ejercerlo no toda la población de un Estado sino la parte que, con suficiente fundamento, quiera ejercerlo. Ninguna de las tres propuestas está libre de polémica pero el sentido común y la comprobación práctica reciente indican que son aceptables.
8ª. ¿Qué es el federalismo y por qué no aparece como una alternativa creíble? El federalismo, dice Pastor, tuvo su momento pimargalliano, pero muchos avatares lo hicieron imposible. La resurrección de este zombie en la Declaración de Granada del PSOE, en 2013, no es satisfactoria porque, a juicio del autor, está fuera de la marcha de los hechos. Tiendo a coincidir con esta idea, reputando también inviables las propuestas de federalismo asimétrico, pero, con cierta prudencia, me guardaré de ignorarla alegremente entre otras cosas porque, vistas las demás opciones, quizá sea la única viable, al menos transitoriamente.
9ª. Los argumentos de los contrarios a la consulta. Nobleza obliga. El adversario debe hablar. Pastor identifica cuatro argumentos: 1º) no hay en España más nación que la española y pedir el reconocimiento de otras es un desatino o una cortina de humo para desviar la atención de cuestiones más importantes; 2º) la Constitución no permite consulta alguna de ese tipo; 3º) para hacerla habría que reformar la Constitución, se necesitaría el concurso del PP y eso es imposible; 4º) la consulta fractura la sociedad catalana. Todos estos argumentos se resumen en uno, a juicio de este crítico: la minoría no puede decidir su futuro libremente porque los dirigentes de la mayoría no quieren.
10ª. ¿Podría ser legal la consulta anunciada para el 9 de noviembre de 2014? Los acontecimientos de ayer nos ahorran grandes disquisiciones: no.
En resumen, un pequeño e interesante ensayo que argumenta a favor de una solución que, hoy por hoy, no se dará.