dijous, 7 de maig del 2009

La Serenísima en el Settecento

Por fin pudimos ir a la exposición sobre el settecento veneciano que está en la Real Academia de bellas Artes de San Fernando, en Madrid, ya que tiene un horario complicado porque cierra a mediodía, de 14:00 a 17:00. La organizan el Banco de Santander, el Instituto de Cultura de la embajada de Italia y la Academia, gracias les sean dadas. No es que se exhiban muchas piezas pero son muy representativas de la pintura veneciana en aquel siglo de decadencia del antiguo poderío de la República. Los nombres más conocidos, de los que hay alguna muestra, son Tiepolo, Sebastiano Ricci, Longhi, Rosalba Carriera y los autores de las vedute que es por lo que es más conocida la pintura veneciana de la época, Guardi, Carlevarijs, Canaletto y su sobrino Bellotto. Por entonces ha desaparecido el mecenazgo del dogo y la Iglesia (San Giorgio reúne a algunos de los más fascinantes pintores del sigloXV), substituidos por las nuevas clases burguesas con sus familias y sus individuos descollantes que quieren aparentar y representar estatus social, posición en la vida, desahogo económico, como lo harían años después las clases medias altas británicas que emplearían a los grandes retratistas del XVIII.

El protagonista absoluto de la pintura veneciana en la forma es la luz y los colores, dos elementos que manejaba como los ángeles Gian Battista Tiepolo, el que se mudó a vivir a Madrid, en donde murió o que dominaban los cálidos pasteles de Rosalba Carriera. Los temas preferidos, paisajes, costumbres, familias, retratos, escenas de la mitología y de la literatura, sobre todo de la Jerusalén liberada o de Orlando Furioso, con las dos parejas entonces tan famosas como frecuentes y que luego desaparecieron prácticamente de la pintura, Rinaldo y Armida y Angélica y Medoro en el Orlando y, por supuesto, las vedute. Hay poca pintura sacra. Algunos autores muestran las influencias de la pintura cortesana francesa y se desempeñan al modo de Boucher. De los costumbristas hay dos piezas de Pietro Longhi, el autor de un cuadro célebre que contenía un rinocerante y era la atracción de la feria que me gusta mucho. En el que se expone , más arriba, vemos una escena privada en una época concreta. Aquí ya no hay nobles ni héroes ni dioses sino que se trata de burgueses acomodados que también organizan reuniones, tienen sus gustos y pretenden ponerse como ejemplos. Una sociedad cultivada. En este caso se encuentra este retrato de grupo en un momento en que la mujer está recibiendo clase de geografía. Ciencia y utilidad que serán después lema distintivo de las clases acomodadas. Por el atuendo y los detalles estamos entrando en el Rococo. La dama a la que se ilustra recuerda a una galante al gusto de la pintura francesa de la época, ocupa el centro de la composición, se muestra segura de sí misma, bañada en una luz especial, es el equivalente de las mujeres bien aisées y cultas francesas que abren los salones en donde brilla el espíritu.

En cuanto a las Vedute las hay de los citados más arriba con los temas más tratados en este subgénero con algunos de sus referentes típicos: el gran canal, el puente de Rialto, San Marcos, Santa María de la Salud. El que traigo aquí, de Canaletto es una vista de Santa María de la Salud mirando hacia el Molo que respeta la perspectiva, algo que siempre se le ha criticado mucho que, para pintar esos grandes angulares tiene que forzar la perspectiva. Las vedute son el canto del cisne de la pintura veneciana; hasta los grandes pintores del género trabajarán y vivirán ya fuera de la ciudad de las lagunas, en otras cortes europeas. Estas vistas son las ùltimas que la gran ciudad, cargada de gloria y pasado, echa sobre sí misma a la prodigiosa luz del Mediterráneo.