A pesar de los mendaces argumentos de siete barandas sucesivos de la CIA en el sentido de que no se investiguen las torturas que la agencia infligió en el pasado a detenidos o simples secuestrados de origen musulmán con el pretexto de que ello haría peligrar la lucha contra el terrorismo y debilitaría la confianza de los agentes en su labor, el señor Obama ha dado la única respuesta que cabe dar decentemente: las investigaciones seguirán porque en un Estado de derecho nadie está por encima de la ley.
Esos siete mendas que han firmado el escrito, jefes de los presuntos torturadores están bajo la lógica sospecha de haber encubierto los hechos, si no de haberlos ordenado directamente. Así que su demanda, lejos de obedecer a una generosa preocupación por los destinos de sus subordinados, trata de conseguir impunidad para sus propias supuestas fechorías. Es un modo miserable y ramplón de tratar de exculparse invocando un interés público imaginario.
En ello tienen a quien seguir e imitar: al inimitable Mr. George W. Bush quien, confrontado con la acusación de que su gobierno torturaba, negaba los hechos rotundamente y siempre rechazó la idea de investigar nada, argumentando que las técnicas "duras" de interrogatorios habían ayudado a salvar "vidas americanas". Es decir, también en su caso, sospechoso de encubrimiento y complicidad cuando no de haber ordenado personalmente las torturas, su actitud, al igual que la de los siete poco magníficos, es un acto de autodefensa que, en su caso, como siempre cuando se trata de Bush, viene complementado con una guinda de estupidez. ¿O es que las vidas "no americanas" no merecen salvarse?
(La imagen es una foto de tsevis, bajo licencia de Creative Commons).