¿Bipartidismo? Aquí los partidos pintan poco y son los últimos en enterarse de la movida. Su función no es informarse y decidir. Su función es aceptar y justificar las decisiones de sus dirigentes, sean las que sean. Esto no es un bipartidismo sino un duunvirato. Resulta que el pacto era más que un pacto; era un Gran Pacto. Lo que iba a ser un acuerdo exclusivamente hacia el exterior, hacia Europa, dirige ya su mirada al interior. Los dos duunviros anuncian que también pactarán la reforma de la administración. En todo lo demás, advierte Rubalcaba ceñudo, en las pensiones, en la educación, la sanidad, nos tendrán enfrente. Bueno, pero, de momento, ya están juntos. Los dos defensores de la dinastía.
Los dirigentes con la valoración popular más baja de la historia de la democracia, son viejos amigos, compañeros de escaños, con experiencia ministerial ambos. Son muchos años en la sala de espera para ser el número uno. Eso probablemente genera solidaridad y simpatía. Rajoy no es con Rubalcaba ni la décima parte de faltón y grosero que era con Zapatero. Y Rubalcaba ya se sabe que nunca pierde el sentido. Así que se les ve a gusto. Siempre he sostenido que estos dos se entienden mejor entre ellos que cada uno con su propio partido. Por eso finalmente pactan y hacen la escena del sofá. Este gran pacto por el que algunos refunfuñan en el PSOE no es todavía una Grosse Koalition y se verá si acaba siéndolo en el futuro. Sí está claro que produce efectos como si lo fuera y en especial uno muy característico: la oposición no se hace en el Parlamento, sino fuera del Parlamento. Es una oposición extraparlamentaria. ¿Quién hace la oposición real hoy? Veamos:
- El 15-M y movimientos semejantes que cuestionan la legitimidad del sistema político.
- Los catalanistas. Quizá sea este uno de los motivos ocultos del pacto R/R. A ambos les parece de político de talla ocultar las intenciones. Pero a Rubalcaba el auge del soberanismo catalán le tiene muy preocupado y, con esa afición a lo opaco que le caracteriza, se ha reunido en secreto con algunos de sus barones para hablar de federalismo pero, sobre todo, para ponerle límites. Eso de los límites, a lo que sea, es muy querido por Rajoy y la derecha en general. La gente debe conocer sus límites, sí señor. ¿Hasta dónde vamos a llegar si cada cual hace de su capa un sayo? Mira por donde, había un motivo oscuramente nacional en este pacto.
- Ada Colau y la PAH. El PSOE se desentendió a última hora de la faena del PP y dejó que fuera él en solitario (no sé si con la sólita ayuda de UPyD) quien asesinara la ILP de dación en pago con la firma de 1.400.000 personas. También le ha dejado solo en el Parlamento europeo votando en contra de igual iniciativa. Le deja solo, sí; pero tampoco hace nada. En la oposición está la PAH.
- La sanidad pública. El PSOE habla mucho de oponerse a la privatización, pero quien ha llevado a los tribunales todo el proceso de expolio de la sanidad pública a manos de un PP que ha actuado como un verdadero depredador, ha sido una asociación médica con fondos recaudados entre el personal sanitario. A estos nadie les reparte sobres. Al contrario, se los quitan. Pero han conseguido empurar por lo penal al wild bunch neoliberal de Esperanza Aguirre, ese puñado de empleados de grandes empresas médicas tornado en políticos que administraban los bienes públicos barriendo para casa.
- Los profesores. La enseñanza en pleno. La portada de El País en que el chaval que ha obtenido la máxima nota en la selectividad, un 9,95, defiende la enseñanza pública de todos para todos es el mejor mentís lanzado a los mejunjes ideológicos de ese ministro, pésimamente valorado por la ciudadanía, a pesar de su apellido que quizá tenga interiorizado. Tan mala es la norma con que ha cumplido lo que debe de ser una penitencia impuesta por la Iglesia que el gobierno pone en marcha una campaña publicitaria en favor de la Ley Wert, como el que anuncia un detergente.
- El llamado "mundo de la cultura". Los pitos y abucheos de ayer en el Real a este hombre tan engreído como petulante tienen que haberle tocado. No le abroncaban los estudiantes que, al fin y al cabo, él considera chusma; ni los profesores (en realidad unos perroflautas) todos ellos con sus camisetas verdes. Lo abroncaban los que él considera los suyos, los selectos asistentes al Real. La Reina a su lado, (¡qué trago, Señor!), era la viva imagen de María Estuardo o Santa Isabel de Hungría.
- Todos los estamentos del Reino, excepto los registradores de la propiedad y la Iglesia católica. Desde los periodistas (bueno, no todos) hasta los bomberos.
- Todos los públicos y curiosos que acuden a presenciar alguna ceremonia, inauguración o acto solemne y que aprovechan el paso de cualquier autoridad para "escrachearla".
Se observará que Palinuro no menciona los jueces. Los jueces no hacen oposición a nadie. Cumplen con su deber de hacer justicia. Lo que sucede es que es tal la corrupción del partido del gobierno que todo acto de justicia se interpreta como una agresión al PP y, dado que este vive enrollado en la bandera de España, a la Patria. Bastante trabajo tienen los jueces resistiendo las presiones de docenas de sinvergüenzas forrados de pasta acostumbrados a comprar las voluntades como el que compra palomitas en el cine.
Así que la pregunta no es retórica: ¿en dónde está la oposición? En la calle y, desde luego, en las redes sociales. Por supuesto, a estas tiene acceso todo el mundo: manifestantes y policía, víctimas y victimarios, nacionalistas y antinacionalistas, electores y elegidos. Tiene valor precisamente porque es de acceso libre y universal. Porque es un bien público que debiera proveerse a coste cero.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).