Héteme aquí que el señor Carlos Fabra, presidente hereditario de la Diputación de Castellón, prohombre del PP, al que el señor Rajoy no hace mucho consideraba un ciudadano ejemplar pese a estar imputado en una maraña judicial de presuntos delitos, finalmente verá cómo se le incoa procedimiento abreviado en el proceso penal por el de falsedad en documento. Desde luego, si este hombre con tal historial y antecedentes es un "ciudadano ejemplar" es cosa de preguntarse qué sea para el señor Rajoy un granuja, un sinvergüenza, un delincuente.
Este señor Fabra es el que hace un par de meses ponía la mano en el fuego por el señor Camps quien, a su vez, aparece como sospechoso de otros presuntos ilícitos a cual más chusco, probablemente urdidos y realizados en comandita con su amigo el bigotes. Como esto siga de este modo van a acabar todos en el PP como San Lorenzo.
Lo que comenta todo el mundo es que estos indicios, sospechas, imputaciones, incoaciones por comportamientos presuntamente corruptos que atañen a un buen puñado de altos dirigentes y cargos del PP, no parezcan hacer mella en las intenciones de voto de los electores que siguen manifestando que votarán por él en las próximas elecciones europeas en mayor medida que por el PSOE.
Si esto es así, tampoco es tan raro y no creo que se trate de una peculiaridad de los electores de la derecha, como si estos fueran más correosos que los de otros partidos y dispuestos a tragar carros y carretas en corruptelas de sus dirigentes. En los años noventa del siglo pasado, las pruebas sobre los casos de corrupción en el PSOE eran abrumadoras. Y no solamente de corrupción económica con algunos pillastres como Roldán, Urralburu, Otano, etc, sino de terrorismo de Estado y, con todo, el PSOE ganó las elecciones de 1993 y perdió las de 1996 por unos míseros 300.000 votos después de catorce años de gobierno y tres mayorías absolutas seguidas.
No, parece que el electorado español no penaliza la corrupción. Hasta cabe pensar que la premia. Dada la peregrina cultura política de un país que no ve vituperable defraudar a la Hacienda pública, cuyas universidades pueden fichar como conferenciantes a mangantes empedernidos o cuyas televisiones contratan a sinvergüenzas de toda laya, no se ve por qué los votantes tendrían que tener repentinamente un comportamiento virtuoso y castigar en las urnas a un partido como el PP en el que no solamente parecen abundar los casos más clamorosos de corrupción y pillaje sino cuyos dirigentes se guardan mucho de sancionarlos como la ética democrática exige. Al contrario, no solo no lo hacen sino que los protegen y, encima, mienten asegurando lo contrario. Con motivo de las últimas imputaciones a destacados militantes del PP de la Comunidad Autónoma de Madrid, la señora Aguirre afirma que estos han abandonado sus cargos, pero eso no es cierto: han abandonado los cargos de nombramiento, pero no los de elección que son los que les permiten blindarse frente a la justicia merced a práctica del fuero parlamentario que Palinuro insiste en que habría que abolir, precisamente para evitar que pase esto, que se utilice para obstaculizar la administración ordinaria de justicia.
Volviendo al inefable señor Fabra y sus exquisitas maneras se recordará cómo en estas Navidades pasadas decía que, si le tocaba la lotería "Me sacaré la pirula y mearé en la sede de Izquierda Unida". No es muy edificante, pero es absolutamente verídico y da una idea bastante aproximada de qué tipo de políticos son populares en estas tierras indómitas de Giles, Roldanes, Naseiros, Juanes Guerra y demás elenco de la picaresca millonaria.
(La imagen es una foto de Periódico La Democracia, bajo licencia de Creative Commons).