Germà Bel (2013) Anatomía de un desencuentro. La Cataluña que es y la España que no pudo ser. Barcelona: Destino (304 págs)
La cuestión España-Cataluña/Cataluña-España es la cuestión de nuestro tiempo. En realidad viene siéndolo desde muchísimo antes y muy perceptiblemente hace siglo y medio más o menos. Recientemente ha tomado carácter de urgencia política porque el nacionalismo catalán ha virado masivamente hacia la independencia. Es una cuestión grave porque afecta a la conciencia de identidad nacional de las dos comunidades y a la planta real, material, territorial del Estado sobre la que se asientan. Tan grave que es transversal al otro típico conflicto de toda sociedad democrática más o menos avanzada, el de la izquierda y la derecha. El nuevo soberanismo catalán ha causado una crisis en el PSOE/PSC y empuja a la formación de un bloque nacional español en el que se encuentran codo a codo casi todos los partidos españoles (PP, PSOE, UPyD) y, en buena medida, IU cuya actitud al respecto quiere ser ambigua pero, en el fondo, se alinea en el frente del "no" al derecho de autodeterminación de los catalanes.
En estas condiciones es prudente documentarse sobre los puntos de vista y las razones de las partes. Leer los libros en que se exponen, sobre todo si son tan claros a la par que argumentados como el de Germà Bel, un catedrático catalán de Economía aplicada que fue diputado socialista en el Congreso en la primera legislatura de Zapatero, retirándose luego a una muy brillante y fructífera actividad académica. En el curso de ella parece haber evolucionado políticamente hacia el independentismo, sin abandonar, por cuanto se ve en el libro, su actitud socialdemócrata. Ese cambio es la respuesta que da a lo largo de este ensayo a la pregunta que plantea (y responde también por adelantado) de por qué ha aumentado tanto el apoyo al independentismo en Cataluña en los últimos años. Por cierto, la misma pregunta se planteaba hace un par de días Jordi Pujol en un artículo periodístico. No conseguí entender la respuesta de Pujol; pero la de Bel es meridiana: la percepción recíproca de deslealtad y falta de confianza (p. 17). Sí, cuando la confianza se rompe, la cosa tiene dificil arreglo.
El autor sostiene que las explicaciones "españolas" de la crisis son falsas. Las explicaciones son: a) el sistema educativo catalán adoctrina en el independentismo; b) hay un "virus" nacionalista catalán; c) los catalanes quieren ser diferentes. Su refutación tiene sólida base empírica. Emplea datos del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), cruzándolos por generaciones, nivel estudios, etc, para demostrar la falsedad. La cita de una memorable exposición de Esperanza Aguirre deja clara la cuestión del virus: "la nación española no es cosa discutible ni discutida; España es una gran nación y ser español es motivo de orgullo" (p. 47), una de las habituales declaraciones de un nacionalismo español tan obtuso como excluyente e intratable.
La cuestión de la "diferencia" de los catalanes, contrastada con la realidad empírica también se invierte. Tomando pie en el trabajo de José Luis Sangrador, sobre Identidades, actitudes y estereotipos en la España de las autonomías, que elabora un amplio estudio del CIS, expone que hay una percepción predominantemente negativa de los catalanes en toda España a los que los españoles ven como “diferentes” (p. 69). Esta percepción negativa es anterior al Estado autonómico y no tiene que ver con él (p. 74). La realidad, según Bel, es que los catalanes generan gran rechazo en el resto de las comunidades españolas y esto ya desde 1714. Ha llegado el momento de ver que la "conllevancia" de Ortega tiene unos altísimos costes de transacción (p. 98). Ha llevado a la desconfianza y eso es una ruina. Muy ilustrativo el cuadro del BBVA sobre Confianza, creación de riqueza y desarrollo humano en 10 países de la Unión Europea. España está en 9º lugar solo por delante de Francia (2011 y 2012) (p. 107)
Cataluña, sostiene el libro, jugó a aumentar la confianza desde los años 80 (lo mismo que dice Pujol en su artículo) y perdió. Hubo una inflexión en los 90. Periodo muy duro de la política española los años 93-96. Recuérdese el Pujol, enano, habla castellano. De aquí se seguiría una especie de desengaño. No estoy seguro de que sea un análisis justo: en aquellos años el nacionalismo catalán jugo a hacer política en España valiéndose de su fuerza parlamentaria y perdió. Pero nada más. Después, sí hubo ya franco desencuentro en los años 2000, escenificado en la sentencia TC sobre el Estatuto en 2010 (p. 120), que desembocó dos años más tarde en la famosa diada con que se inició la petición de un Estado propio en la que actualmente vivimos.
La sensibilidad con que el nacionalismo español acogió estas manifestaciones se aquilata en el sentido de la expresión con que Rajoy, ya presidente del gobierno, calificó la citada diada que, para él, era una algarabía nacionalista.
