dilluns, 24 de desembre del 2012

La derecha de toda la vida.

El gran crac español.


Ahí va el famoso documental de la BBC sobre la quiebra de España. Dura una hora y está subtitulado en español. Es muy bueno. El periodista, un hacha. Sigue todas las pistas, habla con todo el mundo y con un montaje ágil y directo, da una idea completa del carácter especial de la crisis española, con una visión objetiva, contrastada, documentada y muy gráfica. En realidad, debiera estar exhibiéndose en nuestros canales y hasta en los cines. Eso no sucederá, al menos en las televisiones públicas controladas por el PP. Está por ver si sucede en las controladas por el PSOE o en las privadas. Estas debieran estar interesadas por razones de negocio ya que es de augurar una gran audiencia. Sin duda el gobierno intentará impedir su difusión pero eso sería censurar, coartar la libertad de expresión e información, lo cual es ilegal y anticonstitucional, aunque no muy ajeno a las aficiones de la derecha. Seguramente se arriesgará a tan poco lucido paso a juzgar por su reacción hasta la fecha.

Reacciones. Empezó nuestro pintoresco embajador en Londres quien, en la mejor tradición de las repúblicas bananeras, elevó una queja y protesta a la BBC por considerar el documental denigrante e injurioso para España. Un embajador temperamental, sí señor, que habrá causado la hilaridad de la opinión británica porque debe de ser difícil encontrar un mamarracho que se ajuste mejor al topicazo del español bajito, cetrino y pomposo. Siguió la alcaldesa de Valencia, indignada por la pieza, que considera una sucia maniobra para hundir la industria turística española. Si se le ocurre -o alguien se lo sopla-, la peculiar dama de rompe y rasga invoca la leyenda negra. Una ocasión perdida. Finalmente corona el despropósito el gobierno español al criticar y lamentar el documental como algo injusto con España. Así, al oficializar y consagrar en cierto modo la queja de los dos personajes, el gobierno muestra claramente su modo de entender las cosas. Cree que el gobierno británico manda sobre la BBC como el español sobre la RTVE. En efecto, una creencia bananera.

El documental. The Great Spanish Crash es una exposición magistral sobre las causas de la quiebra española y de su peculiar naturaleza. En efecto, al iniciarse la crisis financiera internacional con la quiebra de Lehman Brothers, todo el  mundo pensó que España estaba a salvo pues no tenía participación substantiva en las hipotecas subprime. El sistema financiero español era saludable. En el minuto 36' 16'' del vídeo resulta patético escuchar a Zapatero diciendo en conferencia en Wall Street, unos días después de la quiebra de Lehman Bros., que España tenía probablemente el sistema financiero más sólido de la comunidad internacional. Un presidente que enciende un cohiba sentado sobre un barril de pólvora. Es deprimente.
La ruina estaba dentro, en lo más profundo de la sentina. Todo el sistema de cajas de ahorros estaba ahogado en las hipotecas subprime autóctonas. Repárese en la explicación que da Jordi Palafox, profesor de economía y consejero de Bancaixa (Valencia) durante varios años acerca de la composición de los consejos de las cajas: un tercio, ahorradores que no saben nada de economía; otro tercio, empresarios muchos de los cuales tienen créditos de la caja que administran; y otro tercio de políticos que instrumentalizan las cajas para sus fines. Obviamente, es una fórmula para el desastre con ribetes claramente delictivos, sobre todo cuando se recuerdan las retribuciones estratoféricas que se han estado asignando los directivos de este caos de despilfarro y latrocinio. Endeudamiento de la segunda y tercera línea del aforo: cajas y clientes hipotecados. El meollo de la quiebra española. Pura incompetencia, mezclada con enchufismo y corrupción.
Pero el documental va más allá. Pone la catástrofe española en contexto histórico en la voz e imagen de Paul Preston, quien explica el franquismo (dice de Franco que en economía era un imbécil que se creía un genio) y la transición. De esta destaca la reorganización territorial del Estado en 17 autonomías, dotadas de grandes competencias legislativas y presupuestarias. De ese modo, engarza la explicación: las taifas autonómicas usaron las cajas para sus delirantes políticas de construcción megalómana en un clima de alegre despilfarro que ha llevado al país a la quiebra. Imagino que la audiencia inglesa habrá botado sobre sus sofás al escuchar y ver cómo se gastaron 400 millones de euros en un aeropuerto en Castellón en el que no hay tráfico aéreo. Si no aviones, el aeropuerto luce, sin embargo, una gigantesca estatua de Carlos Fabra, el hombre fuerte del lugar y padre del invento que financió con dinero de todos mientras, según parece, él se enriquecía aceleradamente.

El trasfondo. Es un documental muy duro de ver porque en él quedan reflejados todos los vicios nacionales. Hace muy bien la narración en situarse sobre el trasfondo de la dictadura, aquellos años de hambre, miseria, represión y catolicismo a cristazo limpio. Porque esa época, todavía viva en la memoria de muchos, parece estar retornando. Hay escenas en el documental filmado hoy que podrían haberse tomado hace sesenta años.
Y aquí es en donde está el mensaje del documental. No se formula, pero se intuye. El gobierno y los sectores sociales que lo apoyan, la empresa, la banca, la iglesia, lo saben y por eso pretenden impedir la exhibición pública del vídeo. Por fortuna está en You Tube. Dicho mensaje es el siguiente, crudamente expuesto: ¿qué hacen las autoridades, las clases dominantes, por remediar la catástrofe que ellas mismas produjeron por su incompetencia, despilfarro, enchufismo y corrupción?
Exactamente lo mismo que Franco. Lo mismo que han hecho siempre las clases dominantes en España con el pueblo y mucho antes de Franco: oprimirlo, negarle sus derechos y expoliarlo. La política de la derecha de toda la vida. Cambian los nombres, pero no las cosas. Antes se sacrificaba el pueblo en nombre del catolicismo, el orden público, la dinastía, las guerras que España siempre perdía, la unidad de destino en lo universal y el Imperio de los harapos. Hoy es en nombre del libre mercado, la competitividad, la productividad, la deuda y el déficit cero que, como un Moloch, tritura las clases trabajadoras y despoja de su patrimonio a las clases medias. Los carcundas de antaño se han hecho todos flamantes neoliberales sin dejar de ser carcundas. Y siempre es lo mismo. Primero, el saqueo: antes los señores, espirituales o seculares, los reyes mismos se apropiaban los bienes y predios del común; hoy la clase dominante, empresarios, financieros y curas, se apropia de los servicios públicos bajo el descarnado nombre de privatización. Segundo, el expolio: ayer se proseguía la labor de estrujar al pueblo friéndolo a impuestos, tasas, gabelas, diezmos y exacciones de todo tipo, mientras los nobles y la iglesia no pagaban. Exactamente igual que hoy, cuando los ricos y los curas no pagan. Tercero, la represión: ayer se castigaba con dureza toda manifestación de crítica, oposición y resistencia. Castigos ejemplares. Hoy, asimismo, está estableciéndose un Estado policial que no respeta los derechos fundamentales de los ciudadanos, que hostiga y reprime los actos colectivos en ejercicio de esos derechos y los castiga de forma arbitraria y desproporcionada (o sea, ejemplar) y que no solamente indulta policías condenados por los tribunales como torturadores, sino que utiliza el sistema penitenciario para tomar rehenes de los que se espera una función disuasoria.
Es la derecha de toda la vida. La causa del desastre de España. Pero no de ahora. De siempre.