dissabte, 4 d’octubre del 2014

De la corrupción a la putrefacción.

Vamos a descansar por un día del tema catalán, aunque prometo volver sobre él con renovados bríos mañana mismo. Antes habrá que aquilatar el efecto que tenga en el histórico macizo de la raza esa solemne exhibición de unidad del soberanismo, a despecho de las cuñas que unos le han querido calzar, con muy mala intención, por cierto, y de los enfrentamientos fraccionales que otros han creído descubrir o se han inventado.

España o el resto de España, expresiones intercambiables según los ambientes y vientos dominantes, requiere urgente atención de Palinuro. El genio nacional vuelve por donde solía. Estaba este gobierno, epítome de la incompetencia, tan contento con el cisco de la marca cataláunica porque así no se hablaba de la Gürtel, cuando la revelación de esa cueva de empingorotados mangantes de la antigua Caja Madrid puso de nuevo sobre el tapete la cuestión de la corrupción. El cáncer tradicional de la España imperial, un mal tan acendrado como corrosivo, está hoy más extendido que nunca y, como siempre presenta implicación directa e indirecta del gobierno central.

Porque, efectivamente, en algún momento del inicio de esta legislatura se produjo un cambio cualitativo en la resignada cuanto tradicional convivencia de los españoles con un grado de corrupción superior a lo que los otros países europeos toleran. Ya se sabía que España es tierra de pícaros, que los políticos son unos galopines que van a lo suyo y los curas unos logreros siempre en pos de la pasta. Pero había un ten con ten dado que la corrupción oficial, administrativa, iba del ganchete con la social en un generoso espíritu de vivir y dejar vivir. Las autoridades seculares y espirituales robaban con mesura para que todos pudieran robar algo. Ese clima de bonhomía corrupta es el que se rompió con el escándalo Gürtel. Por cierto que el episodio reúne tipos y caracteres no ya solo típicamente españoles en pintoresquismo y truhanería sino, incluso de la comedia romana, de Plauto o Terencio: el bigotes, el albondiguilla, Luis el cabrón, el curita, don Vito. ¡Qué nombres! ¡Qué tipos! Dignos compañeros de francachelas de Max Estrella. ¡Y qué episodios! La gestapillo, el Jaguar invisible, el casino fantasma de Eurovegas, el ático mutante, el aeropuerto peatonal, los finiquitos diferidos, las medallas a las Vírgenes y otros hallazgos serán las fuentes de relatos para generaciones venideras.

Pero no es lo hispánico lo verdaderamente decisivo de la Gürtel y tramas adyacentes, como la sucursal de Matas o el Principado de Noos. Lo decisivo, lo que ha levantado pública indignación hasta en España, ha sido su carácter oficial, sistemático, industrial incluso, con participación de las más altas instituciones y magistraturas y la bendición eclesial. Eso ya no es la corrupción tradicionalmente hispánica del cacique, la rebotica, el alcalde, el cura y el sargento de la guardia civil. Esto ya es la estafa a lo grande, el expolio sin límites, una empresa o varias en una compleja trama en la que aparecen y desaparecen flotas de coches de lujo, paraísos fiscales, yates, fondos buitre, cacerías, safaris, mansiones de lujo y viajes al Caribe. Absteneos plebeyos y dejaos explotar.

A la vista de la presunta financiación ilegal del PP y de los sobresueldos que sus dirigentes cobraban bajo cuerda, así como el régimen de pago de servicios y obras y los sobornos en especie, desde los confetti de la ministra Mato a las corbatas del presidente Rajoy, algún juez ha sostenido que, más que un partido, parece tratarse de una asociación para delinquir. Lo que viene Palinuro desde el comienzo de la Gürtel. El PP es una ventana de oportunidad para hacer carrera política y forrarte. Es difícil que te pillen porque está todo corrompido; y, si te pillan, se tratará de obstaculizar lo que se pueda la acción de la justicia; y si, con todo, te condenan, se te indulta.

