dissabte, 16 de febrer del 2013

El arte por el arte.

El arte desafía la lógica. Se manifiesta de repente, porque quiere, sin preaviso y, cuando reflexiona sobre sí mismo y se da un nombre, por ejemplo impresionismo, es para introducir mayor incertidumbre. Ganas de fastidiar. La exposición de la Fundación Mapfre, Impresionistas y postimpresionistas trae setenta y ocho obras del Quai d'Orsay que ilustran muy bien un momento de la agitada historia del impresionismo. El nombre procede de una tela de Monet, Impression soleil levant, de 1872. Por entonces, los impresionistas, rechazados por la Academia, estaban en pie de guerra contra esta y organizaban su Salon des réfusés. El término "impresión" tiene vocación de manifiesto, es la traducción pictórica de la teoría del arte por el arte, que había abanderado Théophile Gautier. El arte no es mensajero ni portador de significados morales, religiosos, políticos; no está al servicio de ninguna causa. La elección del término "impresión" evoca lo momentáneo, pasajero, fugaz, como aquello con verdadero valor artístico frente a la huera trascendencia del academicismo, siempre ejemplificando con héroes muertos y grandezas del pasado. El arte está ahí fuera, ahora, en los paisajes urbanos o naturales. Hay que salir y captarlos en un momento determinado, con una luz concreta. Dar una impresión de ellos. La impresión es evanescente, frente a la perennidad de lo clásico. Pero, al quedar fija, esa impresión se incorpora al mundo contra el que lucha, el mundo de las reglas y las normas. Para combatir esa consolidación de la impresión, por así decirlo, los artistas pintan repetidas veces los mismos temas con iluminaciones distintas. El caso extremo, Monet y sus cuadros de la fachada de la catedral de Rouen a varias horas del día (de los que hay dos en la exposición), como también hizo con los acantilados de Entreat o sus estanques de nenúfares. En la exposición, el de la armonía verde, de 1899

Los impresionistas -quizá por su común condición de refusés- tenían conciencia de grupo. Eso pasa mucho y especialmente en pintura, quizá por la tradición de los talleres del gremio de San Lucas. El XIX y el XX están llenos de "fraternidades" y "comunidades". Los prerrafaelitas eran una "fraternidad", como la de los nazarenos alemanes, el grupo Secession o el de Die Brücke. En realidad, cuando el impresionismo entra en crisis (por utilizar la terminología de la exposición, que no es muy acertada porque, hablar de "crisis" tratándose de arte, no tiene mucho sentido), da lugar a su propia comunidad, la de los nabis, abundantemente representados en la exposición de Mapfre (Valloton, Sérusier, Denis, Roussel, Vuillard).

Es que, en concreto, el nudo de la exposición es el postimpresionismo, desde 1885 en adelante, cuando el Salon des refusés se ha convertido en el Salon des independents, más ecléctico y menos combatido por el agresivo "buen gusto" del academicismo que ya estaba de retirada. Basta con echar una ojeada a la producción del almibarado Walter Bouguereau para darse cuenta de ello. Los postimpresionistas, o los impresionistas más longevos, ya no son los temibles revolucionarios de los refusés, algunos de los cuales habían tenido relaciones con la Comuna de 1871. Ahora son los reconocidos maestros, incluso cuando se recrean en los desnudos femeninos al estilo de Rubens (Las bañistas, de Renoir) o "descienden" a los bajos fondos de la sociedad, como hace Toulouse-Lautrec (La payasa Cha-U-kao). Los nabis, esto es, los profetas, quizá por esa costumbre de las vanguardias de ir a buscar su razón de ser a la antigüedad del pueblo elegido, son más planos, en todos los sentidos. Esa condición plana se acentúa con su empleo del cloisonné, en algunos casos, que abriría el camino al modernismo, pero no es suficiente para ponerlos a la altura de Cézanne o de Gauguin, a quien reconocen como maestro. De Cézanne un ejemplo de sus celebérrimas manzanas y de Gauguin un bodegón con un abanico de japaniserie, testigo de la pasión del artista por lo exótico.

Es una magnífica exposición y está siendo muy visitada. Seguro que se complementa muy bien con la que hay en el Thyssen también sobre el impesionismo como pintura de exterior. Habrá que verla.