dissabte, 10 de març del 2012

La huelga es un derecho.

Ahorro al lector las habituales jeremiadas sobre el militantismo de la prensa de la derecha, su falta completa de objetividad y no digamos imparcialidad, su carácter amarillo. Los periódicos son empresas que, dentro del respeto a la ley, fabrican el producto que quieren sin estar obligadas a norma ética o deontológica alguna más que por la propia voluntad que suele ser flaca. La derecha es así. Sabe perfectamente que la agresividad periodística tiene una rentabilidad y es lo que practica. Creer que vaya a dejar de hacerlo por una especie de revelación de tipo paulino es creer en quimeras.

Claro que también cabe tomarse este tipo de periodismo un poco a broma. No como periódicos sin más sino como tebeos o como pasquines de propaganda que levantan partido por el gobierno en contra de los movimientos sociales de oposición y de la misma oposición. Este tipo de periodismo de agitación y propaganda tiene una audiencia limitada, pero una presencia muy superior a esa audiencia, debido sobre todo al funcionamiento multimedia de la información. Es posible que la portada de La Razón solo la vean sus lectores, como unos 100.000 pero, en cuanto la reproduzcan en la televisión, la verán millones que es lo que quieren sus patrocinadores. Es el llamado periodismo de portada.

La huelga es un derecho de los trabajadores reconocido en la Constitución. Oponerse a él, negarlo, deslegitimarlo, estigmatizarlo, es injusto. Y más aun lo es considerarlo como alta traición, porque eso es lo que quiere decir el titular de huelga contra España. Esto es, la evasión de capitales, el fraude sistemático a la Hacienda Pública, el recurso a los paraísos fiscales, la tributación en el extranjero, el hablar mal de España en todos los foros internacionales, no son traiciones. Traición es convocar una huelga contra los recortes y, sobre todo, el injusto reparto de sus costes, contra el desmantelamiento del Estado del bienestar, contra la aplicación de políticas neoliberales, contra el gobierno del decreto-ley. Sí el gobierno no tiene oposición digna de tal nombre en el Parlamento es justo que la tenga en la calle. Sobre todo porque la oposición es un elemento esencial de la democracia que sirve para controlar el poder en especial si responde al ejercicio pacífico de un derecho, el de huelga.

Si el mero día de la convocatoria la actitud de la derecha mediática es ya tan beligerante, ¿cómo será en la víspera de la huelga y durante la misma huelga?