diumenge, 15 de desembre del 2013

Una propuesta constructiva.

Como están las cosas, con la falta de pericia y categoría de los políticos españoles de los dos partidos dinásticos, el futuro a corto y medio plazo parece negro. Los nacionalistas catalanes, que llevan la iniciativa, tienen ya las preguntas y la fecha del referéndum de autodeterminación. Lo que no tienen es seguridad alguna de poder realizarlo. Y no solo por la descontada negativa del poder central a autorizarlo sino porque sus propios partidarios están divididos. Si, como quiere el nacionalismo burgués, solo se hará el referéndum si es legal está claro que no lo habrá, lo cual aumentará mucho la crispación en el Principado.

A su vez, los dos partidos mayoritarios, beneficiarios del régimen de la transición y apoyos del estatus quo y la corona, carecen de discurso en la cuestión catalana. Los argumentos de Rajoy consisten en la enésima repetición de las necedades y fábulas que este hombre enhebra contra toda razón y sano juicio. Solo una muestra. Acaba de contar a los murcianos de su partido que "España es la nación mas antigua de Europa, y "la primera en conseguir su unidad" lo cual, además de falso, es contradictorio porque si "alcanzó la unidad" sería porque era nación antes de ser nación, o sea, que se preexistía, probablemente en la mente de Dios o cualquier otra tontería de este jaez, con las que este azote de la inteligencia se despacha ante sus fieles.

Los socialistas no van mejor servidos. Están tan desbordados por la cuestión catalana como la derecha aunque, preocupados por su continuidad como partido con el PSC, se esfuerzan algo más que los reaccionarios en encontrar puntos de entendimiento de los que jamás antes se ocuparon. Pero, en todo caso, niegan el derecho de autodeterminación de los catalanes con el mismo ímpetu que los reaccionarios. O lo niega esta dirección monárquica y de orden, pues no tengo tan claro que lo hagan sus militantes, entre los que suele haber gente de izquierda. A cambio proponen una imprecisa reforma de la Constitución (siempre que no se toque la Corona, claro) y la adopción de un modelo federal del que no saben nada. Ambas intenciones tardías e inseguras, pues dependen de la aquiescencia del PP, con lo que las propuestas suenan un poco a tomadura de pelo.

Llegados aquí, punto ciego y conflicto.

Con ánimo constructivo, Palinuro hace dos propuestas. La primera -que tiene expuesta en algún libro hace ya diez o quince años- consiste en convocar un referéndum en España sobre si se reconoce o no el derecho de autodeterminación. Es probable que salga que no; pero es posible que haya sorpresas y, desde luego, el resultado en los territorios catalanes -que será muy distinto al medio español- deberá tenerse en cuenta para arbitrar una posterior vía a la consulta al estilo del conflicto Canadá/Quebec, esto es, una consulta legal por vía de acuerdo civilizado entre las partes.

La segunda y nueva. En lugar de una reforma de la Constitución que solo puede hacerse en el marco del texto en vigor que es lo que precisamente se rechaza, abrir un proceso constituyente ex-novo. Pero con importantes peculiaridades. Veamos el camino que podría hacerse: 1) el Parlamento, órgano soberano, decide poner punto final a su actividad y convocar un proceso constituyente mediante una Convención. 2) A esa Convención constituyente acudirían representantes/delegados de los 19 territorios (regiones, nacionalidades, naciones y ciudades autónomas) en pie de igualdad discursiva. 3) No habría representantes de ningún poder central ni poder central alguno que pudiera imponerse. 4) Estas 19 voluntades podrían abordar cualesquiera temas, incluida la forma institucional y territorial del Estado sin límite impuesto.

No es seguro que de aquí saliera forma concreta alguna, pero merece -o merecerá- la pena intentarlo.

El único argumento en contra que he encontrado consiste en señalar un supuesto punto débil en la escasa voluntad que hemos de presuponer en los miembros del Congreso para hacerse a un lado y/o desaparecer sin más de los debates. Menos voluntad tenían los procuradores de las Cortes de Franco que acabaron suicidándose. Lo mismo puede pasar ahora, cuenta habida de que, por su falta de categoría intelectual, de visión y de empuje, los dirigentes han conseguido llevar el régimen de la transición al punto muerto en que estaba la Dictadura.