Julián Casanova (2013) España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española. Barcelona: Crítica (240 págs.)
Los dioses son juguetones y tienen golpes de humor, aunque sea negro. Les atribuyo la coincidencia de que en el día en que me dispongo a escribir una reseña de este interesante libro de Casanova la prensa anuncie que se han desclasificado en el Reino Unido los documentos que prueban cómo el MI6 había sobornado a los generales de Franco para que España no entrara en la segunda guerra mundial del lado de Alemania como, al parecer, quería el caudillo. Y no solo a los generales; también a armadores y otro personal civil. Al parecer, gestionaba los pagos Juan March. Quienes hayan leído a Preston ya lo sabían. Pero ahora están los papeles a la luz del día. La primera reacción que esto suscita es de vergüenza. Pero tampoco muy profunda. Los españoles estamos acostumbrados a que los gobernantes hagan lo contrario de lo que predican. Hablar de dar todo por la Patria y coger sobornos por trabajar por los intereses de otra es más o menos lo mismo que forrarse a sobresueldos mientras se predica e impone todo tipo de sacrificios sobre el común. Moralmente detestable.
Pero la gracia de la coincidencia no reside en algo tan obvio. Hay un nivel algo más profundo relacionado con un asunto que Casanova trata en su libro con gran acierto, el de la política de No Intervención en la guerra civil española patrocinada por el Reino Unido y Francia. La hipocresía de los británicos y los franceses en esa ocasión bien podría estar motivada, al menos la de los primeros, por su mayor proximidad y conocimiento del generalato franquista al que tenía por más venal que los imponderables del mando del ejército republicano. Y ¿cómo era así? Pues, entre otras cosas, porque aquellos poseían información de primera mano sobre Franco gracias a un agente del MI6 que habían colado en el bando fascista como periodista: Kim Philby. Después, ese mismo Philby sería el alma del MI6, el que sobornaba a los generales franquistas. Lo gracioso era que Kim Philby era, en realidad, un agente soviético, uno de los famosos cinco de Cambridge, los espías soviéticos que tenían infiltrados el MI5 y el MI6. O tal cosa es lo que generalmente se acepta. Me extraña que los británicos se dejaran engañar por unas gentes que habían militado en el partido comunista en sus años de la universidad. A uno siempre le queda la sospecha de si los cinco espías no serían triples más que dobles agentes. Un desmedido amor por la patria inglesa los llevaría a morir en Rusia. Esto de los espías del MI6 es siempre novelesco.
Julián Casanova es un reconocido historiador de contemporánea. Este libro se publicó primero en inglés, por encargo de una editorial que quería una breve historia de la guerra civil española para un amplio público, no para eruditos. Y es lo que ahora aparece en español. Una obra divulgativa, sintética, pero académica, rigurosa y concienzuda. Y no es solamente una mera obra de historia que se limite a un relato cronológico de los hechos sino que, además de esto, realiza una labor interpretativa por temas. De este modo es, si, una historia, pero sincopada, por así decirlo en distintos temas de tratamiento ensayístico (la Iglesia, el extranjero, la polémica guerra/revolución en el lado republicano, etc) en los que el enfoque es siempre muy objetivo, sin ser neutral ni imparcial. Al contrario, hay una confesión de parte reiterada a lo largo de la obra que podría sintetizarse así: la responsabilidad de la guerra recae sin duda sobre los sublevados, cuya acción inicial y posteriores se critican y condenan sin paliativos. Subsiguiente condena merecen los excesos de las milicias al principio y también las arbitrariedades de la hegemonía comunista posteriormente (aunque sobre estas últimas me da la impresión de que el autor no habla tanto) si bien con el atenuante de que se trató de delitos y atrocidades en respuesta a la agresión y, muchas veces, en manos de incontrolados. Por último, la República en sí misma, un régimen sin aliados, abandonado de todos, enfrentado a sus fuerzas armadas, casi sin autoridad efectiva en el interior; un régimen desgraciado que, sin embargo, es el único depositario de la legitimidad, si no he entendido mal al autor. En el fondo es una interpretación similar a la famosa teoría de Madariaga de "los tres Franciscos": Franco, Largo Caballero y Giner de los Ríos.
Casanova, quien ha dedicado mucho tiempo e investigación a la iglesia española en la historia hace especial hincapié en la importancia de la coyunda entre los militares y la iglesia a través de la santificación de la guerra como cruzada. El término tiene una gran fuerza propagandística y sirvió para legitimar el golpe de Estado y la subsiguiente guerra (en principio, no prevista por el mando) a ojos de los católicos del mundo entero, no solo de los españoles. Casos como el de Bernanos serían excepcionales. Surgió así el nacionalcatolicismo. Fue el espíritu de cruzada el que permitió satanizar a los enemigos como hijos de Caín (p. 65). En verdad, ese hallazgo propagandístico presentaba una mancha indeleble y tanto el hecho de que se diera como el de que sus partidarios lo ignorasen dice mucho sobre la integridad moral de la derecha nacionalcatólica. Se trató de una "cruzada" de cristianos y moros contra otros cristianos que, por mucho que los anatematizaran, seguirían siendo más cristianos que los moros de las tropas de Franco.
En las otras cuestiones, el libro sigue el mainstream de la historiografía más solvente sobre la guerra civil, en la que hay una parte importante de estudiosos británicos y trata de explicar de modo generalmente convincente algunas de las cuestiones más señaladas y aun discutidas de este episodio histórico. Y lo hace pensando sobre todo en un público inglés. Eso da a la obra un aliciente añadido. Es bueno vernos con los ojos de los de fuera. Adquirimos más perspectiva.
El capítulo sobre los aspectos internacionales del conflicto explica los meandros de la política de No Intervención y da cuenta de la debilidad estratégica de la República. Con referencia asimismo a la clara conciencia en la época de que la guerra de España era el preludio de la batalla ideológica del fascismo contra la democracia. Esto de la ideología tuvo mucha más importancia en el lado republicano, en donde convivían y hasta se entrepeleaban proyectos políticos muy distintos, que en el franquista en donde pronto se impuso la unidad de mando en lo militar, lo político y lo ideológico. Visto el asunto en retrospectiva era claro que la República estaba perdida en cualquier caso pero parece cierto que la guerra civil dentro de la guerra civil de mayo de 1937 aseguró, si no adelantó, la derrota. Así se resolvió la polémica citada revolución/guerra (p. 106).
La guerra se prolongó en contra de las previsiones iniciales debido a una serie de hechos más o menos fortuitos, desde los errores militares de Franco al predominio del 5º Regimiento o la llegada de las Brigadas Internacionales. A partir de cierto momento, el militar sublevado, pronto reconocido por Alemania e Italia y seguro de su superioridad material, cambia de planes y decide prolongar el conflicto hasta el final, hasta la rendición incondicional de la República, asunto en el que Casanova se detiene con toda razón porque ello serviría para justificar la posterior represión inmisericorde. Pero sin olvidar, como oportunamente señala también el autor, que los planes de escarmiento, de terror generalizado, de lo que hoy llamamos genocidio eran los de los generales desde un principio, el general Queipo de Llano, el teniente coronel Yagüe y, desde luego, el general Mola, quien los dejó por escrito.
Lo que vino después, el horror de dejar una población civil a merced del ejército que la había conquistado a sangre y fuego y no tuvo ninguna, es lo que Casanova denomina una paz incivil.