diumenge, 23 d’agost del 2009

Los pobres funcionarios.

En el país de Larra es imposible que los funcionarios tengan buena prensa. Y la buena prensa es condición de la supervivencia. Al que se le acaba o simplemente, como es el caso, la tiene mala todo se le vuelven problemas. Así también con los funcionarios que acaban siendo chivo expiatorio o cabeza de turco de todas las desgracias. En tiempos de abundancia, con tasas próximas al pleno empleo y pujantes sectores privados de la economía, nadie quiere ser funcionario ya que estos cobran salarios modestos, no es raro que desempeñen trabajos rutinarios, sin interés ni altura y que no tengan expectativa alguna de reconocimiento social. En tiempos de escasez, con un paro cercano al veinte por ciento de la población activa, los funcionarios son objeto de la inquina pública por el hecho de gozar de estabilidad en el empleo. Y cuando la escasez pasa a ser zozobra lo primero que se propone es amargar la vida al funcionario congelándole el sueldo que es el modo freudianamente claro en que se libran de neurosis y complejos quienes se dedican a administrar la cosa pública, esto es, los políticos. Los funcionarios son entonces el escudo de los políticos que siempre justifican sus medidas drásticas acerca del empleo y la función pública con el argumento de que se trata de "dar ejemplo".

Las crisis se dan también en el terreno moral y deben suscitar también respuestas morales. "Dar ejemplo" responde a una intención básicamente moral y con la que normalmente los funcionarios estarán de acuerdo. Estaremos, puesto que los profesores universitarios somos funcionarios. La cuestión es si ese "dar ejemplo" afecta a todos los demás estamentos o sólo se les pide a los empleados públicos. Sobre todo y esto es muy esencial, hay que ver si quienes disponen las medidas citadas, a su vez, "dan ejemplo" no ya solamente congelando su salario, sino aprovechando la situación para poner orden en el régimen retributivo de los cargos públicos en España, una verdadera selva de privilegios y canonjías tanto en cuantía de los ingresos (hay alcaldes de lugarejos que ganan lo que los ministros) como en los periodos de percepción y en las provisiones para las situaciones pasivas de forma que hoy día ser ministro, aunque sea de Marina y de un día, es un chollo para toda la vida. Lo cual explica la cantidad de profesionales de la política que da el país.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).