dijous, 29 de novembre del 2012

Pedir perdón


Varios militantes del PSOE, relativamente jóvenes, de base, algún concejal de población aledaña, han rodado un vídeo en el que piden perdón, supongo que a la ciudadanía, por las políticas erróneas del último gobierno de Zapatero. En concreto salen a relucir el tardío reconocimiento de la crisis y las medidas neoliberales que para combatirla se adoptaron (congelación de pensiones, reducciones salariales, reformas laborales). Se ataca la reforma del artículo 135 de la Constitución, perpetrada al alimón por el PP y el PSOE en agosto de 2011. Se lamenta no haber reformado el sistema electoral y haber guardado en un cajón la ley de libertad religiosa. Todo esto, según dicen los autores, reproduce la plantilla de una artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca.
Asimismo se hacen unas consideraciones muy atinadas sobre la eficacia real del hecho de pedir perdón, cuando ya se sabe que el perdón, de obtenerse, no remediará materialmente el daño causado. Sirve este, al parecer, como prolegómeno a la firme resolución de cambiar, de hacer las cosas de otra forma, a los efectos de recuperar la confianza de aquellos cuyo perdón se solicita. El PSOE, concluyen estos bienintencionados rapaces, tiene que cambiar.
Por supuesto. Todo fluye, todo cambia, nada permanece, que dice Heráclito. Lo estanco, simplemente, no existe. Exactamente lo que le pasa al PSOE, que no existe. Es un no existir visto de diversos modos. Uno abatido, desconcertado, producto de un shock que no ha podido asimilar, como el de la dirección actual que, desde la derrota del 20N, no atina a verse en el espejo, al igual que los vampiros, muertos vivientes, o aquel Erasmus Spikher, que entregó su imagen al diablo. Desamparado el partido, habiendo perdido la dirección la brújula y el norte, lleva un año encajando un castigo electoral tras otro, malas noticias, descenso en la valoración del líder y sombríos augurios.
El otro modo es el combativo, el vigilante, el de quienes rechazan pedir perdón. Al contrario, están orgullosos de ellos, de su partido, de su gobierno. Eso de pedir perdón es un lloriqueo impropio de socialistas.
En la mitad -pues siempre hay un término intermedio, o más, entre dos polos- están quienes dicen que está bien pedir perdón, que eso es de caballeros, pero no que lo haga la militancia, sino la dirección.
Quizá, en efecto, eso de pedir perdón sea excesivamente sentimental, sensiblero e inoportuno. Máxime cuando se recuerda que el mero pedir perdón indica un deseo de quedar en paz con la conciencia de uno, pero no aclara en absoluto qué se planea hacer para remediar la situación. Así que el pedir perdón puede sustituirse tranquilamente por un reconocimiento y una crítica razonada de los errores cometidos y una presentación de un plan alternativo justo y viable. Pues eso es lo que importa.
Por lo demás, el pedir perdón tampoco es tan extraño en el contexto de la cultura cristiana en que nos movemos que habla mucho de indulgencia. Además, tampoco tiene tan mal resultado. La última vez que visité el vídeo en You Tube (se accede pinchando en la imagen) llevaba más de 99.000 visitas en menos de tres días, lo cual demuestra que es un éxito porque, además, es directo y está bien hecho. Eso no quiere decir que todos los que lo hayan visto estén de acuerdo con él, pero sí que despierta mucho interés.
Hay un momento en el vídeo que condensa todo su mensaje de forma simbólica y racional al mismo tiempo, que estalla como un petardo en la narración anafórica y por lo tanto algo adormeciente, cuando piden perdón por haber fallado. Ahí suena tremendo el eco del ¡no nos falles! de las primeras elecciones, reiterado en las segundas de 2008 con el tinte desvaído y melancólico del fracaso. Es una amarga experiencia pues, aunque él quiera echar las culpas a los elementos de la crisis, como Felipe II a los de la mar, lo suyo ha sido un fracaso que estamos pagando todos muy duramente.¡No nos falles! Pues falló.
L@s autor@s de este vídeo deben ahora pasar al terreno propositivo. Que hagan llegar sus ideas, sus planes, sus propósitos a la próxima conferencia política. Que se hagan oír.
El PSOE tiene que reaccionar, sacudirse la modorra y hacerlo desde la izquierda. Lleva mucho tiempo aburguesado, convertido en un partido dinástico, casi clerical, monárquico y contaminado de neoliberalismo. La oposición esta hoy en la calle y el PSOE, al que los electores sacaron de los despachos, no ha llegado a ella sino que parece haberse quedado atrapado en una especie de limbo, presente en todas partes, pero visible en ninguna.