De manual. Cinco días después de las elecciones el Gobierno sube los impuestos. Los indirectos, claro, que son los que gravan a ricos y pobres, con encomiable sentido socialista de la igualdad. Ya lo tenía decidido antes del domingo pasado pero no dijo nada para no perder votos que, cuando se habla de subir impuestos, huyen como alma que lleva el diablo. Se acabaron las dádivas, los regalitos, 400 euros por aquí, 2.500 euros por niño por acá...Ahora toca pagar por los dispendios de antaño y las medidas sociales de hogaño. Suben el tabaco y las gasolinas y, dentro de nada, subirán el alcohol, los juegos, etc. La crisis van a pagarla los fumadores, los bebedores y los conductores. Es decir, todos.
No digo que no deba ser así, pero convendría que el Gobierno explicitase algo más su orientación política porque, aunque los reaccionarios y los curas digan que es un gobierno de "radicales", lo cierto es que, hasta la fecha, sus políticas han beneficiado más a los ricos que a los pobres. Por eso, ¿qué tal si, además de subir la fiscalidad de bienes esenciales como las gasolinas, el Gobierno crea y las Cortes aprueban un impuesto extraordinario sobre las rentas del capital? ¿Qué tal si se refuerza la progresividad del impuesto en los tramos más elevados? ¿Qué tal si se crea un impuesto extraordinario y transitorio sobre los sueldos de los cargos electos en nuestro país? Así, entre otras cosas, comenzaría a recuperar parte del dinero que ha puesto a disposición de los bancos, es decir, de los causantes de la crisis.
(La imagen es una foto de Ted Abbott, bajo licencia de Creative Commons).