Palinuro es descaradamente obamáfilo; apoyó desde el principio la candidatura del afroamericano a la presidencia de Gringolandia; aplaudió su programa de cambio; se felicitó -¡cómo no!- de que pusiera fin a la unipolaridad y al asfixiante clima de bravuconería y estupidez que caracterizaba a la administración anterior; sostuvo y sostiene de todo corazón el intento de Obama de universalizar el Estado del bienestar en su país; defendió y defiende el claro y noble ánimo de Obama de establecer relaciones de igaul a igual con todos los dirigentes democráticos del planeta, empezando por el español. Además Palinuro está convencido de que, diez meses después de tomar posesión, Obama sigue siendo Obama y la esperanza que inspira de conseguir un mundo mejor está intacta.
Pero esta concesión del Nobel de la Paz es claramente prematura e injustificada. No se le concede por lo que ha hecho (puesto que aún no ha hecho casi nada) sino por lo que se espera que haga. Pero ¿y si, por las razones que sea no lo hace? El Nobel de la Paz (entre cuyos poseedores se encuentran terroristas como Kissinger, Arafat o Rabin) no goza de un prestigio impoluto, así que tampoco es acertado correr albures de este calibre.
¡Qué más quiere Palinuro que Obama haga realidad su programa! Pero al día de hoy, su curriculum es enteco y su lista de asuntos pendientes más o menos la misma que hace diez meses:
- El injusto bloqueo de Cuba sigue como siempre.
- En el asunto de las torturas y Guantánamo no se ha avanzado gran cosa.
- La situación en Palestina es la de siempre con los israelíes más agresivos, si cabe.
- La situación en el Irak invadido, saqueado y oprimido es la de siempre o peor.
- La situación en el Afganistán ocupado y destruido es la de siempre o peor.
- La situación en los países africanos en guerra civil permanente es la de siempre o peor.
- El riesgo de cambio climático es mayor que nunca.
- Los peligros de la proliferación nuclear son mayores que nunca.
Todos estos enunciados deben matizarse con un prudente "casi". Palinuro sabe también que no es realista pensar que todo dependa del presidente gringo. Pero algo sí; y algo, también, cabría haber hecho ya. So pena de que, dentro de cuatro (u ocho) años, cuando Mr. Obama deje el cargo, se diga de él lo que se dijo en enero de este año, al tomar posesión: que prometía mucho.
En el interín que reiterarlo: el Nobel no parece justificado y sólo se entiende por el infinito afán de peloteo de la Academia sueca, su falta de sentido crítico y su incapacidad para resistirse a los cantos de sirena de los medios.
Tiene razón el señor Obama: no se lo merece. De momento.
(La imagen es una foto de Violentz, bajo licencia de Creative Commons).