A juzgar por las portadas de los periódicos españoles, ayer domingo solo hubo elecciones en Grecia. Sin embargo las hubo asimismo, y más importantes para Europa, en Francia, segunda vuelta de las legislativas. Pero estas se presentaban más de andar por casa pues la incógnita se había despejado en la primera vuelta y, desde luego, en las precedentes presidenciales. La tensión, la emoción, anidaban en las griegas; no segunda vuelta sino repetición de las elecciones del mes anterior con un resultado ingobernable. Según numerosos comentaristas de su resultado incierto dependería la permanencia de Grecia en la zona euro, en definitiva, en Europa.
Pero, además de ese asunto, nada desdeñable, las elecciones griegas tenían otro morbo, al menos para España, en el campo de la izquierda: saber si por fin la coalición izquierdista, formalmente no comunista (pues los comunistas tienen formación independiente con el nombre de tales), Syriza, acabaría superando, como así ha sido en efecto, la versión helénica de la socialdemocracia, el PASOK. El famoso sorpasso al que también aspira legítimamente IU en España, gracias al cual, si el PSOE sigue bajando y la coalición subiendo, esta sustituya a aquel como formación hegemónica de la izquierda. Como Syriza, vamos.
Seguramente Grecia se gobernará con una coalición más o menos nutrida de partidos en torno al eje Nueva Democracia/PASOK con el segundo actuando de comparsa menor. Syriza se instala desde ya en la oposición, un lugar digno desde el punto de vista de los principios pero poco relevante si se está frente a una mayoría absoluta.
Pero todo eso es de poca monta. Lo interesante es comprobar cómo la crisis del euro es una crisis de la euroizquierda que esta no acaba de entender y, en consecuencia, no puede remediar. ¿Por qué se ha concentrado la atención en Grecia? En Francia ha ganado limpiamente la izquierda. Después de la victoria en las presidenciales, la socialdemocracia tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. ¿Por qué no celebrarlo por todo lo alto? Sencillamente porque en Francia, la formación equivalente a Syriza o lo que dice aquí IU que quiere ser, esto es, el Frente de la Izquierda,se ha dado un batacazo . Se ha quedado en diez diputados y no ha salido ni Mélenchon. Si a este desastre añadimos el declive del equivalente alemán en las últimas elecciones de Länder, esto es, Die Linke, se perfilan dos modelos, el griego, con sorpasso y sin gobierno y el francés, con gobierno y sin sorpasso y con Alemania apuntando más al lado francés que al griego. Está claro, es un crisis de la izquierda. Con sorpasso o sin él, esta sufre las consecuencias de su desunión en todas partes. Lo sabe; dice querer evitarlo, pero no hace nada por ello porque su división interna es muy profunda.
Tanto el PASOK como el PSOE han pagado muy caro en las urnas su gestión de la crisis. Pero ello no es necesariamente porque, siendo de izquierda, se hayan plegado a los dictados neoliberales, pues tambien los gobiernos neoliberales han perdido las elecciones; el último, el de Sarkozy. El Partido Socialista francés y, según los sondeos, el SPD alemán, van para arriba porque vienen de la oposición. como las derechas griega y española. La crisis devora los gobiernos de todos los colores. Esto no quiere decir que los socialdemócratas no hayan sufrido un castigo adicional a causa de su seguidismo neoliberal. Al contrario, han perdido un considerable apoyo en votos por no haber sido capaces de formular una alternativa propia, socialdemócrata, a la crisis.
No obstante las cosas no son tan fáciles como se antojan a la gente con flaca memoria. Todo el mundo parece haberse olvidado de que, siendo primer ministro, el socialdemócrata Papandreu intentó convocar un referéndum sobre el rescate y casi lo despellejan y con muy escasa defensa interna. No obstante, ciertamente, el PSOE presenta un problema de indefinición considerable. La insistencia en sellar pactos nacionales con la derecha al amparo de la emergencia de la situación no permite que el electorado visualice una opción partidista de izquierda socialdemócrata.
La crisis se revela por fin en el problema de la otra izquierda, la no socialdemócrata, consistente en otro tipo de indefinición. Así como los socialdemócratas no consiguen distanciarse de los neoliberales pues comparten un objetivo estratégico que es la conservación del capitalismo (aunque con visiones distintas de él), la otra izquierda no consigue encontrar puntos de encuentro con los demás porque su objetivo estratégico no está claro. A primera vista, a juzgar por algunas observaciones desperdigadas acerca del cambio del modelo productivo, se pretende sustituir el capitalismo, pero no se sabe por qué. La oposición al capitalismo es notoria. Una de las organizaciones se llama Izquierda Anticapitalista, lo cual nos ilustra acerca de lo que es "anti" pero no acerca de lo que es "pro". Resulta así que en la estrategia de la izquierda radical aparece incrustado el elemento utópico (en el mejor de los casos), siempre inquietante para unos electorados que, como viene demostrándose en los últimos tiempos, son bastante conservadores.
La izquierda, toda ella, debe decidir si quiere gobernar Europa o se resigna a ser gobernada por ella, por la Europa del capital. Y la vía para conseguirlo, en mi modesta opinión, es la francesa; no la griega. Para lo cual es preciso que la socialdemocracia articule una política económica propia , distinta de la neoliberal y eso no es fácil, como se ve mirando el PSOE.
(La imagen es una captura de la portada de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).