En la cumbre de las Américas que acaba de empezar en Port of Spain, capital de Trinidad y Tobago, se reunen treinta y cuatro mandatarios de otros tantos países de las Américas. Sólo faltará Cuba. Estas cumbres de las Américas, que empezó a poner en marcha Bill Clinton en 1994, son reuniones de temática económica, comercial, social, tecnológica, etc normalmente de interés para todos los países. En la actual, en mitad de la crisis generalizada, hay un interés especial en tratar el voluminoso plan de trabajo que han elaborado previamente los expertos y los mandatarios latinoamericanos esperan de su primer contacto con el señor Obama que éste anuncie un plan de lucha contra la pobreza en el continente, en definitiva, la siempre necesaria y siempre denostada "ayuda de los EEUU" (USAID).
Sin embargo, todo el mundo da por hecho que el tema que dominará la cumbre será el de Cuba, expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962 y sometida a un estricto embargo económico y comercial desde hace cuarenta y siete años. Todos los movimientos y declaraciones previos a la Cumbre de los distintos actores han estado orientados a allanar el camino a una medida realmente importante como podría ser la readmisión de Cuba en la OEA, que se manifestaría el mes que viene en Honduras y, quien sabe si también un levantamiento, aunque sea parcial, del embargo. Esos pasos previos se han ido sucediendo a una velocidad insospechada, prueba de que hay un ánimo extendido de llegar a alguna solución. Declaraciones y contradeclaraciones de los señores Obama, Castro, Clinton, Chávez, etc, en términos en general distendidos y algunos pasos prácticos como el levantamiento de la prohibición de viajar a la isla a los cubanos residentes en los EEUU o de enviar dinero a Cuba, van acotando el terreno en el que podrán tomarse las medidas concretas para el restablecimiento de relaciones normales entre Cuba y los EEUU..
La posición del señor Obama en este asunto es equiparable a la que adoptó Willy Brandt cuando accedió a la cancillería de Alemania Occidental en relación con la Oriental y a la que se llamó la Östpolitk, la "política hacia el Este" con el ánimo de romper el bloqueo de relaciones entre las dos Alemanias y abrir una senda que terminaría treinta años después con la reunificación. Es de esperar que la Östpolitik del señor Obama hacia Cuba dé resultados bastante antes, si no de inmediato. Para ello ayudan mucho estos gestos diplomáticos que van a haciéndose aquí y allí, abordando temas de carácter económico y comercial.
Sin embargo, el mayor inconveniente con que se encuentra el señor Obama en su propósito es la ley Helms-Burton, muy parecida al que también se encontró en su día Herr Brandt, la doctrina Hallstein. Los dos obstáculos son formalmente distintos ya que Hallstein era eso, una doctrina, un criterio que se seguía en la República Federal mientras que la Helms-Burton es una ley en vigor aprobada por el Congreso de los EEUU en 1996. Pero su contenido esencial es el mismo: prohibir que terceras partes, otros países, se relacionen con el respectivo apestado, la República Democrática Alemana (RDA) entonces y Cuba ahora. Según la doctrina Hallstein, todo país que reconociera diplomáticamente a la RDA rompía por ello sus relaciones con la República Federal. Según la Ley Helms Burton toda empresa o país que haga negocios con Cuba sufrirá represalias en los Estados Unidos y se le prohibirá acceder a los mercados gringos.
La ley tiene bastantes más provisiones igualmente duras hacia Cuba, como la prohibición de establecer relaciones diplomáticas con la isla mientras estén en el poder Fidel o Raúl Castro, motivo por el que Aznar y los suyos la saludaron alborozados. Con too lo más grave es esa prohibición de que empresas de otros países negocien con Cuba porque es una tan clara e ilegal extralimitación de competencias y representa tal ruptura con el principio de territorialidad de las normas, que ha sido condenado por el Consejo de Europa así como varios países aliados de los EEUU (entre ellos, el Canadá, México, Francia, etc). La doctrina Hallstein, al no ser una norma positiva sino sólo una política o un criterio, podía ser injusta o inmoral, pero no impedía la acción jurídica del gobierno alemán, mientras que la inconstitucional ley Helms-Burton sí obstaculiza la del gobierno estadounidense. Una de sus provisiones es facultar al Congreso para anular cualquier norma emanada de la Presidencia que suponga un levantamiento aunque sea parcial del embargo. El presidente Obama puede levantar el embargo, sin duda, pero necesita el acuerdo de las cámaras y la derogación de la citada ley, es un proceso que no depende enteramente de él. Tiene mayoría en ambas cámaras (raspada en el Senado) pero, dado el sistema representativo gringo, no está asegurado que consiga su objetivo, supuesto que lo sea.
La Östpolitik de los EEUU es complicada como también lo era la de Willy Brandt. No obstante, tiene la ventaja de que, igual que en el caso alemán, se trata de hacer frente a una situación tan injusta, antigua y enquistada que nadie la defiende claramente. Prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que el embargo ha sido un monumental fracaso. De lo que se trata es de ponerle fin sin hacer mucho el ridículo. Una de las vías sería instar la declaración de inconstitucionalidad de la ley, pero eso, que depende del Tribunal Supremo todavía sería más prolongado en el tiempo. Por ello es importante lo que suceda en esta cumbre. Si el Congreso de los EEUU ve que hay una voluntad continental unánime de acabar con el embargo seguramente procederá a abolir sin más esa iniquidad conocida como Ley Helms-Burton a la que únicamente debe de quedarle un partidario: el señor Aznar.
(La imagen es una foto de jmtimages, bajo licencia de Creative Commons).