Todo el mundo se hace lenguas de la eficacia policial al detener a este Jurdan Martitegi, jefe militar de ETA y, al parecer, responsable de una docena de atentados, incluido algún asesinato. Desde luego lo mejor para la sociedad civilizada es que un menda así esté entre rejas y no salga hasta dentro de muchos años, cuantos más mejor porque, como no es previsible que el paso del tiempo le haga reflexionar y comprender la inhumanidad de su comportamiento, estará bien que salga con las fuerzas muy debilitadas por la ancianidad. Será para entonces un anciano rabioso pero, por ello mismo, inocuo.
Aunque varios medios lo mencionan apenas alguno saca punta al hecho muy notable de que el mozo mida casi dos metros de estatura. Francamente no sé cómo pueda uno abrigar esperanzas de mantenerse en el secreto y la acción clandestina, pasando por invisible, cuando se miden casi dos metros. Mucha tiene que ser la fe de este joven terrorista en la causa por la que lucha ya que, con sólo mirarse en el espejo (en uno en el que pueda reflejarse), debía de haber comprendido que sus posibilidades de mantenerse incognito eran escasas.
Y eso nos lleva al segundo elemento de esta noticia: la juventud de su protagonista. Un chaval de veintiocho años es el jefe militar de ETA. De un lado está claro que este Martitegi ha destrozado su vida porque va a pasar un montón de años en la cárcel, lo que es una desgracia. De otro es curioso qué rápido se asciende en la jerarquía de la organización. Debe de querer decir que no tienen gente y han de echar mano de estos novatos que quedan de a tres para entregarse una pistola en lugar de dejarla en el hueco de un árbol. Y también está claro cual es el currículum del etarra del siglo XXI: kale borroka o militancia en alguna organización legal de la izquierda abertzale hasta que la ilegalizan; integración en alguna actividad etarra; dos o tres años poniendo bombas y pegando tiros; treinta o cuarenta años en la cárcel. La verdad es que es una pena.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).