Bel consagra un capítulo inevitable a la cuestión de la inmersión lingüística. Se esmera en refutar el empleo erróneo del concepto de "lengua común" del nacionalismo español, pero se lo podía ahorrar. Sobre pocas cosas cabe estar más de acuerdo con el autor que sobre esta, en especial cuando concluye: Hacernos a los ciudadanos de lengua primera diferente al castellano miembros obligatorios de la comunidad lingüística castellana -mediante la manipulación ideológica y política del concepto lengua común- para luego decirnos que de qué nos quejamos, porque somos todos iguales en derechos, es una verdadera tomadura de pelo. Dicho sea sin circunloquios. (p. 144)
Terminan el libro dos capítulos en los que se da cuenta de los agravios en los terrenos económico, financiero, comercial, de infraestructuras, etc. También aquí hay leyendas que el autor desvela y con abundante profusión de datos sobre las transferencias interregionales y la equidad entre regiones ricas y la restructuración de las transferencias con redistribución progresiva y lo mismo en las más pobres (p. 176). Su conclusión es perentoria: “La justicia en el sistema redistributivo español está quebrada, tanto por lo que respecta a las cargas asumidas por las regiones ricas respecto a las transferencias regionales, como por lo que respecta a la distribución de los beneficios netos" (p. 180) Supongo que se podrá matizar o discutir, pero es un autorizado punto de vista que es obligado tomar en consideración.
Igual sucede con las inversiones en infraestructuras. Una simple cuenta explica muchas cosas: en 2013, Cataluña representa menos del 12% de la inversión del estado, aunque su población es el 16% de España y su PIB el 19% del español (p. 199)
Hay un epílogo agoreramente titulado Los que no puede ser no puede ser y además es imposible. La mayoría de los catalanes rechaza la disolución dentro de un Estado uninacional (p. 230).
La causa de la recrudescencia del independentismo: la frustración de las expectativas y esperanzas puestas en la regeneración de España (232).
Es un acertado ensayo en el que se argumenta el independentismo como resultado de la enésima frustración del catalanismo político que ha estado vigente hasta hace bien poco. Pero no me parece que haya en él nada que justifique el fatalismo de la inevitabilidad de la ruptura. No es absurdo proponer un diálogo en el contexto institucional adecuado por ver si es posible restaurar la confianza rota y la mutua lealtad en una fórmula de convivencia que satisfaga a la mayoría de los españoles y, desde luego, de los catalanes. Si tuviera que venderlo como proyecto buscaría una fórmula con impacto, del tipo de ¿No merece la pena hacer un último intento?
Por decir algo. Un libro muy interesante y muy equilibrado.
La sensibilidad con que el nacionalismo español acogió estas manifestaciones se aquilata en el sentido de la expresión con que Rajoy, ya presidente del gobierno, calificó la citada diada que, para él, era una algarabía nacionalista.
Bel consagra un capítulo inevitable a la cuestión de la inmersión lingüística. Se esmera en refutar el empleo erróneo del concepto de "lengua común" del nacionalismo español, pero se lo podía ahorrar. Sobre pocas cosas cabe estar más de acuerdo con el autor que sobre esta, en especial cuando concluye: Hacernos a los ciudadanos de lengua primera diferente al castellano miembros obligatorios de la comunidad lingüística castellana -mediante la manipulación ideológica y política del concepto lengua común- para luego decirnos que de qué nos quejamos, porque somos todos iguales en derechos, es una verdadera tomadura de pelo. Dicho sea sin circunloquios. (p. 144)
Terminan el libro dos capítulos en los que se da cuenta de los agravios en los terrenos económico, financiero, comercial, de infraestructuras, etc. También aquí hay leyendas que el autor desvela y con abundante profusión de datos sobre las transferencias interregionales y la equidad entre regiones ricas y la restructuración de las transferencias con redistribución progresiva y lo mismo en las más pobres (p. 176). Su conclusión es perentoria: “La justicia en el sistema redistributivo español está quebrada, tanto por lo que respecta a las cargas asumidas por las regiones ricas respecto a las transferencias regionales, como por lo que respecta a la distribución de los beneficios netos" (p. 180) Supongo que se podrá matizar o discutir, pero es un autorizado punto de vista que es obligado tomar en consideración.
Igual sucede con las inversiones en infraestructuras. Una simple cuenta explica muchas cosas: en 2013, Cataluña representa menos del 12% de la inversión del estado, aunque su población es el 16% de España y su PIB el 19% del español (p. 199)
Hay un epílogo agoreramente titulado Los que no puede ser no puede ser y además es imposible. La mayoría de los catalanes rechaza la disolución dentro de un Estado uninacional (p. 230).
La causa de la recrudescencia del independentismo: la frustración de las expectativas y esperanzas puestas en la regeneración de España (232).
Es un acertado ensayo en el que se argumenta el independentismo como resultado de la enésima frustración del catalanismo político que ha estado vigente hasta hace bien poco. Pero no me parece que haya en él nada que justifique el fatalismo de la inevitabilidad de la ruptura. No es absurdo proponer un diálogo en el contexto institucional adecuado por ver si es posible restaurar la confianza rota y la mutua lealtad en una fórmula de convivencia que satisfaga a la mayoría de los españoles y, desde luego, de los catalanes. Si tuviera que venderlo como proyecto buscaría una fórmula con impacto, del tipo de ¿No merece la pena hacer un último intento?
Por decir algo. Un libro muy interesante y muy equilibrado.