Cuando a mediados del siglo XIX Darwin popularizó su concepto de la lucha por la existencia en el mundo animal como elemento clave de su teoría de la evolución, los ideólogos e intelectuales de la época se lo apropiaron rápidamente para explicar el orden social, el de los animales racionales. Surgió así el "darwinismo social", una doctrina que extrapolaba al mundo humano las pautas de comportamiento del no humano. Explicaba y, de paso, justificaba el orden capitalista en el auge de la primera revolución industrial. Lucha por la existencia. Los más aptos sobreviven; los otros perecen o malviven como proletariado o lumpenproletariado.
La teoría encajaba a la perfección con la tradición individualista del liberalismo, ya desde el comienzo del "individualismo posesivo" (Macpherson). Una sociedad de individuos libres que van a lo suyo y sometidos a la mínima cantidad posible de regulaciones compatible con un orden civilizado, es decir, sujetos a un "Estado mínimo" (Nozick). Ese orden capitalista liberal, basado en la idea de la igualdad de todos ante la ley, en ignorancia de sus condiciones y posibilidades materiales reales es el que llevó a Anatole France a manifestar su sarcástico asombro ante "la majestad de la Ley que prohíbe por igual al rico y al pobre dormir debajo de los puentes."
El socialismo como idea y movimiento nació de la conciencia de la necesidad de garantizar una igualdad real que la igualdad burguesa formal negaba. De las varias fórmulas propuestas por el socialismo para hacer realidad este sueño la que resultó más eficaz y duradera fue el Estado del bienestar. Se trataba de mejorar la suerte de los individuos pero no mediante sus solas fuerzas sino a través de la acción colectiva. Una acción colectiva presidida por una idea altruista que los individualistas han negado siempre. Una acción que no abandonara a su triste sino a quienes no habían conseguido imponerse en la lucha por la existencia por las razones que fueran. Y la verdad es que el Estado del bienestar funcionó muy bien en la segunda mitad del siglo XX, al menos en Europa, hasta el punto de que acabó siendo el banderín de enganche de toda la izquierda y no solamente de la que lo propugnó en un primer momento, esto es, el socialismo democrático. Es la última trinchera que la izquierda está dispuesta a defender con uñas y dientes.
Porque el ataque al Estado del bienestar, que se recrudeció en los años ochenta con las victorias electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, se hizo desde la perspectiva del liberalismo individualista, del llamado "egoísmo racional", clamando contra un altruismo que contradecía la supuesta naturaleza egoísta del individuo y que solo podía mantenerse por imposición coactiva de un Estado metomentodo orientado hacia el totalitarismo. Ese discurso se empleaba en especial con las nuevas clases medias, aquellas que han ascendido gracias a las medidas redistributivas del Estado del bienestar pero que han perdido de vista su origen y experimentan las cargas inherentes al bienestar como exacciones injustas con las que hay que acabar bajando los impuestos, reduciendo las ingresos del Estado, empobreciéndolo. Ese pensamiento que rompió la hegemonía ideológica de los "welfaristas" y se impuso como "pensamiento único" (Ramonet) es el que ha provocado la actual crisis económica, de una extraordinaria gravedad.
Que para salir de la crisis se apliquen las medidas y políticas que la causaron carece de todo sentido. Y la realidad lo desmiente siempre. Rajoy ganó las elecciones prometiendo que no subiría los impuestos y fue lo primero que hizo en cuanto llegó a La Moncloa, subirlos. Era obvio. El Estado tiene que aumentar sus ingresos para pagar su deuda; no basta con reducir gastos. Obsérvese, por lo demás, que esa reducción de gastos se hace sobre todo en los capítulos del gasto de carácter más social y redistributivo, desde la ayuda al desarrollo hasta las prestaciones a los dependientes. ¿Cuál es la finalidad? Volver al liberalismo, por eso la tendencia se llama "neoliberalismo", a la lucha por la existencia y la supervivencia de los más aptos. A los demás, que les den.
(La imagen es una foto de Bettysnake, bajo licencia de Creative Commons).