Es de conocimiento general que los casos de travestismo político se dan prácticamente siempre de la izquierda a la derecha y casi nunca, por no decir nunca, al revés, de la derecha a la izquierda. En España está tan arraigada la costumbre que todo el mundo cita el caso de Jorge Verstrynge como el único que conoce del paso de la derecha a la izquierda mientras que a la inversa, hay tantos ejemplos que citarlos todos fuera imposible. La pregunta inmediata es ¿por qué no están equilibrados los trasvases? Y, como siempre, la respuesta no puede ser única, sino que hay que buscar un conjunto de ellas si se quiere encontrar una explicación satisfactoria.
En primer lugar, hay una razón de carácter casi filogenético: con el paso de los años, las gentes suelen hacerse más acomodaticias, menos impulsivas, más conservadoras; carne de derecha. Así es célebre el dicho de que "el hombre nace incendiario y muere bombero". O aquel otro de que el que a los veinte años no es revolucionario, carece de corazón y el que a los cuarenta no es conservador, carece de entendimiento. Ambas formas de la sabiduría convencional dan por supuesto que la juventud es radical y la madurez, moderada, conservadora, incluso reaccionaria.
Igualmente suele aducirse una explicación genérica de carácter sociológico: el origen de clase se nota. Los izquierdistas de familias pudientes, suelen hacerse radicales por generosidad, solidaridad y entrega, muchas veces en oposición a sus familias; pero éstas pesan, nunca se dan por vencidas, presionan sobre el hijo pródigo y, al final, en bastantes casos, consiguen que se identifique con sus orígenes, recobre la lealtad de clase y vuelva al rebaño.
En el terreno individual también hay poderosas razones: en la derecha se dan más posibilidades de medro personal o, en todo caso, se recompensa a los tránsfugas mejor que en la izquierda. En los gobiernos de Aznar y en el PP en la actualidad hubo y sigue habiendo muchos antiguos izquierdistas, especialmente comunistas, que de haberse quedado en su partido, no hubieran llegado a nada por obvias faltas de capacidad pero que en el PP alcanzaron cargos de ministros porque Roma no paga traidores en algunos casos pero, en otros, cuando le conviene, sí. Y los paga bien.
Así mismo, la derecha goza de una especie de exención de responsabilidad en todo cuanto dice y hace, impensable en el caso de la izquierda, a la que se le exigen las más estrictas cuentas en todos los ámbitos imaginables. Y lo curioso es que este evidente desequilibrio es compartido por la propia izquierda que aparece imbuida de la creencia de que, siendo la derecha la señora de la casa, no tiene por qué dar cuenta de su comportamiento y siendo ella misma, la izquierda, por así decirlo, una intrusa tiene que estar justificando siempre cuanto dice y hace.
Ejemplos hay en abundancia: Esperanza Aguirre dice cosas absurdas y peregrinas con tanta frecuencia que es casi un punto de surrealismo en la política madrileña. María Dolores Cospedal, discípula suya, miente, injuria y calumnia sin empacho y sin que ello le suponga coste alguno. Federico Trillo exige dimisiones en el ministerio del Interior y explicaciones de Rubalcaba por el archivo (aún no firme) de la causa contra Bárcenas siendo así que el país está todavía esperando las que él no ha dado sobre su infame comportamiento en el caso del Yak 42, en el que permitió que se condenara a unos militares en un asunto en el que el máximo responsable político era él.
Mariano Rajoy inicia el curso político en el castillo de Soutomaior (Pontevedra), pidiendo el "apoyo de todos" para su política; él, que jamás apoyó al gobierno socialista en nada sino que, al contrario, boicoteó todas sus iniciativas, aunque fueran en asuntos de interés de Estado. Lo curioso es que hace bien porque sabe que, a diferencia de él, la izquierda apoyará allí en donde crea que hacerlo favorece el bien común.
El caso más obvio de las ventajas que tiene ser de derecha es el de Manuel Fraga que anuncia su retirada de la política desde su puesto actual de senador después de haber sido ministro de Información y Turismo con Franco. Fraga es el ejemplo vivo de las peculiaridades de la transición española: que fuera miembro de la ponencia constitucional un representante de la dictadura criminal anterior en la que se suprimió todo vestigio de libertad, democracia y constitución lo dice todo sobre aquella. Y más dice aun esa resignada expresión con que durante todos estos años ha venido valorándose la persona de Fraga: que los demócratas debemos agradecerle que haya "civilizado a la derecha". Es una conclusión que sólo pone de manifiesto el miedo con que los demócratas en general y la izquierda en particular acometieron el proceso de transición: en primer lugar no es del todo cierto que haya "civilizado" a la derecha (basta con escuchar a los dirigentes ya mencionados o a Camps o a González Pons); en segundo lugar, la pregunta sería: ¿es que es pensable en democracia una derecha "no civilizada"? ¿Por qué hay que agradecer a alguien que cumpla con su deber y con las formas de educación más elementales?
Sencillo: porque es la derecha.
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).