Hay algo patentemente absurdo en esta especie de lotería nacional por averiguar qué hará Zapatero respecto a las elecciones de mayo de 2012. Absurdo al estilo Ionesco. La gran ventaja del Estado de derecho frente a cualquier despotismo es que tiene regulada de modo objetivo y periódico la sucesión en el mando político y ésta depende de la ley y no del capricho o las vicisitudes personales del hipotético sucedido. Pero esto no basta a la natural curiosidad de las gentes, que quieren siempre aproximarse al lado humano del poder. Cotillear, en definitiva. Y entonces empieza a armarse la tramoya.
Todo puede arrancar de algo que diga algún comentarista en algún medio de que, al ritmo de desgaste que lleva Zapatero, no podrá aguantar un año y pico más y tendrá que abandonar antes. Luego puede ayudar el propio Zapatero si, por ejemplo, en una entrevista para una revista del corazón y preguntado qué tal se lleva con su esposa, dice que muy bien, que de hecho todo lo habla con ella, incluso la posibilidad de no repetir como candidato del PSOE. Con lo cual, ya ha brotado la noticia: "Zapatero piensa retirarse; la decisión depende de Sonsoles". Seguro que hay un tertuliano que dice conocer a Sonsoles desde que ambos hicieron la primera comunión y que manda mucho allí en donde esté. A estas alturas ya se han hecho cuatro o cinco castings de sucesores de Zapatero quienes, preguntados al respecto, dirán como un solo hombre/mujer que su mujer/hombre es Zapatero.
El clima se hace denso. En las ruedas de prensa, la pregunta siempre presente es si tiene ya pensado qué va a hacer. En una de ellas, pongamos por caso, Zapatero se equivoca, pues errar es humano y, queriendo decir que su decisión no la sabe ningún miembro de su partido, dice que la sabe un miembro de su partido. Un lapsus mentis que puede tener cualquiera, sobre todo un gobernante tan sometido a presión como el Presidente. En realidad es la única explicación razonable que se me ocurre para una información tan pasmosa. ¿Para qué quiere la ciudadanía saber que una decisión de la que ignora todo, incluso si existe como tal, ha sido comunicada a una persona concreta de la que, asimismo, también se ignora la identidad? De no entenderse así, lo único sensato que puede decirse sobre ello es algo insensato: que Zapatero ha comunicado su decisión a otro por si se muere antes. Aunque si eso sucediera no habría manera de averiguar cuál de los numerosos "otros" sería el auténtico.
Volviendo a la tierra cualquiera entiende que, quiera Zapatero repetir o no repetir, lo peor que puede hacer es decir que se va porque, en cuanto lo diga, el Gobierno se para, la oposición le pide elecciones anticipadas dentro de diez minutos, en su partido se arma un guirigay, las reformas se detienen y los mercados nos ponen en almoneda. Así que está obligado a asegurar que se queda como San Jorge a terminar con el dragón. No quiere ser lo que los gringos llaman un pato cojo. No tiene opción. Ya pueden freírlo a preguntas. Seguirá diciendo que se queda incluso cuando tenga decidido marcharse.
La lotería sobre la sucesión de Zapatero (¿no se ha puesto ya en circulación el término postzapaterismo?) es muy ruidosa y como en ella se mezclan los vehementes deseos de unos, los temores de otros y las ganas de los más de que pase algo, no permite valorar debidamente todos los elementos. Hace unos días Zapatero dijo que se necesitan cinco años para superar los desequilibrios de la crisis. No he visto a nadie echar la siguiente sencilla cuenta: uno de aquí a mayo de 2012 y cuatro más de un tercer mandato. ¿Por qué no?
Lo que fortaleció a Felipe en uno de sus momentos más bajos, fue cambiar radicalmente su actitud frente al ingreso de España en la OTAN y enfrentarse a su propio partido o, cuando menos, a una parte importante de él. Lo mismo puede estar pasando con Zapatero: en su momento más bajo, lo que lo fortalece es su giro en materia de política económica marcando el paso neoliberal y enfrentándose a buena parte de los suyos.
(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).