dilluns, 7 de maig del 2012

La suerte de tener amigos.

Como mucha gente, a veces doy un paseo por Facebook, esa red social hecha a base de narcisismo, romanticismo y afán comunicativo y suelo detenerme en los filosofemas con que de vez en cuando jalonan el camino los usuarios. Vienen siendo reflexiones originales, curiosas, sorprendentes, sobre asuntos cotidianos o relaciones personales que todo el mundo entiende, trasladan con frecuencia un mensaje moral, estan acompañadas de imágenes generalmente atractivas (aunque pequen de cursilería en más de una ocasión) y detenerse ellas siempre es beneficioso, más que nada para el espíritu. La mayoría contienen definiciones originales, apotegmas sabios o sorprendentes, sobre la vida, la felicidad, los padres, el amor conyugal, el filial, la amistad, etc. Creo haber encontrado media docena de definiciones de amistad del tipo de: "un amigo es el que te ayuda cuando crees que no te hace falta" o "un amigo no es el que comparte tus victorias sino tus derrotas", o "la amistad es un contrato sin letra pequeña" o "un amigo es el hermano que Dios no te ha dado pero tú te has buscado", etc. 
Podría seguir porque Facebook es un pozo sin fondo. Pero prefiero aportar mi propia propuesta y presumir al tiempo de protagonismo en la definición de la cosa. Por ello, ¿qué tal si digo que "un amigo es quien piensa en ti al crear algo bello y te lo dedica"? Pue eso: tengo un amigo con una exquisita sensibilidad y dotes artísticas, capaz de hacer una foto como la de la imagen, pensar en mí y enviármela, como el que envía una flor, un recado, una nota, un recuerdo.
Eso no tiene precio, ¿verdad?
No digo el nombre real porque no suele usarlo. El imaginario florece en las alturas como la rosa blanca.