divendres, 26 de juliol del 2013

La comparecencia no exime de la dimisión.


Leo que la Junta de Portovaces no ha admitido la solicitud de comparecencia de Rajoy presentada por el PSOE porque este pide que, además de comparecer, el presidente dimita. Normal. Un presidente de gobierno en un país parlamentario que se niega a comparecer en el Parlamento y solo lo hace arrastrado, porque no tiene más remedio y habiendo hecho todo lo posible durante siete meses para evitarlo, no merece seguir siendo presidente.


Leo asimismo que el PSOE mantiene la moción de censura a reserva de lo que salga de la comparecencia. Todavía me parece mejor. No sé de dónde había sacado yo que los socialistas habían ido raudos a retirar la moción de censura al anunciar Rajoy su presencia. Me felicito mucho de que no sea así y lamento haber tomado lo que quizá fuera un bulo malintencionado por una noticia.

En cuanto a lo que la comparecencia dé de sí, lamentablemente cabe esperar lo peor. La convocatoria para el 1º de agosto, fecha en que toda España está en la carretera, unos yendo y otros volviendo de las vacaciones, ya deja ver la habitual mala fe del gobierno. Dice que va a hacer algo y se dedica a torpedearlo sistemáticamente antes de empezar. La oposición quiere hablar de Bárcenas, quiere escuchar al presidente del gobierno explicando sus relaciones con Bárcenas. Rajoy, sin embargo, trata de ampliar la agenda a ser posible hasta el infinito, hablando de economía, de la crisis, de Europa; todo lo cual está muy bien pero no hace al caso porque la petición es de comparecer para hablar de Bárcenas. No de otra cosa. Justo lo que hará Rajoy que, con un poco de suerte y un mucho de desvergüenza acabará la intervención sin mencionar por el nombre al tal Bárcenas con quien estaba a partir un piñon y abrir un sobre hace dos años y con quien se whatasapeaba animadamente hace unos meses.

La moción de censura sigue siendo obligada. El presidente no va a dar explicación alguna de la fronda de corrupción que hay en su partido porque no puede. De un lado está su partido, del que él es presidente; de otro la corrupción que también es el partido y el gobierno, los dos presididos por él. El principal encausado es su fiel tesorero, por él nombrado y quien lo acusa directamente de haber conocido y participado en el expolio a que todos juntos han sometido el país. Debería ser suficiente para dimitir sin más y dedicar todo su tiempo a su defensa procesal. De ese modo, además, liberaría el país de una rémora. Es imposible que pueda dar buen resultado un presidente del gobierno obsesionado por su necesidad de supervivencia.

Hay se han convocado de nuevo en las redes manifestaciones y concentraciones para que Rajoy dimita.

Pero Rajoy no dimite