Aunque Palinuro esté de mudanza, como ya advirtió en una entrada hace unos días, aún figura avecindado en Pozuelo de Alarcón, motivo por el cual se ve afectado por los últimos acontecimientos de violencia callejera en este municipio que tiene la renta por habitante más alta de los de España y en el que convive una mayoría de autóctonos con dos numerosas minorías de dominicanos y marroquíes. Es un verse afectado de carácter simpatético porque resulta fácil de entender que ni por aficiones, tendencias, condición civil, situación familiar o amistades sea probable encontrar a Palinuro confraternizando con jóvenes y adolescentes borrachos a las cuatro de la madrugada en mitad de la vía pública.
Siempre que se produce uno de estos estallidos en lugares urbana y socialmente determinados generalmente originados en una intervención policial, solicitada o directa, proporcionada o desproporcionada, los medios se llenan de sociólogos a la violeta dando explicaciones causales que suelen tener un poco de cierto y un mucho de fantástico. Un repaso a todas ellas permite apuntar a las siguientes: a) la socialización de la juventud y de la adolescencia; b) los hábitos de la clase media-alta; d) la venta masiva de alcohol en la vía pública; e) la cultura social de los españoles en general y los castellanos en concreto en relación con los festejos; f) la generalizada mala educación; g) las pautas y valores que trasmiten los agentes sociales, singularmente la televisión; h) cierta permisividad familiar en lo atingente a comportamientos en público. Supongo que, de haber una explicación (cosa siempre problemática en estos comportamientos en donde lo irracional acaba primando) estará localizada en la interacción de estos factores con algún otro elemento que pueda haber olvidado, pero no se minimice en esto el efecto del alcohol corriendo a raudales por la calles.
No sé hasta dónde se podrá llegar con estas aclaraciones de carácter teórico. Lo que sí puedo aportar es mi experiencia empírica a pie de calle precisamente de la zona en que se dieron los hechos, el Camino de las Huertas, por donde anduve circulando con mi familia unas seis horas antes del estallido y puedo asegurar que, en cierto modo, el asunto estaba ya en el aire: muchos de los integrantes de las peñas en manifiesto estado de embriaguez dándole al bombo, armando bulla y buscando bronca. Imagino que la policía aplica protocolos de actuación que toman en consideración varios de los factores apuntados pero sólo sé decir una cosa que también es fácil a toro pasado: se veía venir. Incluso comenté algo con mi familia. Igual que después se veía venir que alguien, el alcalde singularmente, hablara de los "venidos de fuera" como si el mundo se dividiera en mala gente y pozueleños.
(La imagen es una foto de R. Duran, bajo licencia de Creative Commons).