En las naves del matadero de Madrid y hasta el 30 de este mes se representa el Tito Andrónico de Shakespeare en una escenificación del grupo Animalario. Esta vez el escenario del Matadero se ha hecho circular, algo sobreelevado, rodeado en tres cuartas partes de público. Se agradece que haya desaparecido, al menos por ahora, esa manía de llenar de ríos y lagunas la escena. La dirección de Andrés Lima me parece estupenda y el montaje está muy logrado y es muy ágil y aunque unas veces canse escuchar tantos gritos y otras parezca ridículo contemplar ciertas escenas de especial brutalidad que Shakespeare situó fuera del escenario, como relatos, lo cierto es que el ritmo es grande y las casi tres horas de la representación se pasan volando.
Tito Andrónico es una obra repleta de leyendas. Se dice que es la primera del autor y también se dice que quizá no sea suya; pero si no es suya, lleva su estilo y su indudable impronta.
Desde luego debe de ser la primera o de las primeras de las obras de Shakespeare porque, con mucho espíritu juvenil, resume en su turbulenta praxis temas que luego le daría cada uno de ellos a tragedias por separado. Así, Tito Andrónico es el ilustre patricio, gran general que ha pasado su vida defendiendo Roma a la que ha dado veintidós de sus veinticinco hijos, muertos en el campo de batalla. Un tema que recuerda a Coriolano. Su archienemigo, capaz de las mayors sevicias es un moro perverso, Aaron, que presenta puntos de conexión con el Otelo. La pasión que rige la obra es la venganza, como en Hamlet, si bien aquí dicha pasión se matiza de justicia. Bárbaros contra refinados romanos o, en otros términos, Dionisos frente a Apolo o la indómita naturalea frente al racionalismo unillineal, como en La tempestad.
Lo que hace la obra es teatralizar la leyenda de Filomela, que cuenta Ovidio en Las metamorfosis ya suficientemente tremenda en sí misma. Los hijos de la reina de los godos, Tamora, cautiva de Tito Andrónico, en cumplimiento del plan de venganza de ésta, violan a Lavinia, la hija de Tito y luego, para que no pueda delatarlos le amputan las manos y le cortan la lengua. La propia Lavinia delata a los criminales precisamente señalando el caso de Filomela en un libro de Ovidio. Más tarde será Tito Andrónico quien hará lo que en Las metamorfosis hace Procne, la hermana de Filomela, mata a los hijos de Lavinia, cocina un pastel con ellos y se lo da a comer en una festividad. En lo que, a su vez, hay ecos de un episodio similar de canibalismo familiar en la leyenda del odio entre los atreidas, que está en el origen, en parte, del destino de Agamemnon al volver de Troya. Y estos no son los únicos actos cruentos de la obra. Antes y después de los hechos relatados muere prácticamente el resto del elenco. Esta condición de general casquería es la que dio a la obra la peculiar mala fama que tiene y por lo que no se representó (aparte de su longitud) durante mucho tiempo.
Es el gran tema de Tito Andrónico: de lo que son capaces los seres humanos en punto a crueldad al perseguir la venganza. El otro también presente y más incómodo es el tema del "moro perverso" con su punto de racismo. Todo ello configura un teatro que en su día se consideró como "bárbaro" a su vez, "medieval" y, por lo tanto, no representable hasta que el romanticismo lo convirtió en su autor de culto y Shakespeare regresó entre los vivos para presidir sobre su triunfo perpetuo.