Estamos (o, cuando menos, estoy) tan acostumbrados a ver cine gringo que, cuando ponen una peli que no lo es, una peli europea, por ejemplo, la diferencia llama muchísimo la atención. Se agradece una historia que no se base en espectaculares efectos especiales, incluida la casquería, no esté repleta de androides, no contenga una frenética persecución de coches por Nueva York y no se dirima al final con una pelea de artes marciales. Se agradece mucho ver una peli en la que se cuentan historias verosímiles con gente normal de la que encuentra uno por la calle y a la que le sucede lo que sucede a todo el mundo.
Aunque sea una historia trivial, como ésta, y repleta de tópicos, casi todos, por cierto, copiados de los estadounidenses (peripecias de adolescentes en un instituto de enseñanza media en París) y con un final feliz casi como de cuento de hadas. O quizá por ello: la siente uno como más próxima y más auténtica.
La directora, Lisa Azuelos, hija de Marie Laforet (a su vez, un ídolo de mi adolescencia) imprime un ritmo vertiginoso a su narración y consigue introducir una ingente cantidad de material en la trama: conflictos en las relaciones amorosas entre adolescentes, enfrentamientos generacionales entre padres e hijos, una visión sintética de Londres con ojos de francés (tan tópica como el resto de la peli), problemas de familias, un par de historias de amor. Realmente no se puede pedir más. Encima los chavales son todos guapísimos y actúan de cine, muy bien dirigidos por Azuelos que muestra consumada maestría en este su tercer film.
Al final nos enteramos de que la peli está parcialmente basada en hechos reales y, según parece, tiene elementos autobigráficos: ella, como su protagonista, Sophie Marceau, está en torno a los cuarenta y tiene una hija adolescente como la Lola que interpreta Christa Theret. Sospecho, además, dado el apellido de Lisa Azuelos que también su padre sea español, como el marido divorciado de la madre de Lola Delgado en la peli. No hacía falta advertirlo, en todo caso pues cuanto sucede en LOL es perfectamente verosímil. Otra cosa es la representatividad social de los personajes. El carácter trepidante del argumento, los líos con las drogas, la música, el cachondeo en la educación requerían un instituto público pero el origen social de los chavales casa mal con esa enseñanza, aunque se trata de una cuestión menor. Lo importante es también el sentido del humor con que se presentan los distintos episodios. La relación de la madre con la hija, a veces un poco cursi, está muy lograda y ese policía de la brigada de estupefacientes que aparece ocasionalmente es un acierto.
Los adolescentes se relacionan a base de SMSs y de servicios de messenger de un modo casi compulsivo lo cual impone un ritmo de relaciones entre ellos que puede resultar agotador para un adulto pero que explica mucho de sus claves simbólicas y de su forma de enfocar la vida. El sexo tiene una importancia capital. En la división de funciones, siguen mandando ellos: el conjunto de música con estética Rolling Stone son chicos únicamente y cantan en inglés, porque todo lo anglosajón los influye mucho. Pero ellas toman igualmente la iniciativa. El lenguaje, por cierto, es unisex y los diálogos están muy conseguidos.
En definitiva, una comedia sobre el lado amable de la vida, alegre, despreocupada y risueña. Parece normal que haya tenido cuatro millones de espectadores en Europa.