La espantada de doña Rosa Aguilar está siendo un episodio de catarsis de la izquierda y quién sabe si del conjunto de eso que se llama la "clase política". Cada cual manifiesta en público lo que lleva dentro y eso opera como un psicoanálisis global.
Veamos. Por una lado dice el señor Alcaraz que en el trasvase de la señora Aguilar "con dinero público se intenta organizar una especie de epidemia de transfuguismo" . Y añade que "no es normal la conversión de la política en mercado y que sea impune organizar operaciones de transfuguismo". Son juicios severos y hasta brutales porque, entre otras cosas, parten de uno de intenciones de la interesada muy poco benévolo en la presunción de que es la codicia la que la ha movido. Pero una cosa es decir eso y añadir, si se quiere, que el señor Alcaraz no es un caballero y otra bien distinta sostener, como hace el señor Javier Pradera en Transfuguismo y movilidad política que lo que el señor Alcaraz dice es incierto porque no se trata de una caso de transfuguismo... sino de ¡movilidad política! Es decir repudiar el enunciado del señor Alcaraz no por grosero y patán sino por falso. Y, ya puestos, presumir una intención buena y noble en el gesto como es el cambio de convicciones se entiende que genuino, no de conveniencia. Eso no es transfuguismo, se dice; para que lo haya, el presunto tránsfuga ha de llevarse su cargo bajo el brazo se supone que para lucrarse de él. Es... movilidad política.
No hay que ir muy lejos a sancionar la cuestión. El DRAE dice que es tránsfuga "la persona que pasa de una ideología o colectividad a otra" y sólo en segundo lugar: "Persona que con un cargo público no abandona éste al separarse del partido que lo presentó como candidato." Luego de acuerdo con la primera y dominante acepción del término por voz de la autoridad competente la señora Aguirre es tránsfuga y no es infamia alguna decirlo. A lo mejor la infamia está en lo contrario. Lo importante para ser "tránsfuga" es cambiar de "ideología o colectividad" que es a lo que apunta la etimología de la palabra. Porque alguien puede llevarse el escaño y no ser tránsfuga; por ejemplo, las que son independientes (bien en el punto de partida bien en el de llegada) o las que no se van a otro partido o grupo (colectivo) sino que se quedan en el grupo mixto. Llevarse o no el escaño es irrelevante. Lo relevante es mandarse mudar de conveniencia. La señora Aguirre es tránsfuga. Otra cosa es que, como el señor Pradera, obviamente, tiene mal conceptuado el transfuguismo, trate de salvarla de él y él sí se invente una categoría: la mirífica "movilidad política".
Tratándose de un caso de transfuguismo que afecta al comunismo tenemos suficientes ejemplos en la historia de cómo vive esa ideología su sobresaltada existencia de escisiones, expulsiones, separaciones, etc. ¿No venía la señora Aguilar sintiéndose incómoda en el PCE y en IU por asuntos que la atribulaban ideológicamente? Lo que ha hecho ha sido zanjar una cuita interior que no la dejaba vivir. Y lo ha hecho, oh coincidencia feliz, en el momento del relevo en la presidencia de la Junta de Andalucía y los cinco días en que podía estar una consejería en sede vacante en esa Junta. Doña Rosa no es una aprovechategui sino alguien que se sacrifica por la causa.
¿Y en cuanto al juicio moral? Ya decía antes que llamar "tránsfuga" a la señora Aguilar no era infamia alguna y en cambio sí puede serlo llamarle otra cosa. El señor Alcaraz sostiene, en una especie de arrebato kantiano, que en la política no se puede "contratar" (como dice el señor Griñán que ha hecho con doña Rosa) a los cargos cual si fueran ejecutivos de empresa porque eso equivale a confundir la política con el capitalismo. Esto puede ser cierto o no, ya que aquí intervienen consideraciones sobre cómo se entiende la gestión pública y el señor Griñán podía escoger mejor sus verbos, pero véase cómo razona finalmente el señor Pradera su alegato a favor de la señora Aguilar y del hecho de que no sea una aprovechada: "La vocación política puede terminar siendo una profesión especializada, dedicada -dentro de la división social del trabajo- a cubrir puestos retribuidos en los aparatos de los partidos y a desempeñar cargos remunerados representativos o de libre designación dentro de la Administración central, autonómica y municipal". Es decir, el señor Pradera defiende como solución lo que el señor Alcaraz ataca como perversión y lo que el propio señor Pradera criticaba por atribución falsa: la carrera del político profesional al estilo de la empresa. ¿En dónde está la infamia?
(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).