La Gürtel no ha dejado títere con cabeza en el guiñol patrio. La visita de un Papa a Valencia,  tierra de auténticos bandoleros asaltacaminos, sirvió para canalizar cantidades astronómicas a los bolsillos de unos cuantos estafadores. La preocupación popular con la corrupción creció tanto que hasta la Academia, lenta de ordinario, se puso a estudiar el fenómeno, a analizarlo, compararlo diacrónica y sincrónicamente, clasificarlo, interpretarlo, correlacionarlo con la cultura, la religión, el desarrollo económico, definirlo. El resultado fue un ramillete de teorías y tipologías de la corrupción, no todas congruentes entre sí, con recomendaciones para acciones públicas que trataran de remediar el fenómeno.

Armado con algunas de estas teorías y la necesidad de presentarse ante la opinión pública como adalid de la lucha contra la corrupción, el gobierno lleva tres años hablando de medidas de "regeneración democrática", normas de buenas prácticas, códigosdeontológicos y otras magias a las que recurren siempre los sinvergüenzas para disfrazar sus fechorías. El hecho de que sea preciso trompetearlos a los cuatro vientos revela el bajo juicio moral que la opinión tiene sobre la acción pública. Unas autoridades literalmente embadurnadas de corrupción que dicen luchar contra ella merecen tanto crédito como una profesión de fe vegetariana de una hiena.

La Gürtel no es un caso de corrupción. Es la corrupción del sistema. Y un sistema corrupto no regenerado acaba pudriéndose. La corrupción da paso a la putrefacción. Dalí y Lorca, en sus años juveniles (Lorca no tuvo otros) llamaban los putrefactos a los escritores y artistas acomodados, aburguesados, sin ambición sino de fortuna y posición. Estos mendas de la Caja Madrid con sus tarjetas bautizadas B, fórmula minimalista por no llamarlas de las mil y una noches, tienen todos méritos para optar al título de putrefactos, que no hará fortuna, a pesar de su elegancia, porque la gente prefiere el más aceptado de casta. Y es lástima porque tiene fuerza y permite medir. Es tal el grado de putrefacción que algunos putrefactos están comportándose como si, en vez de ser españoles, fueran ingleses o marcianos: dimiten y hasta devuelven la pastuqui, cosa asombrosa. Algunos, solo algunos, que esto es España. La putrefacción es más que la corrupción. El sistema no está corrupto sino podrido. Ahora descubren los de Hacienda que eso de andar por ahí puliéndose la pasta de los impositores o los accionistas pueda ser costumbre arraigada en las empresas del IBEX. Por eso no pagan impuestos; necesitan el dinero para despilfarrarlo en comilonas.

El calificativo de antisistema que cierta derecha de Chindasvinto utiliza, empieza a tener connotaciones muy positivas en la opinión pública. Si eres antisistema, probablemente seas una persona honrada. Si eres prosistema a lo mejor eres como Aznar, Rato, Rajoy, Cospedal, Blesa, Mato, Rouco, Díaz Ferrán, Camps, Fabra etc., etc., o sea gente que está en política o cerca de ella para pillar la pasta como sea a base de despojar a la ciudadanía de su peculio y de sus derechos.

Pero el asunto no acaba ahí. Si proyectamos las actividades de esos pájaros que piaban aconsejando en Caja Madrid a todos, daremos cuenta de una pila de millones que han afanado. Pero tampoco son tantos. Solo rescatar esta Caja nos ha costado no sé cuántos miles de millones de euros. Es decir, estos sinvergüenzas fardando de tarjetas en restaurantes de lujo y sacando fajos de los cajeros para pagarse los fines de semana, quizá no sean más que comparsas, muñecos que sirven para ocultar las verdaderas operaciones de expolio, las de miles de millones, las que llevan las bendiciones o participaciones de los barandas antes citados. En todo caso, la investigación tiene que seguir hacia arriba, escalando por los correos de Blesa, al parecer también padre de la Gürtel. En todo caso, esos miles de millones directamente robados a la gente y muchos otros, como los once mil millones de la Iglesia, los de las autopistas, los intereses de la deuda, son la crisis y los pagamos todos los demás, los que no robamos.

Lo cual demuestra por enésima vez que no se trata de una crisis, sino de una estafa.