divendres, 12 de novembre del 2010

Overkill.

Pesimismo generalizado sobre la marcha del G20 reunido en Seúl. Los mandatarios no se ponen de acuerdo en el nuevo problema surgido del llamado "riesgo sistémico", cuya manifestación más evidente es la "guerra de divisas". Vuelvo sobre esto más abajo. Entre tanto la pregunta es: ¿hemos salido de la crisis o no?

Las respuestas son variadas: Francia y Alemania, con tasas de crecimiento previstas para el segundo semestre de 2010 del 2 y el 2,5 por ciento del PIB creen que sí; Gran Bretaña y los Estados Unidos esperan que sí si dan resultado las últimas medidas tomadas en ambos países y, por cierto, de índole muy distinta; España permanece estancada a la espera de que el crecimiento ajeno tire del suyo; Irlanda hace frente a la quiebra, Portugal no anda lejos y Grecia está quebrada. ¿Superada la crisis? En la medida en que el mundo está globalizado, definitivamente, no. Por eso, en parte, el G20 pasa a otro punto de la agenda que se considera capital: la devaluación competitiva de las monedas, la citada "guerra de las divisas".

Llamo la atención sobre la palabra "guerra". Es tradición que el capitalismo resuelva crisis mediante guerras que es donde la destrucción creativa de Schumpeter alcanza su manifestación más plena. Pero héteme aquí que ya durante la guerra fría se pudo comprobar que la guerra "caliente" había dejado de ser una opción realista en virtud de las armas nucleares cuyo empleo por ambos bandos contendientes no dejaría vencedores y quién sabe si supervivientes. La guerra moría por overkill, capacidad excesiva de destrucción.

Si la guerra tradicional, la de ataque, bombardeo, conquista, ocupación entre potencias nucleares no es posible; si no es posible, dicho crudamente, arrasar la China por medios militares, hay que recurrir a otros medios. De ahí la "guerra de divisas" y de ahí que, muy preocupados todos, el G20 lo tome como tema de debate prioritario.

Pero ¿qué o quién es el G20? En realidad una reunión informal de los mandatarios supremos de los países más poderosos del planeta, entre industrializados y "emergentes" ("emergente" es la misma Corea del Sur que lleva camino de convertirse en la 5ª potencia económica del mundo, por delante de Alemania y Francia) que representan más de dos tercios de la población, el 85 por ciento de la producción económica y el 90 por ciento del comercio internacional. Pero una reunión informal. No es un gobierno mundial ni nada que se le parezca y los acuerdos que allí se tomen sólo serán vinculantes de modo voluntario; es decir, no serán vinculantes.

El G20 es una reunión en la que las transacciones y negociaciones son bilaterales o trilaterales, pero no multilaterales. Multilateral (y no necesariamente unánime) será una hipotética decisión final si se toma y con los efectos que tenga una vez tomada. ¿O no se recuerda que ya hace tres o cuatro reuniones se tomó la decisión de acabar con los paraísos fiscales? Y en esas relaciones bilaterales no hay acuerdos: la China y los Estados Unidos se acusan mutuamente de devaluar su monedas para mejorar su comercio. Y ambos tienen razón. O sea, no hay acuerdo. Los Estados Unidos pretenden imponer un tope a los excesos de la balanza comercial pero Alemania (la famosa locomotora europa) afirma que esa es práctica contraria al libre comercio. No hay acuerdo.

Por otro lado Alemania olvida, con el beneplácito de los demás europeos, que la pasada devaluación del euro ha beneficiado su comercio. Porque, efectivamente, cuando se dice que los países del euro hemos perdido ese recurso de la devaluación competitiva, se olvida que, sin embargo, el euro sí puede devaluarse. Lo que sucede es que, al suceder ello, los beneficios de la devaluación van más a los grandes exportadores y menos a los raquíticos.

Es convicción generalizada que la palanca para mover el crecimiento y salir de la crisis es el comercio, las exportaciones, el superávit. En algunos casos, como en los países nórdicos y Francia, la demanda interna es factor importante que se equilibra con el comercio exterior. Pero la idea general es que este último prevalece y por él hay que hacerlo todo, hasta la "guerra", por ahora de divisas.

Cuando aparece la guerra, aunque sea en plan figurado, la situación escapa a toda posibilidad de previsión. En las guerras puede pasar cualquier cosa. De forma que los expertos que no solo no vaticinaron la crisis de 2008 sino que ni la entendieron en un primer momento, ahora tienen ya todas las papeletas para no dar ni una. Pongo un ejemplo solo por fastidiar: ¿qué sucede si la China, el Japón y Corea del Sur entran en un acuerdo de libre comercio, que llevan camino de hacerlo, similar al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte? Es lo que, con dudas, considera la Cooperación Trilateral ya existente, que convertiría el resultado en la primera potencia económica mundial, algo capaz a su vez de destruir el planeta por overkill productivo.

(La imagen es una foto de KOREA.NET, bajo licencia de Creative Commons).