divendres, 27 de juliol del 2012

Todo es ideología.

Hace unos días Palinuro recibió una invitación a un acto de presentación de la revista Geoeconomía, del Instituto Choiseul sobre el tema de La industria del deporte que el malvado piloto enseguida tradujo en El deporte como industria. Al no interesarle el deporte ni como religión, iba a desechar la amable invitación de cuya procedencia ignoraba todo. Pero por último fue en compañía de un amigo, también hombre de negocios, pero honrado y trabajador, y sus respectivas esposas que eran quienes en el fondo habían urdido el plan por la curiosidad de ir a un lugar mítico para los madridistas: el palco de honor del estadio por excelencia o estadio de los estadios como España es nación de naciones.
El acto, muy concurrido, con amplia presencia de medios, mucha foto, autoridades y personalidades de distintos rangos y canutazos a diestro y siniestro, discurrió por las previsibles sendas de este tipo de eventos. Se trataba de vender la idea de que el deporte es buena oportunidad de negocios y que forma parte de la marca España. Allí estaba Espinosa de los Monteros, actual adalid de la tal marca, cuyo nombre, dice Palinuro, no puede ser más chato. En su opinión falta imaginación para sustituir ese trillado marca España por una Marca Hispánica, más castiza y con más mercados abiertos en los Estados Unidos, objetivo de exportación del máximo interés pero en donde la gente cree que España está en al Asia Menor, cerca de Palestina y eso que no se ha enterado que Juan Carlos I es Rey de Jerusalén.
El tono general, bastante conservador porque el Instituto Choiseul es uno de esos think tanks que tiene la derecha en el mundo entero con la tarea de formular doctrina/ideología para preservar la hegemonía neoliberal y neoconservadora al mismo tiempo. Este es francés. Supongo que los franceses, como los españoles, carecen de versión literal aceptable de Think tanks. Chars d'assaut de la pensée suena cómico, igual que carros de combate del pensamiento y Tanks de la pensée, como tanques del pensamiento carecen de sentido. Así que Think tanks, instituciones generalmente feroces en sus demoledores ataques al pensamiento de izquierda o al meramente centrista y a sus ideologías. Este Instituto parece algo más moderado, quizá por ser francés y ese era el tono del por lo demás bastante aburrido acto.
Hasta que saltó un buen hombre, el actual secretario de Estado de Comercio, García-Legaz, quien ha sido y supongo sigue siendo secretario general de la Fundación FAES el think tank aznarino cuyo extremismo, radicalidad, unilateralidad y agresividad lo legitiman para ascender a la condición de Battleship FAES, más acorde con la noble vena marítima de la raza hispánica. El caso es que el joven García-Legaz derramó su entusiasmo de neófito sobre el auditorio y arremetió contra la Universidad pública (confesando de paso que solía hacerlo en universidades públicas, lo cual lo cualifica como moderadamente sádico) a la que descalificó por mala, por no tener ninguna entre las 150 primeras del mundo. Olvidaba decir que él viene de la privada, de Comillas, que tampoco figuran en la clasificación o ranking, como dice él, en recio castellano. El ataque se coronaba con un triunfo: la Universidad pública es un desastre por ser lo contrario del modelo de gestión de las empresas privadas competitivas, la honra y prez de España y su fuente de ingresos, caramba. La empresa española, sí señor. Leo en la determinación de las exportaciones españolas que lo que más exportamos son coches (un 24 % más o menos del total de exportaciones). Coches con patentes extranjeras. No hay una sola empresa española no ya entre los primeros 150 fabricantes de coches del mundo (si los hay) sino entre todos los fabricantes. No hay un coche español en el mundo, así que la marca España de la octava o novena potencia económica se refiere a eso, a España, al deporte, unos equipos de fútbol de ensueño pero que, por desgracia, no se pueden exportar, un banco y docena y media de empresas de obras públicas en diversas partes del planeta. Suena algo bombástico en un continente en el que países más pequeños que España tienen empresas que cubren continentes enteros.
Pero el secretario de Estado de Comercio iba a sentar doctrina, teoría, ideología, el abc de las fantasías neoliberales de los años ochenta y noventa del siglo pasado, de los furibundos ataques al Estado de la revolución neoconservadora de Reagan y Thatcher, que han traído la mayor crisis del capitalismo desde la de 1929 y quizá esté sobrepasándose ya esta fecha como barrera psicológica. Lo malo de estos fundamentalistas del mercado (en realidad, de todos los fundamentalistas, también los del Estado) es que son incapaces de reconocer sus errores. Siempre son culpa de otros pues ellos están en lo cierto y no se equivocan nunca. La única cuestión abierta es si no los reconocen porque no pueden o porque no quieren, cuestión nada irrelevante, pues tiene un matiz moral. Pero, en todo caso, quien no reconoce sus errores no puede remediarlos.
El público aplaudió a rabiar al doble secretario, orgulloso de exponer aquellas antiguallas y lugares comunes con tanta fuerza de convicción. Pero su intervención agrió el acto. Palinuro andaba muy quejoso. Decía estar interesado en las perspectivas de negocio del deporte, pero de eso, en concreto, nadie habló. Mucha marca España pero poca chicha. Me confió que estaba madurando una idea de negocio consistente en crear un santoral de deportistas, pedir permiso a la iglesia -con correspondiente pago de derechos- y representarlos en la mejor tradición de las estampas religiosas, asociando cada deportista a un santo protector. Por ejemplo: "San Sebastián y Francisco Crujientes, oro en arco, te protejan del reuma" o "San Vicente Ferrer y Pedro Hornillos, bronce en natación, te amparen en la mar". Se lo quité de la cabeza.
Por cierto, el estadio Bernabéu, una pasada y el palco de honor, pasada y media.