Agosto, con sus perseidas, invita a relajarse, a descansar, a "desconectar", como dice mucha gente a la que, evidentemente, la conexión del resto del año fatiga o fastidia. Son las "bien ganadas" sacrosantas vacaciones que aquí se toman hasta quienes no trabajan. Un tiempo para el dulce no hacer nada. Para olvidarse, para sonreír, para decir cualquier cosa sin temor a las consecuencias. Calma chicha en la mar pública, normalmente enfurecida, como si Poseidón estuviera enfadado. Puede que hasta aparezca la serpiente del lago Ness.
O quizá no porque, a diferencia de otros años, en éste la canícula se ha abierto con el anuncio de elecciones anticipadas al mítico 20-N convirtiendo así las vacaciones en una curiosa y larga precampaña electoral. Los políticos suavizan igualmente lo acerado de sus declaraciones, las aquilatan menos, en definitiva, se relajan como todo el mundo pero con la mirada puesta siempre en las elecciones. Y lo malo de hablar distendidamente es que uno puede quedar retratado. Cuatro ejemplos:
Bono predica un Gobierno de coalición PSOE-PP ante la gravedad de la situación, de la crisis más que nada. O sea, lo que se conoce como gobierno de concentración nacional, al estilo de los gabinetes de Churchill durante la segunda guerra mundial o de las grosse Koalitionen alemana o austriaca. Lo bueno de estas alianzas es que garantizan mayorías parlamentarias abrumadoras; lo malo, que la oposición parlamentaria queda aniquilada y es facil que se radicalice convirtiéndose en extraparlamentaria. Si la petición fuera para disponer de una mayoría que acometiera la reforma de la Constitución en el sentido del 15-M, Palinuro no la vería mal. Pero esa coalición es impensable, sobre todo con Bono, monárquico y beato. Entonces, ¿cuál es el fin de la que se propone? Pues da la impresión de que el fin de Bono es postularse como presidente de ese gobierno, aupado por los dos partidos, ya que por el suyo solo no lo consigue. El hombre puente, el que se considera equidistante entre los dos bandos en la guerra civil y, al parecer, tambien en la postguerra. De paso da un puntapie en el trasero de Rubalcaba que, de aceptar la idea, tendría que hacer una campaña para trabajar el cargo a otro.
Alberto Fabra, el que ha sustituido a Francisco Camps en la Generalitat de Valencia, paga el tributo que su partido exige a la memoria del honrado Camps a quien augura un futuro brillante y presenta como una mezcla de Pericles, Marco Aurelio y San Luis de Francia. Y, en consecuencia, dice, el caso Gürtel ha quedado atrás y hay que "pasar página". Como si un político pudiera "pasar página" judicial. Eso ya lo intentó Camps, viniendo a decir que el veredicto de las urnas lo exoneraba de culpabilidad. Si no los votos, piensa su sucesor Fabra, sí su dimisión terminará con el caso Gürtel. Pero hoy mismo la Fiscalía anticorrupción pide la imputación de dieciséis personas (cargos del PP, empresarios y gürtélidos), lo que quiere decir que la Gürtel no solo no ha quedado atrás sino que está delante, amenazadora y haciendo sonar las llaves de los calabozos.
Salido de una especie de escondrijo veraniego, Rajoy ha estado en una de esas ferias del pulpo de Galicia y ha aprovechado para hacer unas declaraciones perfectamente previsibles. Habla de "reformas estructurales" (que es cosa que siempre impone) y de racionalizar el gasto en la administración pública. Pero no quiere entretenerse en minucias porque está muy ocupado así que todo se resume en que los españoles lo voten el próximo 20-N, como un acto de fe, que se pondrá de inmediato a sacar al país de la crisis desde el gobierno, como ya lo han hecho en sus respectivas jurisdicciones Aguirre y el dimisionario Camps. Será difícil pero no imposible porque, al fin y al cabo, concluye el presidente del PP, las cosas se han hecho rematadamente mal, lo que debe de querer decir que hacerlas peor será imposible... una vez que el mundo sepa qué entiende Rajoy por cosas y qué dice sobre ellas, aparte de asegurar que hay que hacerlas como Dios manda que, como propuesta programática, resulta algo vagarosa.
Rubalcaba, la Cenicienta de este cuento de verano, se ha quedado sin vacaciones porque necesita todo el tiempo si quiere tener alguna posibilidad el 20-N dados los vaticinios de las encuestas. Anda infatigable de un sitio a otro exponiendo sus ideas, anunciando sus intenciones, explicando sus propuestas y recogiendo sugerencias. Ayer estuvo en la escuela Jaime Vera, un centro de formación de cuadros del PSOE, en donde dijo a los suyos que estas elecciones serán las primeras que se celebren sin la amenaza de ETA. Mal dicho. No es el lugar ni es el momento. Se ha precipitado, ha provocado vituperios de todo tipo en la oposición y ha quemado un cartucho inútilmente. Hablar así a tres meses de las elecciones es demasiado riesgo para el magro beneficio que va a recogerse. Es legítimo que el ministro del Interior que más ha hecho por acabar con ETA lo haga constar y lo anote en su haber. Pero cuando corresponda, no ahora. Son comprensibles las prisas del candidato, pero su equipo debe modular las propuestas con mejor tino.
(La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).