El PSM celebró este finde una convención regional en la que han participado Rubalcaba y Lissavetzky, además de Gómez, claro. En su discurso, el secretario general se ha referido a dos tipos de cuestiones, la general de España y la particular de Madrid. Con respecto a la primera, defiende el pacto alcanzado con el PP y lo hace con razones dignas de consideración. La principal es que el pacto incorpora los objetivos socialdemócratas clásicos; no es un pacto huero. Pero sigue sin ser convincente porque ¿qué significa esa incorporación? ¿Que Rajoy va a aplicar las políticas socialdemócratas ad intra? Eso no lo piensa nadie; ni Rubalcaba. ¿Significa que las aplicará ad extra, es decir, que las planteará (pues no se va a más que a plantear) en Bruselas? Es posible, pero inútil porque no será Bruselas quien haga lo que dicte Rajoy sino Rajoy quien obedezca a Bruselas. Por tanto, Palinuro se reafirma, el pacto es inútil.
Nota bene y actualización.
Va quedando claro que este pacto inútil no es más que una operación para embellecer la imagen del Rey, para que parezca que hace algo en vez de quedar como un gandul parásito y rijoso. Es decir, el Rey solo quiere una operación de marketing y los dos obedientes políticos dinásticos se prestan a representar este pequeño sainete para consumo interno que, al parecer, viene también avalado por consultas con los tres "jarrones chinos". ¡Ah, la alta política! Luego, Rubalcaba lo vende a las bases como un logro de la socialdemocracia. La socialdemocracia al servicio de la Monarquía. En el momento en que todo parece hundirse, en una crisis sistémica que cuestiona el orden político, el PSOE ha escogido campo: el trono y el altar. Es lo de siempre.
Pero hace bien el secretario general en defender el pacto. A lo hecho, pecho y algo de imagen de político de vuelos se le pegará. Menester es decir que acompaña la defensa de lo indefendible con otros razonamientos muy estimables. Se afana en afirmar que el pacto no significa que el PSOE condone las políticas internas del PP. Algo es algo. Sobre todo en materia de pensiones, es muy de agradecer que sea claro: el PSOE no firmará nada que lleve menos consenso que la anterior reforma y, por tanto, tratará de frenar el último expolio que bancos y aseguradoras quieren para hacer negocios privatizando las pensiones.
Va quedando claro que este pacto inútil no es más que una operación para embellecer la imagen del Rey, para que parezca que hace algo en vez de quedar como un gandul parásito y rijoso. Es decir, el Rey solo quiere una operación de marketing y los dos obedientes políticos dinásticos se prestan a representar este pequeño sainete para consumo interno que, al parecer, viene también avalado por consultas con los tres "jarrones chinos". ¡Ah, la alta política! Luego, Rubalcaba lo vende a las bases como un logro de la socialdemocracia. La socialdemocracia al servicio de la Monarquía. En el momento en que todo parece hundirse, en una crisis sistémica que cuestiona el orden político, el PSOE ha escogido campo: el trono y el altar. Es lo de siempre.
Pero hace bien el secretario general en defender el pacto. A lo hecho, pecho y algo de imagen de político de vuelos se le pegará. Menester es decir que acompaña la defensa de lo indefendible con otros razonamientos muy estimables. Se afana en afirmar que el pacto no significa que el PSOE condone las políticas internas del PP. Algo es algo. Sobre todo en materia de pensiones, es muy de agradecer que sea claro: el PSOE no firmará nada que lleve menos consenso que la anterior reforma y, por tanto, tratará de frenar el último expolio que bancos y aseguradoras quieren para hacer negocios privatizando las pensiones.
Lo más logrado desde el modesto punto de vista de Palinuro es la afirmación de que el PSOE derogará toda la normativa conservadora que haya mermado derechos de la ciudadanía. Dígalo más alto; repítalo; no lo deje para el final de su intervención; llévelo al inicio. Punto primero del programa electoral socialista: derogación inmediata de toda la legislación restrictiva de los derechos de la ciudadanía. Ahí están los votos de los trabajadores, los parados, las mujeres, los usuarios de la seguridad social, los jóvenes, los dependientes y los jubilados. Es más Palinuro sostiene que podía ser el punto primero de un hipotético programa común de la izquierda.
Porque son derechos y no privilegios como acusa la derecha con el fin de mantener y acrecentar los que ella protege.
La segunda parte del discurso fue para Madrid. Para las perspectivas del socialismo madrileño. El orador empleó formas de mitin, asegurando que ya es hora de poner fin a 25 años de gobierno de la derecha en la región y vaticinando que los madrileños tocaremos de nuevo la justicia y la equidad cuando Tomás Gómez sea presidente. No lo dudo, pero faltan dos años. Un mitin en diferido. Un buen deseo que, para hacerse realidad, debe venir precedido de la capacidad de ver los problemas, de decir la verdad, no de ocultarla. Los buenos modales, la diplomacia de partido hacen que ni se plantee la cuestión candente que está en el ánimo de todos, esto es, ¿por qué lleva la derecha 25 años gobernando en Madrid y, de paso, también en Valencia? ¿Por qué son incapaces los respectivos partidos socialistas de ganar las elecciones?
No vamos a hablar de Valencia porque aquí tratamos de Madrid pero como el antiguo reino es un ejemplo tan exagerado, merece la pena mencionarlo. El PSPV ha pasado por la vergüenza de que el PP, dirigido por un imputado y literalmente salpicado de fundadas sospechas de corrupción, amplíe incluso su margen de mayoría absoluta. Cuando un empeño colectivo fracasa de modo tan clamoroso, ¿no debiera realizar un trabajo de introspección, de análisis objetivo de los problemas, de revisión de su línea y sus supuestos?
Algo de eso sucede en Madrid. Y aun peor. El Tamayazo, hoy en su décimo aniversario, probó que la corrupción anidaba en el seno del PSM. La imagen era la de una estructura partidista, basada en la administración de los cargos públicos (escasa y muy reñida por estar el partido en la oposición) y las relaciones de poder entre clanes con intereses distintos aunque con nombres rimbombantes. Tamayo pertenecía a una corriente interna llamada renovadores por la base. Genial.
La financiación pública de los partidos (buena en principio, pero precisada de afinamiento) posibilita el enquistamiento de estas estructuras partidistas finalmente pobladas por profesionales de la política. El interés de estos, claro, es ganar las elecciones. Pero tampoco pasa nada si se pierden, pues raro será que los muevan de sus puestos. Resultado por la línea del menor esfuerzo: las elecciones se pierden. Los aparatos, sin prurito crítico alguno se reproducen repitiendo los mismos errores. Por ejemplo: un aparato gris y burocratizado presentará de candidato a la presidencia a una persona gris y burocrática. Palinuro profesa gran respeto por los sucesivos candidatos socialistas a la presidencia de Madrid y no mencionará a ninguno en concreto pero no puede pasar por alto que todos comparten una nota de grisura y medianía muy poco apropiada para nuestra época de imagen y espectáculo mediáticos. Ninguno pudo hacer sombra a Alberto Ruiz Gallardón y mucho menos a la neoliberal castiza y chulapa de Esperanza Aguirre.
Así que aparatos burocratizados, escleróticos, repletos de intereses creados, inmersos en redes clientelares de grupos y clanes representados por líderes grises y anodinos de escasísimo tirón popular, es la explicación del cuarto de siglo de gobierno de la derecha y ¿no es la mejor fórmula para que esta pase otros 25 años campando por sus escasos respetos?
(La imagen, menos la peana, es una foto de Brian Snelson, en Wikimedia Commons).