Dicen que esta peli de Roberto Sneider se ajusta muy bien a la novela de igual título de Ángeles Mastretta. No lo sé porque no la he leído y tampoco sé si eso de "ajustarse" a un texto literario es buena o mala cosa. Lo que sí sé es que la propia novelista ha colaborado con el director en la redacción del guión y lo habrá hecho con conocimiento de causa. Pero el resultado no me parece enteramente satisfactorio. Dado que se trata de una historia que abarca casi dos decenios, desde los años veinte a los cuarenta del siglo XX es esencial que la narración sea fluida y los ritmos narrativos, los pausados y los acelerados, resulten armónicos, cosa que no sucede con la historia que a veces es un poco abrupta.
El contenido, la trama, es un relato de personaje femenino, Catalina Guzmán, casada casi de niña, con quince años con el general Andrés Ascensio, un hombre con vocación política en el México del PRI de los años treinta, que llega a gobernador de Puebla, ambiciona ser presidente de la República y es ministro. La mujer-niña descubre pronto que su marido es un déspota machista que tiene varios hijos de otras relaciones, un matrimonio anterior y varias amantes, pero acepta ajustarse a la vida fácil y regalada de la señora gobernadora y más tarde mujer del ministro que le permite todos los lujos y caprichos siempre que guarde las apariencias del matrimonio feliz y no cuestione los negocios corruptos de su esposo así como su implicación en la política de la violencia y el asesinato. Catalina lo consigue a fuerza de buscarse un amante, un joven e idealista director de orquesta del que se enamora como nunca lo ha estado de su esposo.
La historia está concebida en el espíritu de la tradición de la novelística de heroína casada con personalidad, vida propia y relaciones extramatrimoniales, al estilo de Ana Karenina, Mme. Bovary o Ana Ozores, pero en tono muy menor. Las relaciones entre los esposos no están del todo claras. No parece que lleguemos a saber hasta qué punto el general está enterado de la doble vida de su esposa aunque es posible que esta incertidumbre forme parte del espíritu del relato.
La intrincada, violenta y acelerada vida política del México priísta, las carreras políticas de los caciques, los gobernadores, los hombres fuertes, la corrupción generalizada del sistema se apuntan como referencias colaterales. Al respecto la película, que está hecha muy en serio, con una visión de pasión romántica, sufre en la medida en que en varias ocasiones recuerda mucho la fabulosa La ley de Herodes, de Luis Estrada, tanto en las situaciones como en los diálogos. Un par de almuerzos trae a la memoria la divertidísima comida que monta el alcalde Juan Vargas con las fuerzas vivas de San Pedro de los Saguaros. Ya sé que no es justo poner en la cuenta de la peli el hecho de que recuerde a otra, especialmente, porque no es copia, pero cualquiera que escuche al general Andrés Ascensio diciendo que el presidente de la República quiere que Puebla se modernice tendrá que pensar en aquellos alegatos de Juan Vargas de que el presidente Alemán quería que la modernidad y el progreso llegaran también a San Pedro de los Saguaros, un discurso que mueve a risa.
En fin, la peli ahonda en la psicología de la heroína que es, parece, una proyección de la propia autora. El resto del relato, la ambientación, el contexto, dejan bastante que desear.