El episodio del corralito chipriota bien podría pasar a los anales de la ciencia política como caso sorprendente que contradice el saber convencional sobre gestión de crisis; o por lo menos de la comunicación política, que es el nombre que adopta aquella cuando decide tomar partido en los conflictos. También la Diplomacia tiene que estar santiguándose ante lo peregrino de los hechos. Veamos su secuencia:
I.- Se anuncia el corralito chipriota como un acuerdo in extremis entre la Troika y el gobierno de Chipre.
II.- Anastasiadis comparece en el parlamento y, como héroe de tragedia, anuncia que era el corralito o la quiebra total. Solución TINA (There Is No Alternative/No hay alternativa), cara a la derecha desde los tiempos de Thatcher, quien la acuñó.
IV.- Frau Merkel asegura que la decisión de gravar todos los depósitos fue absolutamente chipriota.
V.- El Eurogrupo, que forma parte de la Troika junto con el BCE y el FMI, pide expresamente, casi ordena, a Nicosia que garantice los depósitos inferiores a 100.000€ y grave los superiores en las proporciones que estime pertinentes, siempre que se consigan los 5.800 millones de euros para pagar el rescate. No sé qué hará Nicosia, pues, como voraz lector de Salgari en mi infancia, siempre me ha fascinado más el esplendor y la tragedia de Famagusta, teniendo a la ahora capital como un lugar de poca monta.
Conclusiones
1ª.- Quizá no se sepa nunca qué sucedió en este fin de semana delirante, desde que se decidió atracar a la ciudadanía en viernes, en aplicación del modelo argentino, hasta el giro de 180º del lunes. Si se trató de una imposición europea (¡hay que ver cómo cargaron las plumas contra los alemanes!) o si -y me inclino por ello- fue una propuesta de parte chipriota. La derecha -recientemente triunfante en unas elecciones en que ha derrotado a los comunistas- decide salir de la crisis a su modo, al modo griego, portugués, español, haciéndosela pagar a las rentas más bajas.
2ª.- La reacción social inmediata, la lluvia de críticas, obliga a los responsables a dar marcha atrás ante dos peligros inminentes: a) un pánico bancario en otros países del Sur; b) una insurrección popular. Los alemanes se desmarcan, al gobierno de Anastasiadis le sale la vena fenicia y empieza a regatear: rebaja el tipo de gravamen de los depósitos inferiores a 100.000€, promete devolver el 50% de lo ahora confiscado en dos años si los expoliados son buenos chicos. El Eurogrupo zanja la cuestión: la mordida será en los depósitos superiores a 100.000€. Adiós al proyecto conservador de salida de la crisis perjudicando a los más y beneficiando a los menos, como sucede en España.
3ª.- Sigue siendo una confiscación. Desde el punto de vista del constitucionalismo contemporáneo, una medida contraria al Estado de derecho pues atenta de lleno contra el principio de seguridad jurídica y, dentro de este, el de la intangibilidad de la propiedad privada. Pero una medida anticonstitucional que empezó siendo reaccionaria y ha resultado revolucionaria. Pues, ¿en qué se diferencia un corralito de los depósitos superiores a 100.000€ de un impuesto excepcional sobre las grandes fortunas como insistentemente propone la izquierda? Si hay alguna diferencia es a favor del corralito por más eficaz a la hora de prevenir fuga de capitales.
4ª.- O sea, la solución neoliberal a la crisis chipriota, avalada por la Europa de los mercados, coincide con el programa de la izquierda. Y hasta de una izquierda radical. Desde luego, la diferencia aparecerá de inmediato. La derecha recurre a este medio revolucionario para salvar la banca. La izquierda para salvar a la gente y, es de suponer, a los pequeños impositores en el caso de que los bancos quiebren. Pues la solución para la izquierda, al menos la radical, es dejar caer los bancos en quiebra.
5ª.- Curioso que la solución de la izquierda radical coincida con el postulado esencial del neoliberalismo (que, luego, este no aplica) de abandonar a su suerte las empresas y bancos en un mercado libre no intervenido. Curioso, en verdad, y digno de atención porque plantea problemas interesantes. ¿Cómo comunicar que uno es un neoliberal escrupuloso pero apoya una medida confiscatoria de los más pudientes? ¿Cómo explicar que uno es un socialista de verdad pero aboga por el funcionamiento del libre mercado?
6ª.- Ambas partes del conflicto tienen un punto de razón. La dificultad se hace patente cuando las dos creen que ese punto es todo el plano y excluyen cualquier posibilidad de transacción. A favor del neoliberalismo habla el sentido común de enfrenar el déficit, pero no al coste que sea. A favor de la izquierda la obvia conclusión de que de las crisis solo se sale con políticas que fomenten el crecimiento, pero no únicamente a base de estas. La realidad -esa que, según Rajoy, le obliga a incumplir todas sus promesas- fuerza soluciones híbridas, mestizas. Hay que cohonestar reducción del déficit con políticas de crecimiento. ¿Cómo? Ahí, amigos, ahí está el meollo de la cuestión.
7ª.- Mientras lo averiguamos, podemos ponernos de acuerdo en quién haya de sufragar esas políticas. A estas alturas está ya claro que cargar el peso de la crisis sobre los desfavorecidos en la esperanza de que los favorecidos, siéndolo aun más, colaborarían por su iniciativa a salir de la crisis, no conduce a nada. La codicia de los ricos no resuelve sino que agrava la crisis. La cuestión, por tanto, consiste en hacer lo contrario: que paguen por fuerza los ricos lo que no quieren pagar de grado y emplear los fondos en mejorar la capacidad adquisitiva de los asalariados, los parados, los jubilados, etc. Lo que obviamente separa la continuidad y la salida de la crisis es una medida de izquierda.
8ª.- La Unión Europea parece haberlo entendido así. Queda por saber si también lo entenderá Rajoy o irá, como el doctrino Anastasiadis, a ofrecer a la Troika los ahorros de los españoles.